Revista Política
Los sucesivos gobiernos griegos desde el socialdemócrata PASOK hasta el conservador Nueva Democracia han terminado de conducir a Grecia a la bancarrota. Y digo terminaron de conducir porque la enconada situación en la que se encuentra la república helénica no se puede explicar solo retrotrayéndonos quince o venite años. Probablemente estemos ante el único Estado fallido o inconcluso de la Europa Comunitaria. No pocos comentaristas han hecho referencia a la deuda que occidente tiene con la Hélade por la introducción del sistema democrático. Pero la historia de la Grecia independiente poco tiene que ver con la democracia. La carencia de la tradición democrática del moderno Estado Griego va pareja con muchos de los países de la Europa del sur, lo que más llama la atención es que el proceso de formación de un Estado moderno también se ha quedado en el tintero de la república helénica. El economista Joseph Stiglitz que hace poco pedía en NO en el referéndum griego y tiraba de las orejas a Europa por olvidarse de la enorme deuda que el continente tiene con la pequeña república. Me temo que Stiglitz debe repasar los libros de historia. Porque el sistema democrático actual más debe al parlamentarismo británico o la ilustración francesa que a la democracia ateniense. Un sistema donde menos del 20% de la probación masculina tenía derecho a participar de los asuntos de la Polis. Stiglitz parece olvidar que sólo los hombres adultos hijos de padre y madre ateniense que hubieren cumplido el servicio militar podía ostentar el honor de ser ciudadano, Las mujeres, extranjeros (metecos) y esclavos, porque sí señor Stiglitz, estamos ante una sociedad esclavista, obviamente estaban desprovisto de cualquier derecho político. También parece olvidar el economista del FT que el poderío Ateniense se basaba en un próspero comercio cuya base era la enorme estabilidad de la moneda ateniense. El Dracma ateniense fue una de las monedas de referencia en el Mediterráneo oriental debido a la estabilidad de su pureza. No en vano algunos historiadores sostienen que las treinta monedas que recibió Judas por delatar a su Señor eran tetradracmas de Tiro. Pero aquí concluyen las semejanzas entre la historia de la Grecia clásica y la actual república helénica. Al igual que España, la Grecia moderna ha pasado por un periplo de revoluciones liberales inconclusas, regímenes monárquicos conservadores y hasta una guerra civil que, con el paso del tiempo, terminó en un golpe de Estado y la dictadura de los coroneles. Pero al contrario que los distintos regímenes de la España contemporánea, el devenir griego no estuvo acompañado por la construcción de un Estado moderno. La construcción y ampliación del Estado griego estuvo marcada por una eterna rivalidad con su antiguo dominador: el Imperio Otomano. La esperanza decimonónica de alzarse con una gran Hélade que comprendiese no solo las islas turcas del Egeo sino, incluso, la ilusión de hacerse con Constantinopla marcaron el siglo XIX griego. De hecho, tras la I Guerra Mundial los griegos se hicieron con el control de zonas de Anatolia occidental y las islas hasta la revolución kemalista que, tras una guerra exitosa, renegoció los tratados en Lausana en 1922 recuperándolos. El eterno enfrentamiento con Turquía toma su vertiente más evidente en la división de la Isla de Chipre, donde una república chipriota convive con la república turca de Chipre del norte. Durante los años 60 hubo un movimiento en Chipre y Grecia a favor de la Enosis o asimilación. Este eterno antagonismo es el que está manteniendo los presupuestos de defensa helenos en un nivel insostenible. El caso es que la situación estratégica de Grecia en el Mediterráneo oriental ha hecho que sea la niña mimada de occidente. Winston Churchill se repartió con el Mariscal Stalin la península de los Balcanes quedándose Grecia, lo que hizo que la URSS abandonase a su suerte a las milicias del KKE. Una Inglaterra exhausta por la guerra no podía hacer frente a sus compromisos con la monarquía griega, así que fue Estados Unidos quien, en 1947 tomó el testigo iniciando así la Doctrina Truman de contención del comunismo. Desde