Artista: Alan Parsons Project
Álbum: The Turn Of A Friendly Card
Año: 1980
Género: Crossover prog
Referencia: Progarchives
Nacionalidad: Inglaterra
Alan Parsons, afamado ingeniero de sonido, responsable de discos como el "Abbey Road" de los Beatles o el "Dark side of the Moon" de Pink Floyd, nos trae una proyecto donde minimiza bastante el uso de esos horribles teclados ochentosos, para sumergirnos en un obra conceptual donde quiere reproducir los sonidos y el ambiente que se dan en los casinos. Esto último se queda en un mero concepto, porque aparte de las letras de las canciones la música no parece evocar ningún casino, siendo un pop orquestado tratado como piezas de orfebrería. En lo que era el vinilo, la cara A son temas más pop, mientras que la cara B es la más progresiva y la mejor. Vamos a presentar este disco trayendo las palabras de nuestro eterno comentarista involuntario de siempre, que nos comenta esto sobre este, que vendría a ser el disco del día.
Hoy se da el turno de una muy amistosa carta progresiva, específicamente, el quinto disco de THE ALAN PARSONS PROJECT “The Turn Of A Friendly Card”. Grabado entre fines de 1979 y la primera mitad de 1980 en el Acousti Studio de París, el disco fue gestado y producido mientras los Sres. Parsons y Woolfson, con sus respectivas esposas y familias, se asentaban en la Europa francófona, más exactamente, Mónaco, una mudanza que se había iniciado en la segunda mitad del año 1978. Justamente el concepto central del disco está inspirado en la combinación de excitación, glamour, vigilancia, neurosis y decadencia que se respira en el día a día de los casinos de Montecarlo, un mundo donde el azar del destino humano se traduce en un negocio drástico. La convivencia de la luz de las pequeñas victorias esporádicas y la oscuridad de la derrota definitiva de quienes osan enfrentarse a una casa que siempre gana con artimañas cuestionables está plasmada con suma elegancia en este disco que muchos seguidores de THE ALAN PARSONS PROJECT consideran como la máxima cúspide de su creatividad. El impresionante vitral con el rey de diamantes de la portada refleja con suprema perfección este contraste de luz y oscuridad: es una obra diseñada por Lol Creme y Kevin Godley, quienes entonces conformaban un dúo dedicado a desarrollar carreras simultáneas en la música y los medios audiovisuales tras su paso por la alineación original de la brillante banda británica 10CC. Sin duda, es un clásico perpetuo de la imaginería rockera. Como era habitual desde los tiempos del “Pyramid”, el arsenal instrumental estaba a cargo de Eric Woolfson [teclados], Ian Bairnson [guitarras eléctricas y acústicas], David Paton [bajo y guitarra acústica adicional], Stuart Elliott [batería y percusión], más un Alan Parsons que añade labores ocasionales de tecladista a su permanente jefatura de ingeniería de sonido en las consolas y demás artefactos del estudio de grabación. Elmer Gantry, Lenny Zakatek, Chris Rainbow y el propio Woolfson se alternan en el rol vocal. Si el grupo y los cantantes operaban en París, el ensamble de cámara a cargo de las partes orquestadas fue la Orquesta de la Cámara de Música de Munich (en la entonces República Federal de Alemania), que estuvo bajo la dirección de Eberhard Schoener a la hora de plasmar los arreglos escritos por el leal Andrew Powell. Ya desde el sensible fallecimiento de Woolfson a inicios de diciembre del 2009 toda reedición del catálogo de THE ALAN PARSONS PROJECT tiene de por sí un aura nostálgica, pero además, teniendo en cuenta que esta reedición de “The Turn Of A Friendly Card” tuvo lugar en el año 2015, se añade una elegía más en honor a Chris Rainbow (nacido como Christopher James Harley), quien partió al más allá el 22 de febrero de dicho año. El disco salió originalmente al mercado el 1 de noviembre de 1980, siendo así que esta reedición del 2015 hizo lo propio a inicios de octubre, o sea, a un mes del cumplimiento exacto de tu 35to aniversario.
