Revista Cultura y Ocio

Aki Shimazaki y Delphine de Vigan. (A pares XLIII)

Publicado el 22 marzo 2025 por Juancarlos53
Tiempo hacía que no incluía en el blog una entrada de 'A pares'. La perentoriedad de devolver tres breves novelas, llegadas hasta casa gracias a la amistad de tiempo que me/nos une a Lupe y a Justo  hizo que no demorase estas lecturas. A ambas autoras ya las conocía por otros de sus libros ("El quinteto de Nagasaki" o "El corazón de Yamato" de Aki Shimazaki, y "Nada se opone a la noche" de Delphine de Vigan) si bien no guardaba de ambas idéntico y satisfactorio recuerdo, pues mientras que las dos pentalogías de Shimazaki me habían encantado, mi satisfacción no había sido la misma en el caso de la De Vigan como demuestra el que ni siquiera hiciese reseña en El blog de Juan Carlos de dicha lectura. Así que, pensé, hora es de comprobar si la valoración que tengo de ambas autoras se mantiene incólume. 
"Azami, el club de Mitsuko" y "Hôzuki, la librería de Mitsuko" de Aki Shimazaki

 «Me siento a la mesa y ella me sirve un vaso de té de cebada frío. Mientras bebo, mira a mi alrededor. La ventana, el fregadero, la pequeña cocina eléctrica, los utensilios de cocina colgados en la pared, el teléfono. Nada ha cambiado. Simple y minimalista. El aire acondicionado está apagado.» 


