
"Hacía ya un calor agobiante. Desnudo, hundido en la cama,con los ojos abiertos, Albert Chassaing apretó el botón del ventilador de plástico azul que había en la mesilla. Una sensación de aire y frescor.El sudor se enfriaba en su cara, en su torso y en sus muslos. Por fin respiraba."
Dicen que las lágrimas provocadas por esos dolores que no se tratan con medicinas, más que mostrarnos vulnerables, nos muestran inofensivos, ya que quien tenemos delante percibe la opacidad de nuestra vista en ese momento. Otra teoría es que es un mecanismo de defensa, ya que desarman muchas veces a quien nos ve llorar. A saber,o tal vez ya se sabe pero yo no conozco la teoría más acertada. Si que es cierto que hay quien llora con más o menos facilidad y tal vez por eso me llamó la atención el título de este libro, por el acto íntimo que representan las lágrimas. Sin embargo,no fue hasta ver unas cuantas opiniones,que no me decidí por su lectura. Y por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, Al envejecer los hombres lloran.
Conocemos a Albert un 9 de julio de 1961. Un día importante para un pequeño pueblo en el que todos se conocen, porque llegará a su casa el primer televisor. No porque él tenga interés en esas cosas modernas, esa es su mujer que parece irse transformando en alguien diferente mientras espera la vuelta de su hijo mayor de la guerra. El mundo cambia, y con un hijo en Argelia y otro curiosamente aficionado a la literatura, con una madre que vive en un pasado en el que Albert se sentía mucho mejor y una hermana que parece haber olvidado el pasado tanto como su madre el presente, este hombre que se sigue viendo como un campesino no parece encontrar su sitio.
A veces, lo cotidiano puede también contarnos la historia de una época completa. Leía hace poco, que cada persona lleva en su memoria la historia más reciente de la humanidad, y posiblemente sea así. Cuando lo cotidiano se reduce a una familia y a esa familia se le otorgan veinticuatro horas... algo pasa. Un choque, un punto de inflexión, un cambio: siempre hay un detonante, una gota que hace rebosar el vaso, y esa gota es la llegada de un televisor a casa de Albert. Una familia en un pequeño pueblo que supone ese punto justo entre pasado y futuro que hace temblar el presente, y eso es justo lo que nos presenta Seigle en una novela calificada como minimalista y sentimental por la crítica.
Seigle nos habla de muchas cosas en esta novela corta. Nos habla de un excombatiente de la Segunda Guerra Mundial, incluso preso, que mira un futuro que no le convence mientras observa a su mujer avanzar hacia ese futuro. No encuentra su sitio en esa rutina cotidiana en la que se han instalado unas novedades impuestas con suavidad y otras sin haberle pedido opinión.Mira su familia y se descubre vacío en ella,hasta que la posa sobre su hijo pequeño. Tal vez sea ese hijo más que la llegada del televisor lo que le haga consciente de que las cosas ya no son como él las recuerda,como las quiere; su hijo lee. No sólo eso sino que se aferra a las páginas de Eugene Grandet como si pudieran decirle sobre la vida más que sus propios padres,dejándolo indefenso ante esa muestra de conocimiento infantil sobre su propia capacidad. Y ese es el camino por el que nos lleva la novela, el de Albert, un hombre que se busca y encuentra el camino que considera adecuado a lo largo de esas 24 horas que bien pueden resumir la historia de la época en un instante único. Y un epílogo redentor narrado por ese hijo que iba para literato, Giles, y que con una voz ya madura nos pone un broche.
Me ha gustado la historia, he encontrado personajes tratados de forma desigual y algún que otro cliché que encuentro hubiera podido ahorrárselos, pero en conjunto me ha gustado esta historia. Salvo el epílogo, que por tener fuerza propia consigue que pierda fuerza todo lo anterior, desequilibrando la novela, o al menos esa fue mi percepción. La de estar leyendo una historia a la que buscaron un final con el único objetivo de hacerla redonda. O no, tal vez simplemente no terminé de congeniar con la novela y por eso no conseguí dejarme arrastrar por las palabras de Seigle.
La verdad que me ha dado rabia no encontrarme el maravilloso libro que creía que era, pero supongo que muchas veces simplemente no congeniamos con las letras que tenemos delante. ¿Cuál es el último libro con el que os pasó?
Gracias