Nos metemos ahora en el mismo repertorio del disco y nos topamos de entrada con la fabulosa fanfarria de bronces y percusiones que da inicio a ‘May Be A Price To Pay’, complementada con elegantes capas de órgano. Una vez situada la asociación de grupo y orquesta, la canción se asienta sobre un groove de tintes jazz-rockeros donde el bajo y el piano se alternan en el protagonismo en la sección rockera, mientras que la labor orquestal se apoya mayormente en las mayestáticas bases armónicas provistas por las cuerdas y los vientos. El interludio instrumental nos muestra a un piano que luce gráciles colores jazzeros a medio escondidas mientras las cuerdas ostentan su inherente fastuosidad. Elmer Gantry, con su poderosa voz ronca, ofrece el elemento vocal oportuno para la ocasión. La letra retrata el carácter inherentemente clandestino que absorbe a la compulsión de jugar: la manera perfecta de introducirnos al drama conceptual del álbum. A continuación sigue un hit absoluto del disco, ‘Games People Play’, la pieza más popera del álbum: contando con Lenny Zakatek en el rol de vocalista, la canción exhibe su gancho abiertamente y sin complejos. El intermedio comienza con una atmósfera etérea – incluyendo efectos de voces y de sintetizador – y termina con un par de excelsos solos de guitarra a cargo del siempre magistral Bairnson. Pasando a la dimensión melancólica de las cosas, a continuación emerge ‘Time’, otro gran hit del álbum que supuso el primer single de TAPP con Woolfson a la primera voz. Esta canción, con su sencilla y a la vez conmovedora letra sobre la implacable ley del tiempo que hace de la vida algo tenue y efímero, adopta una resonancia mística en base a la mágica combinación de capas orquestales y canto sereno que se articula a través de la delicada ingeniería melódica en curso. Los flotantes efectos de guitarra que realzan las palabras de los estribillos son prácticamente “de otro mundo”. Como dato anecdótico indicamos que el canto de Parsons acompaña a los de Rainbow y el propio Woolfson en el coro de apoyo. No en todos los países en que se publicó el álbum salió ‘Time’ como single pero éste se impuso en el ideario de TAPP como uno de sus ítems más destacados en la conciencia colectiva de amantes del rock. Incluso hubo una edición de simple con una versión levemente reducida de ‘May Be A Price To Pay’ en el lado 1 y lo propio con el instrumental ‘The Gold Bug’ en el otro lado, pero fue ‘Time’ la canción que más llamó la atención a lo largo de la historia (para no decir la palabra tiempo) dentro de este repertorio: tal vez incluso más que la muy marchosa ‘Games People Play’.
La segunda vez que encontramos a Lenny Zakatek en el rol de primer vocalista es en ‘I Don’t Wanna Go Home’, una expresiva canción rockera con ribetes funky que nos hace recordar en cierta medida al patrón de ese clásico ‘I Wouldn’t Want To Be Like You’ (del “I Robot”), aunque su punche es más cercano a esa iracunda canción que ocupaba la segunda pista del “Eve” (nos referimos a ‘You Lie Down With Dogs’). La introducción de piano que se engarza con el fade-out de ‘Time’ apela al compás parsimonioso de un sujeto curioso que parece empecinado en probar su suerte en el casino. Por supuesto, la letra revela crudamente el mal hado que esto trae consigo, pero el epílogo a dos pianos alude nuevamente a esa vieja parsimonia, esta vez enfatizando la tozudez enfermiza que es inherente a la ludopatía. Así termina el lado A del disco y la segunda mitad del disco se dispone a comenzar con un instrumental compuesto por Parsons: ‘The Gold Bug’. El prólogo del mismo consiste en un reprisede la fanfarria inicial de ‘May Be a Price To Pay’, esta vez en versión silbada, sobre un trémolo de guitarras acústicas (a cargo de Paton y Bairnson). El cuerpo central se focaliza sobre un groove jazz-popero donde el bajo y el clavinet con eco establecen un diálogo perpetuo para la base armónica, abriendo campo para que al poco rato emerja un magnífico solo de saxofón. Aunque no dura mucho dicho solo, tiene suficiente carácter como para provocar que su señorío deje una huella en los arreglos corales, orquestales y de arpa que han de explayarse en lo que queda de la pieza. Es un instrumental magnífico que resulta perfectamente idóneo para abrir la puerta a la monumental suite pentapartita que da título al álbum. Aquí se concreta en su forma más sublime la imagen de que un casino es una especie de catedral, tal como canta Chris Rainbow al final de la primera parte: “But a pilgrim must follow in search of a shrine as he enters inside the catedral”.
