Desde hace algunos meses vengo realizando el ejercicio de escuchar, y en ocasiones ver, esas tertulias tan “cañeras” que algunas personas me han comentado en el trabajo. Me refiero a las que se han prodigado tanto en la Cadena Cope, Intereconomía o Libertad Digital. Vaya por delante mi absoluto respeto por el ejercicio de la libertad de expresión que se supone existe en este país. Sin embargo, la reflexión que me lleva a escribir estas líneas apunta más al viraje del tono de estos “aguerridos” contertulios y los inmoderadores que los conducen.
La sucesión de disparates y violencia verbal contra el casi extinguido Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero era continua, no digo que inmerecida, pero si inmisericorde, rayando en la ofensa, en la dialéctica de la confrontación de unos españoles contra otros. Mientras, comenzaba a pensar que su objetivo era extrapolar toda esa rabia, con el formato ultraderechista de algunos de sus contertulios, a los que no pensaban como ellos o “no ven la realidad con nuestra clarividencia”, decían.
Era violento, desde el punto de vista argumental, como cualquier cuestión de la cultura, de la actualidad política, de un incidente en éste o aquel pueblo de España servía para lanzarse a degüello. Ni repetir quiero lo que escuché en cuanto a la lucha antiterrorista; o el final de ETA; la necesidad de acabar con el movimiento 15 M; su homofobia ramplona del siglo pasado; las hilarantes hipótesis de contubernios políticos-económicos-policiales-judiciales. Han ido contra todo con el objetivo definido de colaborar en, como ellos dicen “poner orden en el país”. Y eso lo iba a hacer, según decían “un gobierno fuerte del PP”.
Hoy ya no los escucho tanto, ya he comprobado de lo que son capaces de decir sin ruborizarse, mezclando la información con la opinión, estafando al derecho a la información de los ciudadanos. A pesar de ello, alguna vez retomo ese dial en el coche, en casa… y para mi sorpresa las tertulias están infectadas de risas y fiestas; de bromas de dudoso buen gusto; de alabanzas al “presidente Mariano Rajoy”; ahora el más guapo, el más listo, el más alto, el mejor de la clase; “que va a hacer lo que hay que hacer, sin negociar a ser posible porque no le hace falta”, dicen. Hasta han aparecido tacos e improperios en dichas charlas, supongo que fruto de la alegría, pero pocas veces escuchados en la radio y televisión de este este país.
Finalizo planteando mi propia hipótesis: creo que cuando ni siquiera ha sido nombrado presidente del próximo Gobierno español, la caterva ya le está marcando el territorio al señor Rajoy. A ver qué pasa si algún día les contradice.