Revista Opinión

Aire del pasado

Publicado el 20 marzo 2019 por Carlosgu82
Hoy es adios,
Mañana quizás,
Sé que tu vas a volver
Hoy es adios
Mañana quizás
No hay fronteras en nuestro querer

Tenía miedo a que la memoria me jugara una mala pasada y perdiera todos y cada uno de los lindos recuerdos que eran lo único que hoy por hoy me quedaban de ella. Cada día cada vez que podía hablaba de ella, se me llenaba la boca y brotaba todo mi orgullo. Cuando una persona es especial puede pasar el tiempo que una huella imborrable siempre llenará los corazones de quien la conocieron.

-Era maravillosa- dijo aquella mujer que se acercaba más a los sesenta que a los cincuenta pero siempre con ese aire juvenil con un toque de sofisticación

-Era especial, nunca se enfadaba. No le importaba hacerse daño, no le importaba ella misma, sino los demás- dije mientras rebuscaba en aquella bolsa de algún plástico malo si había guardado todo, y revisaba la resistencia de esta.

-No puedes negar el orgullo que sientes por ella y por la fuerza de voluntad que siempre tuvo – dijo mi tía mientras yo negaba provocando que mi mata de pelo se esparciera por todo el aire creando un efecto raro. Mordía mi labio inferior para disimular ese dolor que salía poro a poro-Nunca te olvidaras de los momentos vividos con tu mamá.

-Ya sé pero tengo miedo-dije mientras me sentaba mis ojos ya estaban llenos de lágrimas. La ausencia me mataba, la pérdida del ser más querido era un dolor incalculable. Un lugar que siempre estaría ahí- Viví doce años con ella, hay gente que vive más, pero con la pasión que ella me enseñó a vivir no lo cambio por nada

-Era fuerte. Y si te miras, eres igual a ella. Y a él, tu papá también es especial- dijo mi tía mientras acariciaba el dorso de mi mano- y siempre pero siempre estará ahí contigo, con las cenizas de la forma de ser de tu mama que entraron en él, dándote lo mejor de los dos, y lo más que puede. Y también lo que no puede. Todavía recuerdo cuando fui a ver a tu hermana el día que nació. Casi hace treinta años- dijo mirando al aire como si este le inspirara, como si ahí se montara una pantalla de cine, y las dos viéramos sus recuerdos- apenas tu mamá con dieciocho años cargaba a tu hermanita pequeña y dormida en brazos mientras tu papá que era un nene. ¿Cuántos años tenía?

-Veinte, dos más que mamá- dije mientras la miraba con seriedad y ella asentía y volvía a pedirle al aire que le devolviera sus recuerdos

-Él le acariciaba las piernitas, como si no hubiera visto nada más lindo en el mundo. Como si no creyera que aquello fuera de él. Parecía de película o de esas sesiones de fotos- dijo mientras yo sonreía con aquella boca, incluso los dientes idénticos a mi mamá. Como todo mi rostro-Y once años después naciste tú, preciosa, vivaracha y con gran memoria. Siempre nos sentabas a todos y dabas discursos políticos imitando a tus tíos y ahora cumpliendo la mayoría de edad.

-No quiero olvidar nada de eso, parece que fue ayer y en nada hace seis años- dije despeinando aquel moño lleno de enredos

-Y nunca la olvidarás porque las huellas de tu madre se pueden seguir hasta el infinito. Cuando una persona se merece el cielo desde que nace, todos la recuerdan por como es, era y será este donde este. No se merecía eso, pero si ve esa pedazo de hija que tiene frente a mí apuesto lo que sea que volvería a dar su vida por ver tú madures, esa que llena tus ojos. O los de ella.

Pero la memoria no siempre es tan traicionera, y hoy tenía miedo de olvidar su rostro, pero solo para recordarlo tenía que mirarme en un espejo, ahí estábamos las dos. Ahí me veía de nuevo corriendo mientras ella reía y me pedía que tuviera cuidado.

Mis fuerzas. Mis granas de vivir, mi modelo a seguir. Tú

Mi madre me enseñó
a no llorar en el colegio
cuando ella no podía estar,
a distinguir entre el aprecio
que las personas me pudieran dar.


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