Durante una de sus varias visitas a Le Casino de Monte-Carlo, Eric Woolfson mostró particular interés en el manejo del sistema de vigilancia y las modalidades de engaño que muchos usuarios diseñaban: uno de los directores del local, Pierre Cattalano (padre de la actual Embajadora del Principado de Mónaco en el Reino Unido) le dijo a Woolfson que un casino no era precisamente una catedral, pero... ¿y si realmente era una especie de catedral, al fin y al cabo?* Esta sugerencia fue el primer motor de la creación del concepto del álbum en la mente del buen Eric. La relación entre vigilante y vigilado bien puede equipararse entre la que hay entre un dios omnisciente y un sujeto pecador; también podemos ver las reglas del Casino como una especie de decálogo absoluto sobre los deberes del jugador honesto y un régimen de terror sobre los tramposos. Además, la noción del pecado realizado a escondidas ya está en ‘May Be A Price To Pay’ y la actitud condenatoria en las mudanzas de ‘I Don’t Wanna Go Home’ parece replicar la expulsión del Paraíso Original. La suite comienza con la parte 1 de la balada homónima, cuyo precioso y envolvente motif queda debidamente instaurado por el encuadre de piano, clavicordio y ensamble de flautas, no tardando el resto de la banda y la orquesta en pleno en unirse al manjar sonoro. El canto de Rainbow es simplemente sublime, el embajador perfecto de la mezcla de ansiedad y tristeza que subyace a la adrenalina de los ludópatas: “There are unsmiling faces and bright plastic chains / and a wheel in perpetual motion”. Tras unos aparatosos efectos de tragamonedas emerge ‘Snake Eyes’, una canción cuyo moderado swing rockero sirve para expresar un cabal recurso de retórica sarcástica en torno al glamour y la ilusión de omnipotencia que se vende con descarada autocomplaciencia en el ambiente del casino. Los juegos de azar son retratados como una cruza de empresa bélica y afianzamiento del yo. El solo de guitarra es muy elegante, exhibiendo un vigor especial en medio del groove que se siente, a la vez, grácil y contenido.
Las cosas varían totalmente de registro con la emergencia del soberbio instrumental ‘The Ace Of Swords’ – uno de los picos más altos de la creatividad compositiva de Alan Parsons –, el cual comienza con aires barrocos signados por una serenidad palaciega en la triangulación de clavicordio, oboe y ensamble de cuerdas, para luego proyectarse hacia un vivaz despliegue de pomposa luminosidad en la que grupo y orquestaviajan fluidamente por elegantes desarrollos melódicos sobre el sustento de sofisticados esquemas rítmicos. La cuarta parte de la suite, ‘Nothing Left To Lose’, nos lleva hacia otro giro radical de atmósfera, esta vez con un talante reflexivo basado en un ambiente de barrio parisino con guitarras acústicas, el suave canto de Woolfson, un tenue arreglo de la dupla rítmica y un ensoñador solo de acordeón que emerge en algún momento. La coda nos sorprende con un repriseinstrumental de ‘Snake Eyes’ que nos lleva a territorio de pleno rock duro, con una correcta base de guitarra rítmica, piano eléctrico, bajo y batería que sostiene los frenéticos solos de guitarra que sirven simultáneamente para reflejar la furia del perdedor que aún quiere intentar ganar una vez más y derrotar la resistencia tenazmente imperial de los dueños del casino. El breve interludio con ritmo reggae tras las expresivas líneas “Nothing sacred or profane / Everything to gain / ‘cause there’s nothing left” es revelador del embate emocional que se retrata eficazmente en el viraje musical inmediato hacia esta electrizante exhibición de polenta rockera. Bairnson se luce como un auténtico dios del rock. Pocas veces han sonado TAPP tan pesados y realmente lo han hecho muy bien en esta ocasión particular. La parte 2 de la balada homónima cierra la suite como debe ser, poniendo a los ornamentos orquestales al servicio de la capitalización de las melodías y matices más esplendorosos que se habían manifestado en instancias anteriores. El jugador se revela finalmente como una figura trágica atada a un drama que rota sobre su propio eje sin parar: “There are unsmiling faces in fetters and chains / On a Wheel in perpetual motion / Who belong to all races and answer all names.” Es simplemente conmovedor el modo en que, tras el último estribillo, se suceden el último solo de guitarra, la sección de cornos y el diálogo entre cuerdas y maderas mientras vamos en camino hacia el opulento fade-out.
