Tras estas elecciones generales de 2015 en España, este blog, siguiendo su tendencia apolítica (y poco interés por las cuestiones actuales), no se mete en el tema. Pero, dada su ideología monárquica, no quiero perder la ocasión de reseñar y resaltar la importancia que tendrá la Corona para asegurar la buena marcha de nuestra democracia (sin olvidar que esta no es una institución política).
Tras la Proclamación Real de S.M. el Rey, no faltaron quienes indicaron que si bien su ascenso al trono no se producía en las mismas circunstancias que su padre, don Juan Carlos I, cierto es que se encontraría con desafíos no menores que él, la transición española fue un reto, y el hoy día no lo parece menos (de hecho, la actual situación electoral empieza a recordar demasiado a la etapa de UCD, ¿la historia se repite?, si es así, esperemos que también se reitere el llamado por los hispanistas “milagro histórico”), tal vez estoy pecando de tremendismo presentista, ¿pero quién no está preocupado?.
En cualquier caso, vale mucho la pena recalcar que este es precisamente uno de los momentos donde la monarquía se revela como una jefatura de estado muchísimo más apropiada y eficaz que la republicana; puesto que, en momentos de inestabilidad en las que ningún partido es elegido por mayoría, el Rey es una figura apolítica y blanca, que está por encima de todo partidismo y que representa realmente a todos; es una persona que ha sido criada para ello y consciente de su deber (bien nos ha enseñado nuestra historia, en nuestra desastrosa segunda república -por más que no falte quienes nos la quieran vender como idílica- lo peligroso que es una jefatura de estado partidista y con sus propios intereses políticos -el típico chiste de los historiadores, que en teoría el sistema era de “doble confianza”, pero acabó siendo de “doble desconfianza”-).
Así pues, aunque España es una monarquía constitucional y parlamentaria, en la que por tanto, los poderes regios están sumamente recortados (y en este país especialmente, para evitar que las responsabilidades políticas manchen a la más alta institución; como sucedió con Alfonso XIII, me alegra el saber que vamos aprendiendo de nuestra historia), lo cierto es que no está de más repasar el Título II de nuestra constitución, en el que se nos revela que el nombramiento del presidente del gobierno es precisamente una de las cuestiones en las que más maniobrabilidad tiene el monarca.
Los medios no están dando demasiado bombo a este tema, tal vez se deba a lo mismo que muchos argumentaron durante la Proclamación Real, no crear falsas expectativas, ni convertir al Rey en un factótum que todo lo arregla, o lo dicho, evitar meterle en cuestiones políticas que podrían resultar problemáticas… pero me parece sumamente importante resaltar la importancia de sus funciones y de su papel en el buen desarrollo y protección de nuestra democracia, especialmente para aquellos ignorantes que se empeñan en repetir como loros que no entienden la utilidad de esta institución. Pues no hay nada como un ejemplo práctico, y para muestra un botón. En cualquier caso, nuevamente la monarquía vuelve a ser la perfecta encarnación de la estabilidad y de la seguridad de la democracia.
Por otro lado, no se puede dejar de comentar que S.M. el Rey don Felipe VI, se ha estado enfrentando a un examen constante desde que heredó el trono, que ha estado superando siempre con muy buena nota (como bien han reflejado las encuestas), pero pronto puede que se enfrente a otra de las pruebas que más marcará su reinado, su cargo de jefe de estado se lo exige más que nunca, y deberá demostrar cualidades que se le exigen a alguien que ostente tal dignidad, como inteligencia y diplomacia (dado que ya lo ha hecho en el pasado, esperemos que siga por ese camino).
En cualquier caso, si consigue sortear también estos problemáticos inicios, como lo hizo su progenitor, puede que también consiga la misma admiración, y estampar de igual manera su nombre de forma gloriosa en la historia.
En alguna que otra ocasión, durante los comienzos de su reinado, el actual Rey Padre, comentó que había tenido que ser un “bombero de la democracia”, y efectivamente, si uno examina con detenimiento el texto constitucional, en lo que se refiere a la Corona, esa acaba siendo la función de esta institución; mientras todo va bien, sus funciones constitucionales son sumamente reducidas… pero cuando no, el Rey comienza a tener más anchura de manga.
Ahora bien, vamos a entendernos todos aquí, esperemos que los políticos puedan solucionar ese asunto civilizadamente y lograr acuerdos y concordia, puesto que la intervención del monarca siempre es algo peligroso, pues sólo debe actuar en última instancia (lo dicho, a un bombero sólo se le llama si hay un incendio); una vez más, el espíritu de la transición parece que vuelve a ser necesario, y nuevamente, las funciones del monarca como mediador y árbitro son vitales (¿qué credibilidad tendría cualquier político en semejante situación y más tal como están las cosas?).
En cualquier caso, como este asunto es de máxima actualidad, no quiero dejar de reseñar que podéis aprovechar para reconsultar mis artículos sobre la Monarquía española, especialmente el dedicado a las funciones constitucionales del Rey (que os aclarará muchas cosas acerca de los poderes del monarca en España); y también quiero recomendar este interesante artículo del periódico “El País”, que describe magníficamente el proceso a seguir ante la situación actual y el papel del soberano en todo ello.
Por otro lado, parece que el tradicional discurso de Nochebuena va a volver a resultar sumamente interesante; el del año pasado ya tenía carácter histórico por ser el primero del reinado; pero me parece a mí, que si las cosas siguen así, a este tampoco le va a faltar audiencia….
Por mi parte, seguiré informando y ampliando este artículo si hubiera que hacerlo, y probablemente, retwitteando todo lo interesante respecto a este tema de la cuenta de la Casa Real y comentándolo.
Termino pues con las tradicionales felicitaciones navideñas enviadas por la Casa Real (ya que estamos en fechas y hablo sobre temas de la institución), que si bien no destacan por su grandilocuencia y originalidad gráfica o estética, si descubrimos que el mensaje enviado por nuestros soberanos es especialmente acertado y bello (¡y además sus hijas son preciosas, para qué mentir!).