entonces, Grecia ha contado con numerosas ayudas por parte de occidente para mantener en sus manos el mediterráneo oriental. Su temprana pertenencia a la OTAN y la entrada express en las Comunidades Europeas en 1981 se debió más a consideraciones geopolíticas que de carácter económico. Y de aquellos polvos nos llegan estos lodos. Las cuantiosas ayudas que Grecia lleva recibiendo desde su adhesión en 1981 no han servido para que consolidase unas muy débiles estructuras estatales y pusiese en orden su economía. Muy al contrario, sirvieron para mantener subvencionado un país que seguía sin contar con una estructura recaudatoria digna de tal nombre. Pero como el viento de la economía soplaba a favor de las economías europeas no importó demasiado. La negligencia no fue unidireccional, sino que las sucesivas Comisiones Europeas no hicieron nada por fiscalizar dónde iban los cuantiosos fondos europeos. Pero es sintomático que, pese a la entrada en bloque de Europa del Este en 2004, Grecia continuase en la cola de las estadísticas económicas de la Europa Comunitaria. Hoy sabemos que el proceso de formación de la Unión Monetaria se hizo mal, se comenzó la casa por el tejado. Hoy sabemos que resulta ilusorio compartir una moneda sin instituciones fiscales y económicas únicas. El Euro comenzó siendo la moneda común, no la moneda única. Fue la crisis griega (y las sucesivas crisis portuguesa, irlandesa y española) la que puso de manifiesto estas deficiencias. De hecho muy pocos países cumplían los estándares para entrar en la moneda común. Hasta Alemania tenía en aquella época un problema con su abultado déficit público. España tuvo que privatizar hasta la camisa para conseguir los ingresos necesarios que equilibrasen nuestras cuentas públicas, que sino ni con esas entrábamos. Así, obviando muchos ítems de Maastricht se fueron colando países en la moneda común. Pero el más escandaloso fue la entrada griega. Fue un timo en toda regla, y lo peor de todo es que las instituciones europeas lo sabían. Pero había un empeño franco-alemán en que Grecia entrase en el Euro. El abultadísimo presupuesto militar griego iba a parar principalmente a empresas armamentísticas alemanas y francesas, por lo que era necesario que éste país operase en la misma moneda que sus suministradores militares. Todo fueron días de sol y miel mientras la economía fue viento en popa, pero el llamamiento del Presidente de la Comisión Europea de entonces, Romano Prodi, a concluir una unión monetaria inconclusa cayó en saco roto. La constatación de que el gobierno griego había maquillado sus cifras macroeconómicas con ayuda de la banca de inversiones americana Goldman Sachs, desató la crisis crediticia que puso en jaque la moneda única y dejó al descubierto las vergüenzas del Euro. Se había comenzado la casa por el tejado. Había una moneda única basada en la buena voluntad de la convergencia de los gobiernos de los Estados Miembro, pero no auténticas instituciones económicas comunes. La crisis griega iba a poner los cimientos para construir a toda prisa las instituciones necesarias y terminar de configurar el BCE como prestamista de último recurso. Los sucesivos rescates a Grecia han sumido al país a una recesión pocas veces vista en pos de la reducción del déficit. La sacrosanta doctrina de la estabilidad presupuestaria no se puso en duda hasta la fecha. Pero la crisis griega también puso en tela de juicio la negligencia de los sucesivos gobiernos de los partidos de centro izquierda y centro derecha. Ambos partidos derrocharon los cuantiosos fondos europeos no en modernizar las infraestructuras o las estructuras del Estado y la economía helenas, sino para fortalecer sus respectivas redes clientelares. Hoy sabemos que Grecia apenas tiene concluido un catastro actualizado, motivo por el cual no tiene una estructura recaudatoria digna de tal nombre. No se paga IBI, no existe una Agencia Tributaria Independiente que recaude unos impuestos que financien al Estado. Hoy muchos son los problemas del Estado griego, pero el principal, a mi entender, es que carece de las estructuras básicas que definen a un Estado Moderno. Fue la evidencia de esta descomposición de los