En cuanto a los bonus tracks, éstos son generosamente numerosos, aprovechando el espacio de disfrute melómano que se puede obtener en un formato de doble CD. Por ejemplo, el volumen 2 comienza con una nutrida serie de diarios musicales de Eric Woolfson donde su piano y sus tarareos motivan la gestación de varias canciones que habrían de ser incluidas en el disco: dado que él no sabía leer ni escribir anotaciones musicales, estos diarios registrados en casetes le servían como guía de evolución y maquetas iniciales para futuras canciones de TAPP. Vaya todo nuestro agradecimiento a Lorna y Sally, hijas del maestro Woolfson, por recopilar estas viejas cintas de casete para que los admiradores del legado Parsons-Woolfsoniano podamos echar una mirada privilegiada a estos estupendos momentos prehistóricos. No importa mucho la irregular calidad de sonido, la prestancia melódica en gestación se hace notar como si nada. La octava pista de estos diarios seleccionados nos muestra la ilación de la balada central de la suite, ‘Snake Eyes’ y ‘I Don’t Wanna Go Home’: ¡era el momento preciso en el que Woolfson empezaba a pensar en una composición de gran amplitud! Imperdible, realmente imperdible. También tenemos rarezas reveladoras como sendas versiones de ‘May Be A Price To Pay’ y ‘The Turn Of A Friendly Card (Part 2)’ con intervenciones más destacadas del guitarrista Bairnson: un solo de guitarra que se omitió en la versión definitiva de la primera canción y un solo más extenso que al final tuvo que cortarse para la segunda por causa de la irrupción de los arreglos orquestales de bronces y cuerdas al primer plano. También están las versiones de sencillo de ‘Games People Play’, ‘The Turn Of A Friendly Card’ y ‘Snake Eyes’: la segunda de éstas, que sintetizaba las Partes 1 y 2 fue la primera vía de acceso al gran público de este long-play porque se publicó un mes antes del mismo. Volviendo al volumen 1, tras el repertorio oficial del disco, hallamos sendas maquetas hechas por Parsons a los sintetizadores (uno de ellos, su propio Projectron) para la fanfarria prologar de ‘May Be A Price To Pay’ y para ‘The Gold Bug’: la idea inicial de Parsons fue hacer de la primera una pieza con un lugar autónomo dentro del disco, pero ya sabemos que se insertó como preparación para las secciones cantadas. Todo esto suena como maquetas para un disco de JEAN-MICHEL JARRE, algo muy revelador del lugar que la electrónica tiene en la mente musical de Parsons. También encontramos dos versiones de la pista básica de ‘Nothing Left To Lose’ con la guía del dúo de pianos acústico y eléctrico de Woolfson, finalmente reemplazado por una dupla de guitarras acústicas; la segunda de estas pistas contiene no solo el canto de Woolfson sino también el flotante solo de sintetizador que finalmente fue reemplazado por el acordeón. Siguiendo con esta canción en particular, también se nos brinda una recopilación de geniales coros y armonías sobregrabadas de Chris Rainbow: un homenaje totalmente oportuno que también implica un tremendo placer melómano para nosotros.
