La unión debe salvarnos, como nos destruirá la división si llega a introducirse entre nosotros.
Simón Bolívar
Los hechos
Bolivia es uno de los países con más golpes de Estado en el mundo, con un total de 23 intentos desde 1950, de los cuales 11 lograron controlar el poder y 12 resultaron fallidos. El último se dio en 2019, por una conjunción de intereses externos y la extrema derecha interna, que logró derrocar y colocar en peligro la vida del líder indígena Evo Morales Ayma. El costo para la nación andina fue de dos masacres, Senkaba y Senkata, en las que por lo menos veinte personas perdieron la vida en Cochabamba y La Paz, y por lo que han acusado formalmente a la expresidenta Jeanine Áñez, a tres de sus ministros, a los excomandantes de las tres Fuerzas Armadas y a decenas de jefes militares.
El pasado 26 de junio, el comandante general del Ejército, Juan José Zúñiga, que había sido destituido el día anterior, junto con un grupo de compañeros de armas intentaron dar un nuevo golpe de Estado en contra del presidente legítimamente electo, Luis Arce. La excusa era que no se iba a permitir el regreso al poder, a través de las próximas elecciones presidenciales, de Morales, y la exigencia de liberar a los dirigentes derechistas Áñez y Camacho.
Los militares insurrectos tomaron la plaza Murillo, donde se encuentra el palacio Quemado, sede del gobierno en la ciudad de La Paz. El presidente Arce nombró un nuevo mando militar y pidió a los alzados volver a sus cuarteles.
Liderazgo fracturado
La ruptura Arce-Morales ha fracturado el Movimiento al Socialismo (MAS). Ambos lideran diferentes facciones enfrentadas en las presidenciales de 2025. El MAS es la fuerza política que logró desplazar a la élite que sometió a la mayoría indígena a la exclusión política y social. Dicha ruptura ha fortalecido al estamento militar, que en su tradición conservadora incide en la inestabilidad del gobierno masista, aunado a la injerencia flagrante de la Embajada de los Estados Unidos, que ha contribuido, en combinación con factores internos, a la desestabilización de la vida económica boliviana.
Se han divulgado múltiples hipótesis sobre el golpe del 26 de junio, sin embargo, todo apunta a que factores opositores propiciaron, a través de un intento sin posibilidades reales de controlar el poder, la profundización de las diferencias entre las facciones encontradas para continuar la desestabilización política, y llegar al escenario electoral del 2025 con mayores posibilidades para su arribo al poder.
Pueblo movilizado
Frente a esta nueva intentona golpista, las estructuras organizativas del pueblo boliviano, a diferencia de 2019, implementaron una forma de movilización inmediata que logró neutralizar a las fuerzas militares de los principales centros urbanos. Ese pueblo movilizado superó a su dirigencia dividida, dejando en claro que, pese a las diferencias internas, defenderán de manera articulada el respeto al orden constitucional.
Definitivamente, el ejemplo del 13 de abril de 2002 en Caracas ha permeado los movimientos sociales de la región. Los votos de la Revolución Bolivariana son por la unidad del pueblo boliviano. ¡Bolivia vencerá!
Anabel Díaz Aché