Revista Cine
Kent Haruf me conquistó con "Nosotros en la noche", por lo que no dudé en introducirme en su Trilogía de la llanura en cuanto supe que se editaría en nuestro país. Al final de la tarde es la continuación de La canción de la llanura.
Regresamos a Holt, esa comunidad imaginaria donde transcurre la vida entre el colmado, las reses, el colegio, el bar y restantes elementos que conforman el día a día en un pueblo. Allí nos reencontraremos con, por ejemplo, los inolvidables hermanos McPheron, con Victoria Roubideaux, aquella joven que fue expulsada de su casa al quedarse embarazada, con el profesor de instituto Tom Guthrie y sus hijos (que esta vez tienen un papel más secundario) o Maggie Jones, y conoceremos a otros personajes nuevos, como el pequeño DJ, huérfano que vive con su abuelo, o el matrimonio formado Luther y Betty, demasiado inmaduros para ser padres. Poco a poco la vida de estos se irá entrecruzando con la de los ya conocidos por el lector, que vuelve con gusto a este discurrir de lo cotidiano entre llanuras y áridos paisajes.
Haruf vuelve a conmoverme con su aparente sencillez, y digo aparente porque hay mucho detrás de cada personaje, de cada capítulo, de cada línea, de cada palabra. Historias tremendas pero reales, que todos hemos vivido o presenciado muy cerca, y que podrían tener lugar en cualquier parte del mundo. Ni que decir tiene que recomiendo este libro sin dudar, y aunque se puede leer de forma independiente, a estas alturas de la historia pienso que se disfruta mucho más si conoces el pasado más reciente de los personajes.
He quedado atrapada en esta maravillosa novela coral con voces perfectamente diferenciadas, con personajes llenos de matices. Una novela evocadora y sencilla, donde Haruf vuelve a mostrar su maestría en las descripciones de lo cotidiano. Este título es más duro y triste que el anterior, golpea fuerte en ocasiones, pero sin caer en dramatismo ni recrearse en él; no obstante, en la historia también hay lugar para el amor, para las nuevas oportunidades y para la esperanza. Me quedo con ganas de más. El autor ya no está, pero sus letras, afortunadamente, siempre estarán ahí.