En el libro que acompaña a esta reedición hallamos entrevistas a Bairnson, Paton, Elliott y Zakatek, así como al propio Parsons. Éste recuerda que la grabación de la parte rockera del disco duró menos de dos meses – siendo así que por lo habitual empleaban varios meses – y cuenta que en una reciente visita al Acousti Studio percibió que se mantenía actualizado en la tecnología de sonido. La rutina consistía en viajar de Niza a París para regresar a Mónaco y disfrutar de la vida familiar: ya el disco anterior “Eve” había sido grabado en Niza pero para esta nueva ocasión el dúo creador prefirió la capital francesa. Aprovechando la estadía monegasca, Parsons, Woolfson y sus esposas disfrutaron del Monaco Grand Prix de Fórmula 1 que tuvo lugar por aquel entonces. Por su parte, los músicos recuerdan la generosidad de Woolfson a la hora de llevarlos a pasear por lugares significativamente históricos de París, invitándoles costosos almuerzos en lugares de lujo… y también cómo a veces le decían a Woolfson en las sesiones de ensayo cosas como “no nos gusta mucho esta pieza que estás tocando, ¿no tienes otra que sea mejor?”. Según Paton, la primera sesión de grabación para ‘Games People Play’ fue genial pero quedó borrada de las máquinas del estudio al sufrir un horrible desperfecto: aunque los cuatro músicos estaban un poco decepcionados de que el momentum haya quedado borrado de uan forma tan desafortunada, el conjunto se dio maña para repetir la magia inicial un par de horas después con los magníficos resultados que todos conocemos. También tenemos en el libro la interesante anécdota sobre la nacionalidad francesa de los músicos que tocan el saxofón en ‘The Gold Bug’ y el acordeón en ‘Nothing Left To Lose’… ¡y que sus nombres se perdieron en la niebla de la historia porque no quedaron propiamente anotados en los archivos de Parsons y de Woolfson! Bueno, al menos les pagaron sus cuotas debidas por el trabajo hecho. Todo esto fue lo que se nos mostró en esta reedición de lujo de “The Turn Of A Friendly Card”, el recuento minucioso y entrañable de una época de particular esplendor creativo de la dupla Alan Parsons-Eric Woolfson, y con este recuento estamos dispuestos a echar una mirada nueva a este disco que muchos consideramos (como ya se señaló antes) como la obra cumbre de THE ALAN PARSONS PROJECT.
César IncaCreo que he comentado alguna vez que este tipo de proyectos no son lo mío, y por lo tanto no me siento con mucho ánimo de escribir gran cosa sobre él, sin embargo, siempre hay alguien que escribe algo por uno...
“The Turn of a Friendly Card” narra la historia de un hombre adulto quien, tras comenzar a sentirse insatisfecho con su vida, decide ir a un casino a apostar todo cuanto tiene, para luego perderlo completamente. El concepto de riesgo, presente en las mesas de juego, tiene obvios paralelismos con los riesgos que se corren en la vida cotidiana, al tomar decisiones («apostar» metafóricamente hablando) trascendentales. Al parecer Eric Woolfson encontró abundante inspiración lírica para este concepto al encontrarse en esa época viviendo en el Principado de Mónaco.
Hay una virtud en The Alan Parsons Project, no importa que después de sus primeros tres discos nunca haya lanzado otro al mismo nivel, pero Alan, Eric y Andrew Powell logran hacer que casi cualquier cosa suene excelente.
“The Turn of a Friendly Card” es uno de estos casos, la música está lejos del nivel de “Tales of Mystery and Imagination”, el sonido está muy orientado al “mainstream”, pero la producción es tan impecable que siempre es un placer escucharlo, a menos que no tengas tolerancia con la música Pop, porque así es el disco, Pop con un sonido sobresaliente y algunos momentos progresivos.
“May Be a Price to Pay” pomposa introducción a modo de banda sonora pero el efecto es corto, pronto la banda se vuelve hacia la música más fácil, aún puedes encontrar algunos ecos del pasado. y un par de cambios interesantes, pero la voz de Elmer Gantry en todo momento está en modo Pop.
Andrew Powell hace un gran trabajo con los violines. Buena pista.
“Games People Play” ok, estamos en 1980 y la música Disco aún no terminó de irse. Sin embargo, es una canción que tiene sus momentos. Las armonías vocales son sensacionales, buen riff de bajo y piano, efectos de teclados atmosféricos. Totalmente en su época.
“Time” Alan Parsons trabajó con Pink Floyd y aquí se siente perfectamente su influencia. Bonita introducción al piano. Me gusta que las cuerdas, como de costumbre, se usen de manera bastante apropiada. Linda pista, sencilla pero eficaz.
“I Don’t Wanna Go Home” comienza a sorprender, casi como si fuera otra banda, pero nuevamente la banda vuelve a su sonido habitual en este álbum, más simple de lo habitual y demasiado amigable para la radio.
“The Gold Bug” es un tema sobresaliente, mucho mejor cuando se escucha en su contexto natural como un interludio antes de la épica que le da nombre al álbum. Buena introducción del teclado. Se acerca un buen riff de bajo, material de teclado superpuesto, buen saxofón encima. Me gusta esta pista, aunque es un poco repetitiva.
