
IMAGEN DE GOOGLE.
Alba abrió la ventana para dejar pasar al rayo de luna, que con impaciencia rasgaba el cristal llamando su atención.
Al hacerlo, éste la atravesó.
Alba miró sus manos teñidas de luna asombrada porque no era su sangre, no tenía su olor. Era sangre de océanos secos, enredándose entre sus dedos. Salpicando el suelo al caer sin prisa, formando una pequeña cascada de níveas gotas.
Lo más extraño es que no sintió dolor.
No se puede sentir cuando ya estás muerto.
Busqué las esquinasa las palabras,no encontré bordes,ni vacíosque llegarana hilar el sentido,para que el recuerdosupiera regresar.Porque hiere,hierela absoluta ignorancia.
Beatriz Cáceres.