Aki Shimazaki, escritoras japonesas actuales En esta ocasión al tener ante mí estas dos entregas de la pentalogía "La sombra del cardo" en forma de libros independientes no reparé en que uno y otro tenían un orden. Y al no reparar en ello resultó que leí primero la novela que apareció después. Pensé equivocadamente que Hôzuki, la librería de Mitsuko había aparecido como no perteneciente a pentalogía alguna. No era así, lo comprobé después. Pero salvo alguna pequeña sorpresa no pasa nada por no haber respetado el orden de aparición; es más al leer luego Azami, la primera de la serie, el ya conocer ciertos sucesos no interfirió en mi disfrute.
 Pese a lo dicho antes, en esta breve reseña hablaré en el orden debido de estas dos primeras entregas de la pentalogía La sombra del cardo. Y anticipo que seguiré leyendo las entregas que faltan hasta completar las cinco; y daré cuenta debida de las mismas en una futura entrada en este blog.
Azami, el club de Mitsuko de Aki Shimazaki es, como acabo de explicar, la primera entrega de la pentalogía "La sombra del cardo". Pese a conocer ya lo que sucede en Hôzuki, la librería de Mitsuko, me ha gustado muchísimo esta novela corta. En la misma la voz narrativa es la de Mitsuo. Este personaje es redactor en una importante revista y lleva una vida laboral y matrimonial agradables. Su esposa Atsuko desde que tuvo a su segundo hijo no tiene relaciones sexuales con él, algo que ambos han aceptado sin problemas. Cuando Mitsuo se siente apremiado sexualmente acude a los «hoteles rosa» o a salas de video en las que se alivia debidamente. 
La tranquilidad y statu quo anterior se verá modificado cuando Gôro, antiguo compañero de escuela con quien él nunca tuvo relación estrecha, lo encuentra y lo invita a tomar algo en un club de élite. Allí ve a su amor secreto de juventud, Mitsuko, a la que jamás le expresó sus sentimientos. El reencuentro y la actividad laboral de Atsuko fuera de la ciudad varios días a la semana facilitará que Mitsuko y Mitsuo inicien una relación que hará que él se plantee la conveniencia de abandonarla o proseguir en ella pese a los problemas que en su trabajo y matrimonio la misma pudiera producir.
Destaca en esta hermosisima novela todo, pero por destacar algo destacaría los personajes y sus señas de identidad: La dulzura de Mitsuko, la sinceridad y amistad de Mitsuo hacia ella, la maldad de Gôro, el antiguo compañero de escuela, la comprensión de Atsuko, la esposa de Mitsuo, etc. Todo ello contado  con esa magnífica literatura que hace Aki Shimazaki.
Editorial Nórdica Libros,Aki ShimazakiLa segunda novela de la pentalogía "La sombra del cardo" es Hôzuki, la librería de Mitsuko. También me ha encantado. Al haber sido la primera de las dos que leí me fijaba más en aquellos asuntos y tratamientos que ya había disfrutado en las pentalogías anteriores que de la japonesa canadiense había leído. Veía que como en "El quinteto de Nagasaki" estábamos ante una pareja de niños hermanastros que se sienten atraídos como amigos íntimos sin saber ellos que tienen la misma madre; se contraponían y presentaban debidamente los casamientos 'miai' y los casamientos por amor; también la vivencia del sexo visto sin ese sentimiento de culpa o de comportamiento poco aceptable que se impone en occidente; aparecía un país, Japón, a caballo entre la tradición y la modernidad, un país mostrado por ejemplo en cómo las geishas antiguas hoy son mujeres hermosas que hablan y atienden a los hombres de la misma manera, aunque vestidas con trajes y un maquillaje que las hace parecer más unas escorts que otra cosa; etc.
En Hôzuki, la librería de Mitsuko es Mitsuko quien lleva la voz narrativa. La encontramos varios años después de Azami regentando una librería y completando sus ingresos con su trabajo los viernes por la tarde-noche en el club donde la descubriera Mitsuo en la novela anterior. Si en Azami el mundo era visto desde la perspectiva masculina de Mitsuo, aquí está presentado desde los ojos y manera de pensar de una mujer. Estamos ante un mundo de mujeres que es el que preferentemente, y no sólo en esta novela,  muestra la escritora. El ocultamiento de la identidad o de la vida vivida (es el caso de Mitsuko respecto a su hijo Tarô, el de la señora Sato respecto al hijo que tuvo y abandonó al poco de nacer, y el de la madre de Mitsuko sobre su breve estancia en la cárcel por un asunto de violencia con arma blanca) es una constante en esta historia. 
Es una novela en la que, como es habitual en la literatura de Aki Shimazaki, la identidad japonesa se expone y se recrea. Destaca la misma en la presentación de la maravillosa naturaleza mostrada en forma de nieve, animales, flores, paisajes...; también es importante la escritura: las grafías japonesas en los dos tipos de caligrafías (hiragana y kanji); y me ha parecido de sumo interés aquí, pero más aún en Azami, la tradición e identidad nipona marcada por los temas musicales que cantaban los abuelas y que recurrentemente vuelven a la cabeza de Tarô o de Mitsuo, quien en esta novela siempre aparece evocado por Mitsuko como su amor verdadero.
El mundo es convulso y muy distinto al que inspira esa naturaleza tranquila y serena antes destacada. El lenguaje e idioma utilizados son exquisitos. Hay avances y retrocesos en la linealidad temporal, si bien ésta es la predominante. Es un estilo minimalista como se ve en la cita que precede al comentario de estas dos novelas. Ha vuelto a llamar mucho mi atención que a la hora de las evocaciones la autora (o el traductor Íñigo Jáuregui) utilice formas como «nos imagino» o «nos veo» con ese pronombre átono de 1ª persona de plural ante una forma verbal en primera de singular; es correcto, pero no es habitual usarla así entre nosotros.
Como en general en toda su obra, Aki Shimazaki  muestra en estas dos novelas el difícil equilibrio entre tradición y modernidad, entre Oriente y Occidente, entre empresa y familia; también el azar, el amor y la identidad en la sociedad japonesa. 
«Dibujo en mi mente una cadena, cada uno de cuyos eslabones lleva un nombre:Shôji - yo - mi último amante Mitsuo - el periodista de su revista Azami - el hombre que le dio la revista al diplomático - la mujer del diplomático que vino a la librería - su hija Hanako - Tarô. Todos están relacionados, directa o indirectamente. Si no hubiese conocido a Shôji, probablemente no habría tenido a Tarô, aunque Shôji no sea su padre.»