“The Turn of a Friendly Card” una epopeya de 16:22 minutos de duración dividida en 5 partes.
“The Turn of the Friendly Card Part One” comienza con un estribillo pegadizo, muy melancólico y bien elaborado, ideal para la voz de Chris Rainbow, pero la suave orquestación de Andrew Powell es la que merece más atención, linda, bien hecha pero lo suficientemente suave para no meterse con la melodía principal.
“Snake Eyes” es una canción que comienza muy rítmica con un tempo bien marcado y un buen trabajo vocal. La canción parece ser muy repetitiva y es un hecho, pero la banda sigue agregando nuevos instrumentos al coro principal haciéndolo cambiar y evitando el aburrimiento, no la mejor parte de la épica, pero lo suficientemente bueno.
“The Ace of Swords” es simplemente una delicia. Un gran instrumental con Andrew Powell como protagonista con sus arreglos radicales y perfectos, así debe sonar un disco de The Alan Parsons Project, uno de los puntos más altos del disco.
“Nothing to Loose” es una hermosa balada vinculada directamente a la pista anterior, la voz de Eric Woolfson es una ventaja, este tipo es, en mi opinión, el mejor vocalista de los muchos que ha usado Alan Parsons, el coro es simple pero agradable. Material realmente bueno.
“The Turn of the Friendly Card Part Two” es incluso mejor que la primera parte, es cierto que vuelven al coro principal, pero es más orquestal y con muchos cambios que no estaban presentes en la primera parte. Además, el hecho de que cierre el disco le da un ambiente melancólico muy agradable, la coda de Powell y su Orquesta debe ser uno de los mejores trabajos que ha hecho la banda, simplemente impresionante.
En conclusión, este álbum me parece muy bueno. Canciones buenas, pegadizas y fáciles de escuchar, con una obra maestra final larga. La producción es perfecta. El disco se mueve constantemente entre el Rock y el Pop sofisticado, manteniendo siempre el sonido característico de Alan Parsons. Esto es: teclados y guitarras que suenan similar a “Tales of Mistery and Imagination” o algunas partes de “Dark Side of the Moon”. Las partes progresivas existen, no demasiado obvias, pero existen, principalmente en las partes instrumentales de las canciones y sobre todo en la última épica.
Entonces, si buscas Rock Progresivo y complejo, no lo encontrarás en este álbum. Si buscas un buen disco para disfrutar durante cuarenta minutos, escuchando excelentes composiciones y sonidos, canciones bien construidas y estribillos pegadizos; no lo dudes: este disco es para ti.
Y si alguien quiere más detalles, y un comentario más largo y más cháchara, bueno, todos pueden escribir su propia reseña. Me las mandan y juro que lo publico con muchísimo gusto.
El año 1976 nos ofrece el álbum debut de la apuesta experimental The Alan Parsons Project, una ópera prima en la que su creador se hizo rodear por algunos de los artistas más destacados del movimiento por aquellos días. En aquel Tales Of Mystery And Imagination - Edgar Allan Poe se pueden encontrar figuras de la talla de Francis Monkman (ex Curved Air), Terry Sylvester (ex The Hollies) o el carismático Arthur Brown, fundador de un estilo en el que Alan Parsons pensaba iniciarse con este disco. Su forma de afrontar el trabajo estuvo cargada de un deje oscuro que consiguió aportar mayor dramatismo a la obra, siendo considerada a lo largo de los años como su material más serio.
De aquel iniciático elepé a este The Turn Of A Friendly Card apenas han pasado cuatro años, pero pareciese toda una vida para el núcleo del proyecto. Su segundo vinilo, el titulado I Robot (1977), ofrecía un aviso para todos aquellos confiados que pensaban que el Alan Parsons Project se mantendría como apuesta experimental a la vieja usanza. En esta obra se continuaban los juegos conceptuales que serían seña de Parsons, pero ahora basados en las ideas del escritor Isaac Asimov. Con la llegada del tercer Pyramid (1978) el oyente ya se topa con un Alan Parsons totalmente sumergido en los océanos del art pop. Mantiene su nuevo estilo y despliega todos sus teclados y sintetizadores con la ayuda de Duncan MacKay y Eric Woolfson, que en poco tiempo se han convertido en piezas clave. Sin embargo, el cuarto Eve (1979) ve partir a MacKay; algo que no hará mella en el tándem Parsons/Woolfson, dos músicos que se habían conocido en 1974 cuando el primero trabajaba en los Abbey Road Studios como asistente del ingeniero de sonido de varios de los álbumes de The Beatles.
