“El fornido y bronceado hombre joven espera sobre las sábanas a que ella termine de desvestirse, la esbelta mujer, coqueta y segura de si misma, desabotona su vestido rojo, hasta dejar al descubierto unos senos perfectos y turgentes. Él la mira con el deseo prendado de sus piernas torneadas y sedosas, su cabello abundante y su alineada sonrisa de dientes blancos. El cuarto huele a gardenias. Gateando, la hermosa chica se mete entre la lencería, hasta alcanzar su oído para susurrarle un te deseo”.
¿Quién puede decir que el párrafo anterior es una escena erótica real? Es un cliché. Una escena preparada de ficción. Para el erotismo real, no hace falta todo ese ambiente estudiado en esos cuerpos sin mella. Para vivir el erotismo en pareja, solo hace falta estar vivos y dar gracias por tener un cuerpo y alguien con quien compartirlo. Cuantas veces nos salvan los gustos distintos, el enamorarse de una mirada, de una sonrisa, de un discurso, de un acto sencillo. Los olores hormonales son culpables de atraer a nuestras parejas sin detenernos a valorar cada uno de los detalles impuesto por los creadores de películas, los concursos de bellezas y otros estereotipos creados. Medirse con estos estándares resulta absurdo para la mayoría de nuestros cuerpos. Cuerpos perfectos los de la mayoría de nosotros, sí, pero porque respiran y laten; aunque tengan cicatrices y marcas, pelos en lugares inesperados, arrugas y gorditos.
Erotismo…Eros significa amor según la mitología griega (el equivalente romano es Cupido) y istmo es movimiento. Somos eróticos cuando nos movemos hacia el amor. Cuando estamos cómodos dentro de nuestra piel de cualquier edad, de cualquier color, con rasgos que nos distingan. Piel que emita olores y que sude y que sangre. Piel que busque el consuelo de otra piel para apagar los fuegos, saciar el hambre, calentar los fríos. Erotismo es moverse sin prestar atención a los bordes de la decencia y derramarse de gusto al roce de unas manos tibias.
La novelista española Marisol Esteban estuvo en el panel para presentar el libro “Al Borde de la decencia” una noche de Noviembre del 2019 en Madrid. Una de las historias que resaltó fue:“Yo el fisgón de Doña Elena”.Marisol refirió que al leer el título pensó que se trataría de una historia más de un voyerista. Luego dijo que le fascinó leer sobre una escena en efecto voyerista, pero donde la observada era una mujer cocinando y amasando, de piernas gordas y rostro sudado.
Podríamos creer erradamente que todos los relatos de este libro están enfocados al sexo y sus prácticas. Aunque hay un componente de erotismo fino en muchos de los relatos, la indecencia a la que la autora nos enfrenta tiene que ver con diferentes situaciones que retan al humano en su discernimiento y libre albedrio. “Verde, gris y rojo” nos plantea crudamente los crímenes a los indígenas y al medio ambiente. “A la medida” toca sutilmente el tema de la homosexualidad. “El canto del cisne” bordea el tema de la eutanasia. De mangos y mujeres divinas es un cuento sobre el que se puede abrir un debate acerca de los “piropos” tan cuestionados hoy en día por los defensores del feminismo y los derechos de la mujer. “Lo que le debo” y “Mateo el matemático” plantean el síndrome de Diógenes en el primero y el abandono en ambos. “La Cayenera” y “Mendigando minutos” la locura y la pobreza. Son relatos para adultos, sí… Pero solo por los temas intensos que trata. Sin la aspiración de resolver nada, solo plantearlos, ponerlos sobre el tapete y con suerte llegar a estremecer las fibras más profundas de la voluntad moral.
Compartamos una parte del prólogo del libro escrito por los editores:
El libro de historias cortas, “Al borde de la decencia” acaba de ser nominado en los International Latino Book Awards del 2020 a celebrarse en Los Ángeles, California como mejor libro de relatos cortos, además de recibir el premio Anaïs Nin de Literatura Erótica 2019. Literatura erótica. Sí, pero no solo. Efectivamente, estos relatos que bordean la decencia guardan en sus páginas una alta carga de erotismo, de elegante, divertido e inteligente erotismo. Leeremos sobre mujeres que estallan de deseo como palomitas de maíz, esposas buenas con ganas de ser un poco malas, hombres cuya imaginación se exalta y su osadía se dispara al contemplar las formas de una orquídea, señoras que fantasean con acariciar machos empapados recién caídos de las nubes, maridos novatos que fingen sabérselas todas en su noche de bodas, jefes y secretarias rezando curiosos rosarios en la oficina… Pero Nery Santos va mucho más allá de lo erótico cuando de lo que se trata, lo que nos propone, es, más que bordear la decencia, adentrarse en sus límites, saltarse la barrera y echar a correr. Correr hacia la zona donde la iluminación se va haciendo cada vez más tenue, los olores, más penetrantes, la imaginación, más ávida, los deseos, más reales. Adentrarse en el irresistible mundo de lo prohibido, de lo que no nos enseñaron nuestros padres, lo que horrorizaría sin duda a nuestros suegros.
