Hace unos meses una insolación de realidad me hizo pensar que el exceso, ya sea de esfuerzo, de velocidad, de información, de luz, no atenta contra ningún orden, sino contra la existencia misma. Y me acordé de Ray Milland arrancándose los ojos en la secuencia final de El hombre con rayos X en los ojos. Unos ojos que no quisieron sino ver más, siempre más. ¿Será eso la pulsión de muerte? ¿Retorno al no ser?
Y ahora, en el día de hoy, me pregunto si el mundo no está demasiado señalizado para querer ver más o perdernos en caminos que alguna vez nos pertenecieron. Y por ahí, aunque mejor dicho, apuntan estas palabras del sabio José Miguel Valle: "Cada vez se camina menos puesto que cada vez los sitios cotidianos están más lejos (la gentrificación expulsa a las personas de los centros de las ciudades) y los trayectos son más largos (y no disponemos del tiempo ni de la energía atlética suficientes como para desplazarnos andando). Sin la parsimonia metaforizada en el caminar y en el leer y sin el silencio como acceso al musitar palpitante de las cosas, la ensordecedora sonoridad del mundo y su zumbido epocal anestesian las condiciones de la deliberación reflexiva."