The Turn Of A Friendly Card, que entraría con bastante empuje en las listas de éxitos de Estados Unidos –no tanto en las del Reino Unido–, Canadá. Noruega e incluso España (se haría con el puesto número 15 en nuestro país aquel 1980), concentra a The Alan Parsons Project en esa mixtura más que reconocible para entonces de unas atmósferas tan art rock a las teclas con un corpus central de las canciones totalmente melódico. Desde la inicial “May Be A Price To Pay”, cantada por el vocalista ex Velvet Opera Elmer Gantry (cuyo auténtico nombre es Dave Terry), se siete natural esa fusión. Aunque el single “Games People Play” será la culminación de las nuevas tentativas comerciales del Project: estribillo rock melódico, arreglos amables de art pop, un trabajo instrumental impecable e incluso cierta reminiscencia disco gracias a la línea de bajo; es decir, perfecta para la frecuencia modulada.
La balada “Time” está en la línea de unos The Moody Blues, subrayando la nacionalidad british del combo en su disciplina –Woolfson luce acertadísimo a la voz solista–. “I Don’t Wanna Go Home” es un pop que fractura los tempos y busca la originalidad, mientras “The Gold Bug” sigue la estela dejada dos años antes por la también instrumental “Hyper-Gamma-Space”. Y para el final dejan la suite que da nombre a esta obra, cinco partes que conforman un broche de cierre realmente atractivo. Dentro de ese quinteto de canciones de despedida, “Snake Eyes” atesora el gancho preciso del rock melódico de finales de los años setenta; por su parte, “The Ace Of The Sword” navega entre el barroquismo –muy a lo Focus– y los arreglos progresivos para todos los públicos, a la par que “Nothing Left To Lose” es una conjunción de todo tipo de corrientes populares, desde el pop al rock, la balada, los aires folk de la campiña y, por unos segundos, el reggae.
Lista de Temas:
CD 1:
1. May Be a Price to Pay (4:52)
2. Games People Play (4:17)
3. Time (5:05)
4. I Don't Wanna Go Home (4:54)
5. The Gold Bug (4:28)
- The Turn of a Friendly Card (16:09) :
6. I - The Turn of a Friendly Card (Part 1) (2:39)
7. II - Snake Eyes (3:17)
8. III - The Ace of Swords (2:58)
9. IV - Nothing Left to Lose (4:03)
10. V - The Turn of a Friendly Card (Part 2) (3:12)
CD 2:
11. Maybe a Price to Pay (intro - demo) (1:32)
12. Nothing Left to Lose (basic backing track) (4:35)
13. Nothing Left to Lose (Chris Rainbow vocal overdub compilation) (2:02)
14. Nothing Left to Lose (early studio version with Eric's guide vocal) (3:11)
15. Time (early studio attempt) (4:42)
16. Games People Play (rough mix) (4:32)
17. The Gold Bug (demo) (2:49)
Alineación:
- Alan Parsons / Projectron (2), autoharp (5), clavinet (5,8), whistling & finger snaps (5), harpsichord (8), backing vocals (3), producer
- Eric Woolfson / organ (1), keyboards (2), piano (1,3,4,6-8,10), harpsichord (6,10), lead vocals (9)
With:
- Ian Bairnson / acoustic (3,5,9) & electric guitars
- David Paton / bass, acoustic guitar (3,5)
- Stuart Elliott / drums & percussion
- Elmer Gantry / lead vocals (1)
- Lenny Zakatek / lead (2,4) & backing vocals, vocal Fx (2)
- Chris Rainbow / lead (6,7,10) & backing vocals
- Andrew Powell / orchestral arranger & conductor (1,3,6,8,10)
- Eberhard Schoener / orchestration
- The Orchestra Of The Munich Chamber Opera
- Sandor Farcas / orchestra leader
- Mel Collins ? / saxophone (5) - not confirmed
- Unknown Artist / accordion (9)