Revista Libros
Hay un montón de árboles preciosos
saliendo de tus tobillos
guardianes, solitarios pese al frío, puntiagudos.
Perfilan el horizonte
y dan sentido a tu nada.
Ahora, un enjambre de diminutas hadas
emerge de tus bolsillos
trepan a esos árboles, se oyen gritos,
dibujan figuras de chinese pole
en las ramitas.
Casi siempre es de noche en el lugar
al que huiste hace años sonriendo
y delante de los faros sólo ves
el camino que desaparece a tu espalda.
“Esta mujer no podrá sentirse de verdad
en casa en ningún lugar del mundo”
susurra una Elfriede Jelinek anacoreta
suplicando a un dios que ya no existe
en el bosque que se ve desde tu ventana.
Thoreau entre ramas pisándote los talones,
despeinándote al viento los versos de Wordsworth
ya fríos como cuchillos.
La señal que indicará
la dirección de camino a casa.