"LAS GRATITUDES" de Delphine de Vigan

«Envejecer es aprender a perder.
Asumir, todas o casi todas las semanas, un nuevo déficit, una nueva degradación, un nuevo deterioro. Así es como yo lo veo.
Y ya no hay nada en la columna de las ganancias.
Un día ya no puedes correr, ni caminar, ni inclinarte, ni agacharte, ni levantarte, ni estirarte, ni encorvarte, ni darte la vuelta de un lado, ni del otro, ni hacia adelante, ni hacia atrás, ni por la mañana, ni por la noche, ni nada de nada. Solo puedes conformarte, una y otra vez.
»

Delphine de Vigan, Novelistas francesas actuales
Este libro es de la francesa Delphine de Vigan. Entré en él con prevención y expectativas algo negativas. ¿Motivo? Pues simplemente que "Nada se opone a la noche" no me llenó lo mucho, y ni siquiera lo mínimo, de lo que esperaba de ella dada la magnífica acogida que estaba teniendo -y tiene- entre los lectores. No sé, pero no me gustó demasiado. Sin embargo, ésta, Las gratitudes, me ha llegado bastante adentro, me ha conmovido, me ha parecido bien escrita, una historia además de realista muy, muy, verosímil.
Me ha valido la reconciliación con esta escritora francesa y ya sólo por ello salgo reconfortado a la par que emocionado de esta novela corta, que presenta el asunto de la vejez de una manera real. Estamos ante una mujer anciana, Michka Seld, que un día pide ayuda a Marie, una mujer joven a la que le une una relación casi familiar. Resultado de los achaques propios de su edad se le presenta la necesidad de ingresar en una residencia de ancianos. Michka padece afasia, dolencia neurológica que le hace difícil encontrar los términos correctos del lenguaje.
En la Residencia la atiende individualmente Jerôme, un logopeda que intenta ayudarla. La relación de la señora Seld con Marie y con Jerôme llenan las páginas de esta novela corta. Ambos jóvenes pretenden ayudar a Michka, pero en verdad ellos también se benefician de esta relación, pues la anciana se interesa mucho por sus problemas: la relación de Jerôme con su padre o el embarazo por el que está pasando Marie.
«¿Sabes? Yo no quería tener hijos. Por nada del mundo. Ni familia, ni hijos. Nada de nada. Si no hubieseis vivido en el piso de arriba, me habría quedado tan pancha. No era más que una bacina... una vecina, tranquilita en sus roscón. La primera vez que viniste, no sé si te acuerdas, llevabas no sé cuánto tiempo sola en casa, uno o dos días, no quisiste decírmelo, esa vez yo también me pegué un buen gusto. Comiste y te fuiste. Me pasé la noche en veda. Luego volviste por segunda vez, con esos ojos, con esos ojazos tuyos que me empeoraban, y te abrí las puertas de mi casa. A partir de entonces volviste una y otra vez, y cada vez que venías yo te recogía, pasabas tardes enteras, y acabé comprando rotuladores, y papeles de colores, y tijeras, y los almirantes del zoo, no sé si te acuerdas, las cebritas de plástico eran tus favoritas, y la plastilina, y luego los polos de Coca-Loca, que metíamos en él c... consolador.»
«— Debería estar prohibido envejecer. Pero, bueno, ya que estás aquí, aprovecho para decirte algo: me gustaría que me abreviaran.
— ¿Cómo?
-Para mi falaral. Una abreviación..., unos canapés y se acabó. Como la señora Crespin, parece que estuvo muy bien la cosa

Aki Shimazaki y Delphine de Vigan. (A pares XLIII)

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