Al principio no había nada y el ser humano debía utilizar su imaginación. Al principio no había nada y el ser humano podía utilizar su imaginación. Soñaba como sueña cualquier animal. Soñaba como un animal. Los sueños tenían que ver con aquellas cosas que había hecho durante el día: cazar, comer, criar. Matar, comer muertos y criar cazadores. Sueños e imaginación se fundían en una misma cosa, hasta que una noche un ser hermano tuvo una pesadilla y entonces, por primera vez en toda la historia de la humanidad, miles de seres humanos gritaron también con él. Con el paso del viento, el ser humano comenzó a verbalizar sus sueños y lo que es más importante: su imaginación. Nació el ego.
Ego te asorbo.
El ser hermano comenzó a tomar conciencia de quien era y de también de que no era nada, o lo que es lo mismo, se baba cuenta que se encontraba al principio. Pero el ser humano no quería volver al principio. De sorbo en sorbo, de ego en ego y muero porque me toca, comenzó su andadura. De sorbo en sorbo y vivo porque me toca.
Al principio hacía rato que había comenzado el final, pero el ser hermano todavía no se había dado por muerto y entonces nació la palabra escrita. Escribir era más fácil que tallar dólmenes y además podías dejar volar la imaginación, cosa que no se podía hacer con un dolmen. El dolmen era un monumento a un dios desconocido. El dolmen era un monumento a un dios conocido. El dolmen era el consolador del dios conocido y desconocido. Todo dios acababa escocido y entonces el ser humano aprendió a lubricar. Menos da una piedra.
Es posible que primero aprendiese a lubricar y después a escribir. Existen seres hermanos que no saben ni lubricar ni escribir. Menos da una piedra.
Un día, de día, un ser hermano tuvo una pesadilla. Tuvo conciencia o acidez, pero un mal nacido le convenció con una peladilla en forma de religión que tuviera fe y no imaginación.
Miles de apaños después. El ser hermano sigue pendiente de la fe y no de la imaginación. A dios rogando y con la polla dando.