Mañana despediremos en Bilbao a una buena persona, un hombre leal, humano, reservado pero siempre cercano, con quien he compartido militancia, afectos y sobre todo una gran amistad. Miro hacia atrás y vienen a mi memoria su figura y su sonrisa. José Luis Zubillaga, “Zubi”, se ha ido sin hacer ruido, tal y como ha vivido. Todavía joven, con sólo 52 años, nos deja su recuerdo, pero también el dolor de haberle perdido. Tenía aún mucho que ofrecer a su familia, a su cuadrilla de Durango, a sus compañeros de Ezker Batua-Berdeak y Comisiones Obreras, y a todas las personas que en un momento u otro nos hemos cruzado en su camino. Las preguntas sin respuesta se agolpan en mi cabeza ante la evidencia de una decisión que no acierto a comprender, pero que debo respetar porque ha sido su voluntad, aunque me rebele contra ella. Me hubiera gustado saber el porqué y haberle podido ofrecer un salvavidas para evitar su adiós; lamentablemente, no ha sido posible. Pasé las últimas horas de su vida a su lado y en ningún momento vislumbré sus pensamientos más profundos. Creía conocerle como un hermano porque le he querido como tal, y de algún modo así le siento incluso cuando ya no está entre nosotros. “Zubi”, bihotz-bihotzez, agur eta ohore.