Nuestros hijos se han vuelto forofos de las películas de miedo... Cuánto más terroríficas y sanguinolentas, más disfrutan. Van al cine a cada estreno, pero también las buscan por internet, e incluso se unen los hermanos para ver estos horrores en sus cuartos con las luces apagadas, momento en que una de nosotras se divierte dando un golpe seco en la puerta de la habitación. El grito de pánico que se escucha tras el vano hace las delicias de la progenitora que, acto seguido, abre y les dice a los vástagos con cara de no haber roto un plato... ¿venís a cenar? La comida está servida....
Nosotras no compartimos esta afición por el cine de terror. Nos quedamos en aquella película en la que George C. Scott llora la pérdida de su familia en un nuevo, apacible y solitario hogar que esconde secretos al final de la escalera....
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Nosotras nos valemos de las escaleras de amigas, porque nuestros hogares no la tienen, y... visto lo visto, quizás sea mejor y nos eviten sustos de película, ¿no creéis?