Los personajes de Al borde de la decencia deciden un buen día traspasar esos límites y consiguen de un modo u otro escapar de la prisión en la que los metió la vida. La celda que los retenía puede estar hecha de normas morales o de preceptos religiosos, pero la perspicaz y certera pluma de Santos detecta muchos más tipos de encierro y reconoce como cárcel también la monotonía («La maleta»), el propio cuerpo envejecido («En el nombre de…»), los traumas infantiles («Mateo el matemático» o «Lo que le debo»), la miseria («La Cayenera»), los roles machistas («Se busca secretaria ejecutiva»), los prejuicios raciales («Verde, gris, rojo»), los celos, el orden, la timidez, una madre posesiva… —tantas cárceles existen como historias personales, ¿quién no ha estado alguna vez atrapado?—.
Los protagonistas de los relatos de Santos tienen en común una condena que no merecían y la autora nos los presenta en el momento en que descubren el resquicio por el que escapar. Los vehículos que se revelarán ideales para la fuga son dos, en el fondo uno: el sexo y la literatura; en última instancia, la imaginación.
El acto sexual como revolución. Podemos romper todo tipo de cadenas revelándonos a golpe de cadera, eso es bien sabido, pero bueno es recordarlo. Pero también es verdad que el sexo no solo está en la piel, se gesta en nuestra cabeza, y el deseo que no llega a consumarse se convierte en sí mismo en llave para escapar de la gris realidad («Desde mi balcón», «Osadas orquídeas, atrevidos mejillones»). Ya en el primer relato, en el que un ama de casa afincada en la calma y la rutina toma conciencia de su aburrimiento, aparece la necesidad del deseo como detonante del cambio. Y Santos propone el libro como el mejor de los juguetes eróticos, con el que dejar volar la imaginación y despertar toda clase de apetitos.
Encontramos así también desde el principio el otro gran eje que vertebra el libro: Al borde de la decencia es una declaración de amor a las letras. Al oficio de escribir y al placer de leer — qué tentador escapar de fuera a dentro sumergiéndose en una biblioteca que se convierte el aleph particular y acogedor, como el protagonista de «El mundo entero»—. Muchos de los relatos giran en torno a la relación transformadora que se establece entre autor, obra y lector. En «Destinos de papel», la autora eleva a la máxima expresión el poder sanador de la escritura. Una escritora enferma y asustada, antes de ser ingresada a quirófano, escribe un final feliz para su propia historia y lo guarda bajo su almohada. Lo escribe para ella, mas si su texto cae en otras manos el protagonista cambiará, el nuevo lector hará suya la historia y se convertirá en «destinatario» y saldrá transformado. A eso aspira Nery Santos, a que sus deseos se conviertan en los nuestros y nos despierten, nos muevan, nos conmuevan y revolucionen.
Y hablando de devoción por la literatura, en las páginas de estos relatos con forma de cárcel reventada nos topamos con uno de sus grandes dioses. Claro, don Miguel. En su celda sevillana, esta vez más literal que literaria, la autora lo imagina en plena fiebre creadora dando a luz a don Quijote y Sancho y escapando con ellos a las llanuras castellanas.
Les invitamos a adentrarse en la indecencia, a hacer uso de este libro como puerta para atravesar la realidad y salir, como Alicia, al otro lado del espejo. A convertirlo en mirilla por la que espiar al otro y descubrir que en el siguiente párrafo, ya se ha convertido en uno mismo. Como en los mejores sueños…
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En la dedicatoria que la autora hace a sus hijos se define lo que es para ella ser decente o valga la redundancia, ser indecente.
Se pasa uno la vida enseñando a sus hijos a seguir los caminos de la decencia. Hasta que uno descubre que la verdadera decencia esta en enseñarles a no faltarse el respeto a su propia naturaleza y a sus convicciones, así como a cultivar sus dones hasta hacerlos florecer.
Enhorabuena por este nuevo libro que nos invita calladamente a revisar conceptos como el erotismo y la decencia entre muchos otros.