Entrevistador: ¿Seguiría escribiendo si no hubiera lectores?
Georges Simenon: Desde luego. Cuando empecé a escribir no pensaba que mis libros se venderían. Más concretamente, cuando empecé a escribir artículos comerciales -relatos para revistas y cosas así- para ganarme la vida, pero yo no lo llamaba escritura. Cada noche, escribía un poco para mí sin pensar en que llegara a publicarse nunca.
Entrevistador: Probablemente tiene más experiencia que nadie en el mundo en hacer lo que acaba de denominar escritura comercial. ¿Cuál es la diferencia entre esta escritura y la que no es comercial?
Georges Simenon: Toda obra es “comercial” no sólo en literatura sino también en la música, la pintura y la escultura, en cualquier arte que se hace para determinado público o para cierto tipo de publicación o para una colección en particular. Claro que hay distintos niveles de escritura comercial. Puede haber cosas muy malas y cosas muy buenas. Los libros del mes, por ejemplo, son escritura comercial, pero algunos de ellos están muy bien hechos, prácticamente son obras de arte. No del todo, pero casi. Y ocurre lo mismo con ciertos escritos para revistas, algunos son maravillosos. Pero raras veces son obras de arte, porque una obra de arte no puede hacerse pensando en satisfacer a un determinado grupo de lectores.
Entrevistador: ¿Cómo modifica este aspecto la obra? Como autor sabe si ha hecho una novela a medida del mercado o no, pero, contemplando su obra solamente desde el exterior, ¿qué diferencia vería el lector?
Georges Simenon: La gran diferencia sería las concesiones. Al escribir con cualquier objetivo comercial siempre tienes que hacer concesiones.
Entrevistador: ¿Respecto a la idea de que la vida es buena y ordenada, por ejemplo?
Georges Simenon: Y la perspectiva moral. Puede que ésa sea la más importante. No puedes escribir nada comercial sin aceptar algún código. Siempre hay un código, como el código de Hollywood, y los de la televisión y la radio. Por ejemplo, ahora hay un programa nuevo en televisión, probablemente es el mejor programa de teatro. Los dos primeros actos son siempre de primer nivel. Te da la impresión de que es algo completamente nuevo y fuerte, pero después aparece la concesión. No siempre es un final feliz, pero siempre hay algo que lo arregla todo desde el punto de vista de la moralidad o la filosofía, ya se lo puede imaginar. Todos los personajes, que estaban muy ben construidos, cambian completamente en los últimos diez minutos.
Entrevistador: ¿Siente en sus novelas no comerciales que no necesita hacer concesiones de ningún tipo?
Georges Simenon: Nunca las hago, nunca, nunca jamás. Si las hiciera no escribiría. Resulta demasiado doloroso hacerlo si no va a llegar al final.
Georges Simenon
The Paris Review, 1955
Foto: Georges Simenon en París, 1962