Revista Belleza
En verano encontramos un gran aliado en el aire acondicionado para que el calor sea más llevadero, pero quizá no habías pensado que su uso continuado tiene un impacto silencioso, aunque profundo, en la salud de nuestra piel. Cuando la humedad ambiental se reduce, el aire se vuelve más seco y esto altera el equilibrio hidrolipídico natural de la epidermis. Como resultado, la piel comienza a perder progresivamente agua y lípidos esenciales, esos que garantizan que la función barrera se mantenga intacta. Y entonces llegan las señales: una textura más áspera, sensación de tirantez, irritaciones, pérdida de elasticidad y un tono apagado que incluso puede hacernos ver más mayores de lo que somos. Si esta deshidratación se prolonga en el tiempo, se desencadena un fenómeno conocido como inflammaging: una inflamación de bajo grado que altera la homeostasis cutánea y acelera la aparición de líneas finas, manchas e incluso pérdida de firmeza. Las pieles más delicadas —sensibles, con rosácea o dermatitis— son especialmente vulnerables. No solo sufren los efectos del aire seco, sino también el contraste térmico entre el calor exterior y el frío interior, lo que agrava la reactividad vascular: enrojecimientos, descamaciones y esa incómoda sensación de ardor. En casos […]
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