Revista América Latina

Ahora los pueblos | Polarización, hiperpolarización tóxica y… bukelización. Parte III

Publicado el 01 marzo 2024 por Jmartoranoster

 No hay nada más parecido a un fascista que un burgués asustado.

Bertolt Brecht

Ahora los pueblos | Polarización, hiperpolarización tóxica y… bukelización. Parte III

Guerra civil en Guatemala (1960-1996)

Guatemala vivió un conflicto armado interno desde 1960 hasta 1996. Los Acuerdos de Paz entre el Estado y la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG) se firmaron después de 36 años de guerra, donde el 83% de las víctimas fueron indígenas. Se pueden señalar las graves violaciones a los derechos humanos ejecutadas por el ejército guatemalteco como genocidio, es decir, actos que buscaban destruir totalmente a una población por su origen étnico, violando los derechos de existencia, integridad, identidad cultural y causando la desintegración de la vida social de esos pueblos indígenas.

La construcción del enemigo interno sirvió como justificación para llevar a cabo las acciones represivas que se desarrollaron después de la invasión liberacionista de 1954 en Guatemala. Los movimientos sociales e indígenas, que demandaban mejores condiciones de vida, fueron perseguidos y asesinados.

Rechazo popular al neoliberalismo

La más reciente polarización de las sociedades latinoamericanas ocurrió en las últimas tres décadas del siglo XX, cuando las élites alineadas a los intereses estadounidenses aplicaron el modelo neoliberal, que acabó con la seguridad social que gozaba la clase trabajadora de algunas de estas naciones.

Se abrió entonces el camino a la flexibilización laboral y a la privatización de la salud y la educación y se impuso una dictadura de mercado, que condenó a la extrema pobreza a inmensas mayorías. A la vez, la riqueza se concentró en un porcentaje mínimo de la población, a través del dispositivo de la deuda externa, implementada por organismos financieros internacionales como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, destinados a descapitalizar a las naciones pequeñas a favor de las economías de centro. Los gobiernos asediados por la deuda inmoral, ilegal e impagable procedieron a privatizar los recursos estratégicos, con lo que condenaron a las naciones al «subdesarrollo».

Crisis orgánica de la derecha

La profunda crisis orgánica de la derecha continental se expresó en hiperfragmentación y falta de propuestas y argumentos, así como por un liderazgo sin aceptación de parte de las mayorías. Estas inclinaron sus votos hacia opciones progresistas y socialistas, que ofrecían una política económica más acorde con los intereses nacionales. La juventud de las décadas de los ochenta y noventa, que tuvo acceso a la universidad gratuita, se encontraba en un callejón sin salida, sin opción a una vida digna, en sociedades donde las garantías y derechos sociales estaban en franco retroceso. Se tambalearon las hegemonías políticas de los partidos de centro-derecha y policlasistas, abriendo paso a expresiones de la extrema derecha.

La inestabilidad de la región se hizo sentir en un enfrentamiento entre las mayorías empobrecidas y las élites gobernantes. Fue así como la democracia representativa, bajo el modelo bipartidista que reinaba en la región, comenzó a deslegitimarse y, por consiguiente, el llamado «consenso de Washington» recibió un rotundo rechazo popular a su cacareado modelo neoliberal.

El primer estallido social contra el neoliberalismo ocurrió en Venezuela en 1989 y con él la ruptura del bipartidismo, que mantuvo la hegemonía política en el país hasta 1998.

Hiperpolarización tóxica

Las élites continentales, tras el temor a que las corrientes progresistas y socialistas —que coparon la escena política en la región durante la primera década del siglo XXI— se consolidaran y lograran arrebatarles sus privilegios, procedieron a inocular el odio de clase a través de la manipulación mediática, las fake news, las campañas de desinformación y la contaminación informativa, articulada entre las grandes corporaciones de la comunicación y las redes sociales. Han logrado así transformar la polarización propia de las sociedades desiguales en hiperpolarización tóxica, donde los partidarios de algunos de los bandos no vislumbran la posibilidad de la convivencia social. Los argumentos se abandonan por creencias que sustituyen a la razón y se aplica la fuerza que se expresa por vías violentas, para imponer el predominio de un grupo sobre otros, ocasionando enfrentamientos extremos, que dan un resultado negativo en la sociedad, donde todos pierden.

Este juego político lo ha implementado la derecha venezolana, que con su pedido de sanciones y bloqueo ha perjudicado al total de la población. También se evidenció en Bolivia durante el golpe de Estado contra Evo Morales, en Perú contra el gobierno de Pedro Castillo, así como en Brasil con la llegada a la presidencia de Jair Bolsonaro, y, más recientemente, en Argentina, dando como resultado el actual triunfo de Javier Milei en las presidenciales.

Bukelización

La derecha continental intenta crear un «un contexto incierto y a su vez volátil» en la región para retrotraer la repolitización de las grandes mayorías e hiperfragmentar las sociedades. Para ello ha creado el «modelo Bukele», el cual les resulta funcional a las élites. Se trata de un gobierno de corte neofascista con narrativa populista y rupturista, en medio de un imaginario social distópico, originado mediáticamente.

A la vez que se generan condiciones objetivas como el incremento del crimen organizado —originando crisis de gobernabilidad y debilitando al Estado para justificar el auge del autoritarismo—; el impulso de discursos extremistas para mitigar el riesgo inminente de estallidos sociales —ocasionados por la inseguridad alimentaria, los efectos de la guerra, el cambio climático y el bajo crecimiento económico—; y la exacerbación de la xenofobia y los enfrentamientos sociales —para contrarrestar los efectos del aumento de los flujos migratorios e invisibilizar sus causas—; el uso indiscriminado de noticias falsas y campañas de contaminación informativa se vuelve una herramienta para lograr una hiperfragmentación política de la sociedad. Además, se busca debilitar la integración regional, a través del desmontaje de mecanismos como Unasur y Celac.

El llamado a los pueblos de América Latina y el Caribe es a cerrar filas en la lucha por lograr la soberanía plena de sus territorios y recursos, garantizando una vida digna para nuestras generaciones futuras a través de la construcción del socialismo del siglo XXI y la consolidación de un mundo pluricéntrico y multipolar.

Anabel Díaz Aché

Fuentes consultadas:

Conflicto armado. Memoria Virtual Guatemala. https://memoriavirtualguatemala.org/conflicto/Tomado de: IIARS. (2015). «El conflicto armado interno y la transformación de conflictos en Guatemala. Una caja de herramientas para su abordaje en el aula». Guatemala: F&G Editores.

Las 10 amenazas a las democracias en América Latina. (2017). Centro de Estudios Internacionales UC. Santiago: Universidad Católica de Chile. http://centroestudiosinternacionales.uc.cl/opinion/5679-las-10-amenazas-a-las-democracias-en-america-latina. Tomado de: Izquierdo, M. (s.f.). Las 10 amenazas a las democracias en América Latina. Radio Pauta 100.5. https://www.pauta.cl/tendencias/2023/01/11/las-10-amenazas-a-las-democracias-en-america-latina-riesgo-politico.html


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