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Al pie de la letra (una nueva aventura semántica de Pascualito)
Publicado el 18 mayo 2016 por AngelesUna noche, mientras su madre le ayudaba a ponerse el pijama, Pascualito dijo:-Mamá, dime una palabra que yo no sepa.La madre no se sorprendió mucho por esta petición, ya que conocía de sobra la afición de Pascualito por las palabras. Así que, tras pensar un poco, dijo:-Pacífico. ¿Sabes qué significa pacífico? -No –dijo Pascualito emocionado. Porque Pascualito se emocionaba cada vez que oía una palabra nueva. Incluso a veces, cuando la palabra le resultaba muy especial, daba un respingo y todo. -Pues pacífico –dijo la madre– es lo mismo que tranquilo.Y Pascualito escuchó muy atento todo lo demás que su madre le contó sobre esta palabra. Y así aprendió que además hay un océano que se llama Pacífico y una flor que también se llama así. Y que él era un niño pacífico y que esa palabra está relacionada con la paz.Qué contento se acostó Pascualito, y qué bien durmió, soñando con niños pacíficos que jugaban a la orilla del mar rodeados de flores.
Unos días después, mientras su padre le ayudaba a acostarse, Pascualito dijo:-Papá, dime una palabra que yo no sepa.-A ver que yo piense… –dijo el padre. Y casi en seguida añadió:-Peregrino. ¿A que no sabes lo que es un peregrino? Y mientras negaba con la cabeza, Pascualito abrió mucho los ojos esperando la revelación de este nuevo misterio.
Aquella noche el padre y la madre se preguntaron, sin ninguna preocupación, a qué se debería esa nueva manía de Pascualito de pedir una palabra antes de acostarse, y a continuación cada uno cogió el libro que tenía en la mesita de noche y se puso a leer.
Al día siguiente la madre le dijo a Pascualito:-Anda, cielo, traéme las gafas, ¿quieres? Están en mi mesita de noche.Y Pascualito fue al dormitorio de sus padres, se acercó a la mesita de noche y cogió las gafas, que estaban encima de un libro. Como estaba aprendiendo a leer y no se resistía a probar con todo letrero que se le pusiera por delante, se fijó en el título del libro: Pacífico. Y Pascualito empezó a hacer conjeturas (aunque él no sabía que esas ideas que se le venían a la cabeza se llamaban conjeturas).Entonces en la mesita de noche de su padre vio otro libro. Se acercó y leyó el título: El peregrino de las estrellas. Y Pascualito dio por confirmadas sus conjeturas (aunque él no habría sabido explicar tal cosa).
Todo esto de las palabras nocturnas de Pascualito se debía a que unos días antes había oído a alguien decir: “Nunca te acostarás sin haber aprendido algo nuevo”. Y al niño aquello le había parecido algo que había que tomarse muy en serio, como cuando los mayores dicen: “Nunca te acuestes sin cenar”, o “Nunca te acuestes sin cepillarte los dientes”.Así que Pascualito, cuando se acercaba la hora de acostarse, se ponía a pensar, y si no recordaba haber aprendido nada nuevo aquel día, pedía una palabra. Porque a él le parecía que lo mejor que se puede aprender son palabras. Ya intuía él que con las palabras se aprende todo lo demás.
Y por eso, cuando vio los libros que sus padres tenían en la mesita de noche, conjeturó que ellos también seguían el mandato de no acostarse sin haber aprendido algo nuevo, y que para aprender algo nuevo cada día leían libros, que para eso están llenos de palabras.
Aquí, la primera historia de Pascualito