Ahí estaba. No se lo iba a perder. Tiene el tiempo contado, por eso no lo gasta en tonterías, por eso no va al parlamento, por eso no explica lo de Bankia. Él tiene que calibrar bien sus actos, medir sus tiempos. Los seres superiores no pueden estar al servicio de cuestiones baldías.
Por eso, su tiempo lo dedica a lo importante. Allí está cuando le llama Merkel, como un perrillo faldero, aunque sea para echarle la bronca, aunque sea para decirle que nones, que naranjas de la China. Pero él no falta. Como está también cuando hay una reunión de los grandes, por ejemplo del G-20, él no puede faltar. Es uno de los grandes, aunque allí le tiren de las orejas. Tampoco falta a las reuniones de la FAES, esa fundación ultramontana dirigida por quien le nombró, el de la foto de las Azores, allí sabe que es bien recibido, que su ‘padrino’ le tratará bien. Y no falta tampoco a reuniones, congresos y convenciones de su partido, de su PP. Él está allí, los líderes deben estar delante de su gente, buscando su aplauso, su apoyo. Y él lo sabe bien.
Sabe que no puede tirar ni un minuto, por eso no da ruedas de prensa, y cuando las da no admite preguntas. Por eso, no contesta cuando le pregunta algún periodista atrevido en algún acto. No puede perder el tiempo, él tiene misiones más importantes.
Por ejemplo, acudir al fútbol, ver a la Roja, hay que ver ganar algo, que ya perdemos bastante. Eso sabe que es principal. Verse rodeado del príncipe y de los directivos de la UEFA, a eso no puede faltar. Son muchos millones de españoles los que le verán disfrutar y alegrarse como ellos. La Roja es sagrada. Ahí, hay que estar.
Y, por supuesto, tampoco puede faltar a entregar el Códice Calixtino. Ha tenido que hacer un esfuerzo, coger el avión en fin de semana e ir a su tierra, a Galicia. Y allí, entregar el famoso Códice al arzobispo del lugar, durante un acto protocolario con toda la gente de nivel de esa comunidad. ¡Como tiene que ser!
Además le ha ofrecido los servicios de restauración de bienes artísticos del Estado para que puedan evaluar el estado actual de la obra. El códice es de la Iglesia, pero como ha dicho el gran Mariano: aunque tenga dueño, todos lo sentimos como nuestro. Esa es la labor del presidente del gobierno. Ayudar a la Iglesia, hacerse autobombo y dar confianza. Aunque no se la dé a los Mercados –miserables, que no saben apreciar los esfuerzos del gran Mariano—, este acto da confianza a los españoles. ¿Qué hubiera sido del códice si no lo hubiera entregado Mariano? Perdería mucho.
Lástima que no emplee la mitad del tiempo que gasta en cuestiones importantes en ir al parlamento para explicar las pequeñas cosas, como los cien mil millones de la banca, como lo de Bankia, o los recortes que nos va a clavar en los próximos días. Lástima que cualquier excusa le haga huir de la crisis.
¡Lástima!, pero es verdad que a los altos mandatarios, a los dioses del Olimpo, no se les puede exigir cuestiones baladíes. Ellos siempre han de ocuparse de cuestiones principales. Lo que ocurre es que no siempre un ser humano normal llega a comprender ciertos comportamientos de las divinidades. Pero eso no es culpa de Mariano, él cumple con su obligación. Somos los otros, los que no llegamos porque no estamos dotados de la sesera necesaria.
Quizá un día nos llegue la inspiración del Espíritu Santo. Mientras tanto, contentémonos con verle aparecer por esos lugares tan importantes, como un campo de fútbol o una catedral gallega. ¡Alabado sea Mariano!
Salud y República