Despertar sin saber donde está todo el mundo, desorientado, mirando a un mundo que dejó de existir tal y como lo recordabas. ¿Recuerdos? Sin dudas, avanzar hasta que estos se recompongan en tu memoria quan viejo rompecabezas. Pieza a pieza, pincelada a pincelada, grano a grano viendo como todo intenta ser una parte de lo que fue. Construido a cada paso, y cada paso es uno hacia la plenitud de un mundo yermo. Por suerte, de tanto en tanto podemos reconocer algún sitio y llamarlo hogar.
Un hogar por construir por completar, un lugar de reunión, un páramo donde las bestias reposan, aunque la mayor bestia sea yo. Donde otros, más aferrados a su fe, paran para rezar cualquier estrofa de un estúpido e inservible rezo. No hay dudas, algo a pasado y no logro saber el qué, por ello no queda otra que continuar caminando, por un camino desconocido lleno de preciosos peligros. ¿Mágia? No, belleza, como un lienzo de autor famosos, cada pincelada se plasma en un detalle magestuoso.
¿Un héroe? No lo sé, me asaltal las dudas, cuando tras destruir todo a mi paso tengo la sensación de no ser correspondido por aquellos que vigilan mis movimientos. ¿Qué ha pasado? ¿Porqué todo está así? Algo me dice que todo aquello no es casual, que al final del camino encontraré una respuesta. Aunque tras un largo día lleno de caminos tumultuosos solo se generan más preguntas en mi interior. Descansar, eso es lo que quiero, poder cerrar los ojos y dormir en paz.
Un bastión, un lugar de cobijo, donde algunos no reunimos con la fe que otorga el saber que estás protegido. ¿Seguro? No hay lugar seguro en un tiempo donde todo está destruido, todo por contruir, todo se genera al paso firme. Paso firme lleno de lagunas, ¿qué estoy haciendo? No lo sé, pero no queda otra que continuar caminando, continuar destruyendo. Quizás por ello uno crea que su influencia en todo esto es insignificante.
Un hogar, o algo a lo que se asemeja, un sitio donde descansar e incluso prepararse para otro largo viaje. Los ojos engrandecidos por las bellezas del mundo son fácilmente confundidos, ya que el mundo está lleno de peligros. Caminos llenos de enemigos – intrépidos ellos – que se lanzan a nuestra caza, sin dudarlo a penas. Con un sólo objetivo, dar caza a ese extraño ser, dar caza a ese guerrero que perturba la tranquilidad de un perfecto paisaje.
Así pues, sin dudarlo, vuelvo a casa – al Bastión – con la pesadumbre de creerme un enemigo. Con la eterna duda de pensar que aquella misión jamás fue acometida con el sentido que uno creía al principio. ¿Qué estoy haciendo? Sin duda, no lo sé. Sin rumbo, vuelvo a casa, me encomiendo a la gente recién conocida creyendo necesario reconstruir lo que está destruido. ¿Qué pasó?¿Cuál es el terrible motivo que me lleva a actuar así?
Querer saber, desear conocer, sólo por tranquilizar un corazón dubitativo. Por dar sentido a unos actos que vienen y van sin ningún tipo de objetivo.¡Basta! Ya no quiero más destrucción, el mundo es explendido tal y como lo he conocido y salvo alguna que otra terrorífica estatua de alguna vida no muy lejana, me creo el intruso de una existencia milenaria. ¿Héroe? Mejor llamarme individuo, ser habitante de lo extraño.
Por ello quiero parar, por ello quiero descansar, sólo en éste pequeño lugar lleno de luz, de paz, de tranquilidad. En esta humilde morada donde el silencio impera, donde el ruido asustando huye despavorido ante el evidente rechazo a aquello que perturba. Un lugar donde descansar, donde dejar de pensar, donde dejar mi pesar. ¿Quién soy? Y que más da, quiero tumbarme, cerrar los ojos y al abrirlo dedicarme sólo a contemplar. A contemplar un mundo lleno de luces que admirar.