Agustín Castellote, uno de los pocos supervivientes del naufragio de la información deportiva es el protagonista del artículo seleccionado de hoy, para los que no creemos mentiras pagadas es un lujo contar lo que cuenta, para los creyentes y fieles consumidores de marcas, ases del debate de taberna, futboleros de salón y pelotas de medianoche, probablemente sea molesto como toda persona que no se cambia por un plato de lentejas, pero como bien indica en su escrito las lentejas son necesarias, aunque el abuso habitual de muchos produce indigestión propia y ajena. A.C. Conversación en una cena en un lujoso restaurante de Madrid entre un alto dirigente de un club de fútbol y el consejero delegado de una empresa periodística, en presencia de dos testigos, dueños por aquel entonces de una gran agencia de publicidad.—Directivo. ¿Es cierto que vais a contratar a “este”—Consejero. Sí—Directivo. ¿Es de fiar? ¿Es de los nuestros?—Consejero. Es honesto—Directivo. No nos vale. Y el castillo de naipes se derrumbó.
Ciertos directivos de clubes con grandísimo poder en el terreno económico, quieren el control de los medios porque controlando los medios, controlan la información; esos medios, acuciados por la crisis económica y dirigidos por gente aculada a grandes despachos y enormes nóminas, con títulos de economistas y sin haber pisado en su vida una redacción, estudio o plató, disparando ERES y haciendo periodismo a la carta, luchan por subsistir aunque el alma de su medio hace tiempo la haya vendido al diablo.Y en esa tesitura, el periodista debe elegir entre subirse a la noria establecida o, por contra, te echan de ella; en el propio debate está la solución, porque ya no hay una profesión que defender y sí una familia a la que proteger, porque el periodismo deportivo ha dejado de ser profesión para convertirse en oficio.