El presidente estadounidense, Donald Trump, defendió su dura política migratoria, reiterando en su primer discurso ante el Congreso su voluntad de llevar adelante una reforma fiscal “histórica” y reemplazar el sistema de salud.
Presionado por dar claridad de acción a la Casa Blanca tras un caótico primer mes de gobierno, el mandatario empezó su discurso poco después de las 21H del martes desde el hemiciclo de la Cámara de Representantes del Capitolio, frente a sus ministros, senadores, congresistas y algunos magistrados de la Corte Suprema.
Una semana después de ampliar las facultades de las agencias inmigratorias y dejar vulnerables de deportaciones a casi todos los 11 millones de indocumentados que viven en el país, Trump prometió mano dura en las fronteras.
“Al hacer que finalmente se apliquen nuestras leyes migratorias, vamos a elevar salarios, ayudar a los desempleados, ahorrar miles de millones de dólares y tornar nuestras comunidades más seguras para todos”, dijo.
Trump defendió la adopción de un nuevo sistema migratorio basado en méritos y en la capacitación de los candidatos, garantizando que los extranjeros no generen costos para el Estado.
Y prometió el “pronto” inicio de la construcción del polémico muro en la frontera con México, con el objetivo de frenar “las drogas y el crimen”.
Pero pocas horas antes del discurso, en una cita con presentadores de televisión en la Casa Blanca, Trump creó sorpresa al evocar la posibilidad de apoyar una reforma de regularización de inmigrantes indocumentados sin antecedentes penales.De traje oscuro y corbata azul rayada -abandonando su característico rojo y sus explosivos alegatos improvisados-, el mandatario se mantuvo a grandes rasgos en línea con el discurso preparado para la ocasión solemne.
Contra la tradición, los demócratas reservaron una recepción glacial al presidente a su entrada al hemiciclo, la mayoría de ellos de pie pero sin aplaudir, mientras que la otra mitad de legisladores, los republicanos, aplaudían a rabiar.
En señal de protesta silenciosa, unas cuarenta congresistas demócratas lucían de blanco, color símbolo de la lucha por los derechos de las mujeres.
Casi 40 días después de su investidura, Trump dibujó a los legisladores las prioridades de la Casa Blanca, intentando alejarse de las polémicas que arrastra su joven gobierno y haciendo un llamado a la unidad en un país cada vez más polarizado.
“Un nuevo capítulo de la grandeza de Estados Unidos está empezando. Un nuevo orgullo nacional está barriendo el país”, dijo.
“Ya empezamos a drenar el pantano de la corrupción”, afirmó.
Trump prometió “reiniciar el motor de la economía estadounidense” y hacer más difícil que las empresas muden su producción al exterior.
“Mi equipo económico está desarrollando una reforma fiscal histórica que reducirá la tasa de impuestos de nuestras empresas para que puedan competir y triunfar donde sea”, afirmó.
El presidente insistió en una de sus más polémicas promesas de campaña, llamando a los legisladores “a rechazar y sustituir” el “desastre” de Obamacare, el sistema de salud heredado de su antecesor, Barack Obama.
El asunto es delicado: el desmantelamiento del sistema de salud pública Obamacare podría dejar unos 20 millones de personas sin cobertura médica, un escenario que atormenta a congresistas republicanos.
Fuera de Estados Unidos, Trump prometió “demoler y destruir” al grupo Estado Islámico con la ayuda de “nuestros aliados en el mundo musulmán”.
La Casa Blanca anunció el lunes que Trump propone un aumento de 10% al presupuesto militar de Estados Unidos que, con 615.000 millones de dólares, es ya el mayor del mundo.
Esa propuesta, que obligaría necesariamente a un recorte en otras áreas como protección ambiental, el aparato diplomático y los planes de ayuda internacional, lo coloca en disputa con algunos legisladores de su partido Republicano.
En una señal de la línea dura adoptada por la nueva administración contra la inmigración irregular, el presidente y la primera dama invitaron al Congreso a dos viudas de policías californianos abatidos en 2014 por un inmigrante clandestino.
A la inversa, legisladores demócratas invitaron a Hameed Darweesh, un iraquí detenido en el aeropuerto JFK de Nueva York el mismo día que entraba en vigor un decreto de Trump que cerraba las fronteras a refugiados y ciudadanos de siete países musulmanes, luego suspendido por la justicia.
En otro gesto simbólico, Astrid Silva, una activista del estado de Nevada e inmigrante indocumentada, es la voz que responde en idioma español a nombre del partido Demócrata al discurso de Trump.
Silva es una ‘dreamer’, uno de los jóvenes que llegaron ilegalmente al país cuando eran niños, y que están protegidos de la deportación mediante la iniciativa DACA, a la que Trump también prometió poner fin durante su campaña.
Con información de AFP.
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