partidos tradicionales y un sistema electoral retrocido que premia con cincuenta escaños al partido vencedor lo que auparon a la coalición marcadamente de izquierdas Syriza al poder. Se buscaba contener una crisis bancaria que afectaba al corazón de Europa, ya que gran parte de la deuda griega moraba en bancos alemanes y franceses, poseedores de la misma para financiar su propia industria armamentística. La agónica negociación a cara de perro de los últimos cinco meses no ha concluido de manera exitosa debido a errores de cálculo por ambas partes. Los acreedores pensaban que podían tensar la cuerda todo lo que quisieran porque Grecia no se podía permitir el lujo de cortar por lo sano, lo que no les quita razón. Carecieron de realismo político al exigir a Syriza que aplicase estándares que se cumplen en muchos países del Euro: jubilación a los 67 años, endurecimiento de las prejubilaciones y subir el IVA del turismo. Carecieron también de realismo económico al no poner encima de la mesa una quita de la deuda. Los acreedores debieron hacer de la necesidad virtud y ceder en esa ficción a Tsipras. Ficción porque Grecia no va a poder pagar esa deuda de ninguna de las maneras, así que lo inteligente hubiera sido una concesión graciosa de los acreedores a cambio de unas reformas que el PM griego hiciera digeribles a sus socios de gobierno. Pero el experto en teoría de juegos que es el ministro de finanzas griego, decidió jugar con el futuro de su país y tomar la salida que la Eurozona pensaba que no se podía tomar. Se rompieron todos los puentes. Tsipras anunció un referéndum sobre no se sabe muy bien qué, se cerraron los bancos, se produjo el primero de los impagos a los acreedores y las negociaciones entraron en punto muerto. Si no se puede responsabilizar a Syriza y Tsipras de la situación griega que heredaron, sí se puede empezar a culpar de lo que pase a partir de ahora. El referéndum es una huida hacia adelante del gobierno de Tsipras, aunque es una huida a la que le han obligado los acreedores por su escasez de miras. No sabemos si Tsipras y Varoufakis con su actitud chulesca tensaron las negociaciones a propósito, pero lo que sí parece cierto es que Tsipras difícilmente hubiera conseguido que su grupo parlamentario aprobase el acuerdo conseguido en el Eurogrupo. Así que, la incapacidad de los acreedores por un lado, y la del propio Tsipras que no controla la totalidad de su grupo parlamentario empujaron a Grecia al abismo. Con el referéndum Tsipras pasa la patata caliente al pueblo griego en una muestra de impotencia política de libro. Si gana el NO, según el PM, tendrá más fuerza para negociar con el Eurogrupo aunque no sabemos si éste hará la misma lectura. Si gana el SÍ, Tsipras según sus cálculos políticos, tendrá la fuerza suficiente para imponer el acuerdo del eurogrupo a su propio partido. Problema: cada hora que pasa se tiene más claro que debería dimitir en caso de que ganase el sí debido a su posicionamiento a favor del NO. El problema es que hoy por hoy el referéndum no vale de nada a la posición griega. El rescate ha expirado y Grecia debe negociar un tercer rescate desde cero, una negociación que podría llevar semanas o meses y que debe tener la aquiescencia de todos los parlamentos de la zona euro, lo que podría dilatar aún más el proceso. Si el referéndum se hubiera realizado en Enero, aún podría haber servido para fortalecer la negociación de Grecia aún bajo el paraguas del segundo rescate, pero hoy la situación es desesperada. La República Helena debe negociar un tercer rescate con su economía agonizante, un control de capitales, el default a las puertas y sin el paraguas del rescate. Solo la financiación de emergencia del BCE mantiene a flote la débil banca griega. Por eso, en mi opinión el referéndum cambia muy poco. Se pregunta al pueblo griego si quiere aceptar unas condiciones que ya no están sobre la mesa acerca de un rescate que ya ha expirado. No obstante, como estamos ante un terreno inexplorado del tortuoso proceso de integración europea, éstas líneas son solo una reflexión sobre los orígenes de la crisis griega, los posibles escenarios del día después los veremos en breve.