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Al-Mutamid, rey de Sevilla

Por Manu Perez @revistadehisto

Al-Mutamid, rey de Sevilla

Al-Mutamid, el conocido Rey-Poeta sevillano cuya historia está escrita a base de anécdotas, poemas, romance y épica, en un terreno intermedio entre la historia y la leyenda que recuerda demasiado a Las mil y una noches.

El independentismo iba en los genes andalusíes, y a partir de 1009 surgió una gran oportunidad. Tras la muerte de Almanzor, que había gobernado con puño de hierro en Al Ándalus y había machacado a los cristianos sin piedad, el califato de Córdoba entró en decadencia y su poder se fue diluyendo. Ocasión única que aprovechó una de las familias aristocráticas sevillanas, los  Banu Abbad o abadíes, que habían ido acumulando poder e influencia en Isbiliya. Entonces dieron el paso definitivo y tomaron las riendas tanto de la ciudad como de un extenso territorio adscrito a ella.

No fueron los únicos que se desgajaron del poder central, porque lo que se vivió a lo largo del siglo XI fue la fitna, la división de Al-Ándalus, que durante este período estuvo fragmentado en los conocidos como Reinos de Taifas.

Al-Mutamid

Al-Mutamid, Reino de Sevilla, siglo XI

En este nuevo modelo los mini-estados surgidos se dedicaron a crear sus propias cortes, pequeñas pero opulentas, y a enfrentarse permanentemente unos con otros, en un proceso en el que los peces chicos iban siendo devorados por los grandes, las taifas poderosas, como la de Sevilla, se anexionaban sus vecinos más débiles. A los abadíes no les fue demasiado mal en este sentido, porque su expansión fue descomunal, llegando a abarcar gran parte de la actual Andalucía, Murcia y el sur de Portugal, convirtiéndose en toda una superpotencia dentro del universo taifa.

Pero hubo otras consecuencias en esta fragmentación. Tanto enfrentamiento de unos con otros sólo sirvió para que el equilibrio peninsular se desplazara hacia los reinos del norte. Los tiempos en los que los cristianos vivían atemorizados pensando a quién le iba a tocar ser arrasado por Almanzor quedaron atrás, y ahora eran ellos los que daban miedo a sus vecinos del sur. En estos años comenzaron a comer terreno, produciéndose, por ejemplo,  la toma de Toledo en el 1085.  Los conflictos fueron continuos, y si no avanzaron más fue porque recibían las parias, unos tributos que les hacían pagar a los acaudalados reinos andalusíes, a cambio de su supuesta protección. Una protección que en realidad era contra ellos mismos.

Pero a pesar de tanta guerra de todos con todos y de los tributos abusivos, este período se puede considerar uno de los mejores momentos de la cultura andalusí. Ese afán tan humano, y especialmente ibérico, de mirar al vecino y desear tener lo mismo pero mejor y más grande, ya sea un aeropuerto, una estación de AVE o, en el caso andalusí, un gran poeta a su servicio, hizo que estos reyezuelos lucharan por atraer a los mejores literatos y eruditos, fomentaran la música, la poesía, la astronomía o la filosofía, todo por tener una corte lo más exquisita y refinada. A veces hay buenos tiempos para la lírica. En este sentido, los abadíes fueron el ejemplo más claro, y la palma se la lleva el célebre Al-Mutamid, el conocido Rey-Poeta sevillano cuya historia está escrita a base de anécdotas, poemas, romance y épica, en un terreno intermedio entre la historia y la leyenda que recuerda demasiado a Las mil y una noches.

Al-Mutamid

Al-Mutamid, la corte

Al-Mutamid

Lo que siempre se destaca de él es que atrajo a su corte a grandes poetas de Al-Ándalus y de otros lugares del mundo, y que además él mismo fue un poeta destacado, pudiendo considerársele de los mejores de su tiempo. De hecho, la historiografía sevillana recoge su vida como escrita por un poeta, todo a base de empalagosas e increíbles situaciones.  Por ejemplo, se dice que conoció a su amada y bella esposa, Itimad, mientras paseaba a la orilla del río y ella, humilde lavandera, le ofrecía un verso para terminar el poema que venía improvisando. O su mejor amigo y mano derecha,  Ben Ammar, fue capaz de derrotar a su némesis, el rey cristiano Alfonso VI, en una partida de ajedrez y así evitar que éste conquistara Sevilla.  Traiciones, batallas y almibaradas  anécdotas sobre este personaje que son recogidas por  casi cualquier texto que haga referencia a la Sevilla musulmana. Como si lo único digno de mención que ocurriera en cinco siglos  de dominación islámica de Sevilla fueran las cuestionables andanzas de este hombre, además de que se construyera la Giralda, claro.Al-Mutamid

Al-Mutamid

Lo que no suelen explicar la mayor parte de estos textos es que la corte de Al-Mutamid era muy opulenta, sus versos preciosos e Itimad bellísima, pero su pueblo era pobre y miserable, frito a impuestos como lo tenía, precisamente para mantener esa opulencia, pagar las constantes guerras contra las demás taifas y darle dinero a los cristianos para que no los invadieran. Porque estos reinos eran culturalmente esplendorosos, pero militarmente no tanto, y la gente llana, es decir, todos salvo el rey y sus poetas, no estaban tan contentos con el esplendor cultural de la corte sevillana que, en definitiva, no les daba de comer.

Al-Mutamid

Al-Mutamid, sello

Todo aquello no fue más que el canto de cisne de un Al Ándalus que había estado controlado por la aristocracia de origen árabe (yemení en el caso abadí), y que ahora, en las postrimerías del siglo XI, iba a dejar paso a las etnias beréberes norteafricanas.

Aunque el enfrentamiento con las familias beréberes venía de lejos, fue cuando Al-Mutamid, desesperado por la permanente superioridad militar cristiana, tuvo la genial idea de acudir a la ayuda de los potentes y disciplinados ejércitos norteafricanos de los almorávides, que se produjo la desestabilización final que conllevó el ocaso de su reino y su exilio africano desde el que, como un Antonio Machado de otros tiempos, sólo pudo escribir nostálgicas poesías sobre su tierra. Romántico y esplendoroso final para este cuestionable personaje que ocupa tan alto lugar en la historia de Sevilla.  Eso sí, dicen que los sevillanos no opusieron ninguna resistencia a la llegada de los nuevos ocupantes.

Autor: José María Maesa Márquez para revistadehistoria.es desde http://insensateces-de-un-exiliado-cronico.blogspot.com.es/

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