¡Ah, poesía!
Déjame recordarte como eras entonces,
cuando aún no existías,
Cuando no saltaban estrellas de mis pupilas
ni habitaba mi noche el abismo insondable de tu alma.
Déjame recordarte en las palabras que convierten esta obsesión
de olvidar los pronombres
y conjugar el verbo
mientras estalla mi sed en tu mirada
puñal de anhelos
que enardecen los minutos
en los que nada fue mío.
Y déjame redimirme
de las notas lúgubres
de mis horas sin ti,
sin tu profundo latido
ni tu agua de lluvia que penetre hasta mi raiz desesperada.