La autonomía económica española se ha desplomado por el enorme déficit y el insostenible paro; la ineptitud del Ejecutivo de Zapatero ha cometido tal cúmulo de equivocaciones, desde que comenzó negando la crisis, hasta llegar al desastre del enorme gasto público, para demostrar que ellos tenían una salida socialista que hacía innecesarios los sacrificios, que se vio obligado a emprender aquellas cacareadas reformas tan vanas como ineficaces; que nuestro erario público esté esquilmado por el despilfarro del Gobierno Socialista prueba que las decisiones y medidas anticrisis se han hecho rematadamente mal.
Así pues, imprescindibles recortes esperan en la mesa del próximo Presidente; una rígida disciplina de recorte y austeridad incrementará la solvencia de España, recortará el déficit y reducirá el paro. Está claro que el Estado, como una familia, no puede gastar más de lo que ingresa. Se observa que la ciudadanía ha visto con buenos ojos la política restrictiva de Cospedal; el ciudadano rechaza la mangancia y el despilfarro, de ahí que la opinión pública se muestre cada vez más proclive a la disminución de las instituciones: autonomías, ayuntamientos y diputaciones, y a la eliminación de los gastos superfluos: sueldos descomunales de los políticos, privilegios, subvenciones, lujos y prebendas, la proliferación de cargos oficiales y la reducción del aparato burocrático del Estado. Es necesario devolver al Estado las competencias de parcelas vitales como Educación, Sanidad, Economía, Vivienda y Trabajo y los Cuerpos de Seguridad del Estado. España no puede mantener diecisiete mininaciones que gastan y se endeudan desaforadamente. La sociedad sabe que las ‘autonosuyas’ se han tragado los millones del erario y dilapidado el Estado del Bienestar; así que, como los españoles ya saben que llegará el día, en que no se van a poder pagar los servicios básicos, también han de aceptar los ajustes precisos. Los recortes, para ser bien entendidos y acogidos, necesitan negociación previa, una buena comunicación, y evitar los agravios gratuitos y el malestar. En tiempos de sacrificios y penalidades la gente aprecia la equiparación de las penurias y del sacrificio social, mientras que las desigualdades la exasperan e irritan.
En la próxima legislatura, el P. Popular, los socialistas y las otras formaciones políticas han de reunirse con sentido responsable y patriótico, para alcanzar acuerdos ante la envergadura de las medidas que sin más remedio habrá que adoptar, -sea quien sea el que gobierne-, para levantar y recuperar la salud de la economía; tal actitud de consenso y acuerdo no es ya la expresión de una aspiración, sino una obligación nacional; es una cuestión de todos, se requiere un gran esfuerzo común, que deben llevar a cabo todas las fuerzas democráticas, porque las tareas que se avecinan no las puede afrontar en solitario un partido por muchos votos que obtenga. Es preciso montar en el chasis económico tres ejes: la contención del déficit, la reestructuración del sistema financiero y la competitividad empresarial con la rápida creación de empleo.
En este momento difícil, en que se avecinan las elecciones, es natural que los socialistas anden apesadumbrados por su propio desánimo y el previsible desplante de los votantes. Las últimas referencias económicas ponen de manifiesto la coyuntura decisiva que están atravesando las economías familiares y que el paro no cesa de aumentar; el estado de parálisis en que nos dejan este País necesita estímulos que favorezcan la actividad económica, faciliten la creación de empleo y fomenten la exportación. El descontrol de la deuda y el déficit hacen casi imposible la financiación española y, por consiguiente, la actividad empresarial.
C. Mudarra
Revista Opinión
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