Hoy me he levantado con olor a mar. Las olas rompen en la playa de Brazomar con una fuerza descomunal que no asusta a los intrépidos surfistas. La imagen me recuerda a las colonias de lobos marinos de la costa del Perú.
En estos días tempestivos la bella bahía de Castro Urdiales es un refugio natural para numerosas especies de aves como cormoranes, colimbos, araos o vuelvepiedras. Algunos individuos han cogido tanto cariño a estas aguas protegidas por muelles y rompeolas que parecen no tener intención de irse.
En un momento, el cielo toma un color tan oscuro que contrasta con una línea azul marino en el horizonte. Y de repente comienza la orquesta. La lluvia arrecia con más fuerza y el viento grita alocado mientras las olas rompen contra la roca en un aquelarre de ritmos ancestrales. Esto es música para mis oídos.
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