Dice mi oncóloga que estoy estupendamente, que mis análisis son excelentes y que, a simple vista, no parece que esté enfermo. Genial. Pues ¿sabes qué? lo estoy. Ahora me tenían preparado un nuevo tratamiento llamado inmunoterapia indicado para pacientes que no toleran bien el segundo intento con quimio y en los que el tumor ha vuelto a crecer, pero resulta que he tolerado bastante bien la quimioterapia y el tumor no se ha movido así que me darán una sesión más de la misma quimio y después no saben qué harán. No lo saben, así de sencillo, y no lo saben porque soy un paciente que está resultando ser la excepción a todas las reglas. Mi edad, mi estado físico general, mi estilo de vida, mi historia… todo indica que es casi imposible que tenga un cáncer tan grave. Sí, definitivamente es para cabrearse.
“¿Qué he hecho yo para merecer esto?” se preguntaba Almodóvar allá por los felices años 80. Pues eso mismo me pregunto yo, ¿a qué putos dioses he ofendido para que me manden este castigo y qué clase de dioses son esos que castigan a la gente de forma tan cruel? Nadie tiene las respuestas, lo sé y sin embargo no puedo evitar formular las preguntas porque es demasiado injusto, demasiado arbitrario y demasiado feo.
Es una situación que me hace sentir miedo. Miedo porque yo no voy a estar y la gente que quiero se va a quedar sola y ese es el verdadero sufrimiento. ¿Cómo va a hacer mi chica para superarlo? No me lo puedo ni imaginar. Si fuese al revés yo no podría, sé que no tendría fuerzas para seguir adelante si ella se fuese de mi lado.
Mientras escribo estas palabras se me llenan los ojos de lágrimas silenciosas que, poco a poco, comienzan a resbalar por mis mejillas y hacen que lo vea todo borroso. Se que no debería pensar en estas cosas y mucho menos escribirlas pero hoy no lo he podido evitar. Será que me he levantado con el modo triste activado o que he tenido pesadillas en este sentido, pero basta. Hoy me vuelven a dar quimioterapia y no quiero ir tan débil y tampoco quiero que mi chica se despierte y me vea llorar, así que lo de siempre, ajo y agua, a mirar para otro lado y a no pensar, que es la única forma de poder con este marrón que me ha caído encima.
Y hablando de agua, ahí están esas dos imágenes del agua del Manzanares cayendo por una de las pequeñas presas que hay en el parque Madrid Río. Tendría que haber puesto, además, una foto de ajos y otra de resina pero en fin, tal vez otro día y así queda completo el dicho: ajo (derse), agua (ntarse) y resina (ción).