Por Oliver Zamora
La Habana, la ciudad donde nació la ALBA en 2004, vuelve a ser este martes 14 de diciembre de 2021 sede de una de sus cumbres de alto nivel. Diecisiete años después –una etapa en que pasó de ser Alternativa a convertirse en Alianza, en la que ha articulado procesos de integración en lo económico y lo político y una cooperación de alcance humano y social que rebasa el ámbito bilateral en medio de ofensivas de la derecha contra Gobiernos progresistas y proyectos de integración, golpes de Estado en diversas modalidades y una guerra continuada en la que son presencia constante las administraciones de EE.UU., la OEA, la ultraderecha y la manipulación mediática–, la ALBA-TCP sigue ahí, de pie.
Casi dos décadas después de que Fidel y Chávez firmaran su acta de nacimiento, el mecanismo integracionista que mira a los pueblos sigue activo, a pesar de las presiones contra los Estados caribeños, a pesar de la violencia y los intentos desestabilizadores en Venezuela y Nicaragua, a pesar del golpe de Estado en Bolivia, a pesar de los cientos de medidas para estrangular a Cuba, a pesar de las crisis y la pandemia.
Esa, quizás, sea la primera idea en llegar a la mente de muchos: la resistencia de esta organización, el destino que no corrieron otras iniciativas integracionistas como Unasur. ¿Cómo explicarlo? Es la fortaleza que aparece cuando los miembros tienen coincidencias ideológicas, cuando se cuenta con procesos políticos sólidos, y cuando la voluntad y la solidaridad son principios básicos. No es una visión romántica, es la realidad, y ahí están los ejemplos: a pesar del escenario difícil, no han faltado los médicos cubanos que llevan salud a Venezuela y otros países, ahí están los envíos de vacunas cubanas a naciones amigas, la solidaridad hacia Cuba en momentos muy difíciles –cuando se tiende la mano en gesto político, se denuncia la agresión y el asedio y se contribuye con necesario apoyo material–; la cooperación con los pequeños Estados insulares. Es lo habitual, pero cuando vamos a las cuentas y los números, apreciamos claramente el enorme sacrificio.
Esta será una cumbre de desafíos. Por un lado, están las urgencias que impone la covid y la necesaria campaña de vacunación que muestra niveles dispares en América Latina y el Caribe, una región golpeada económica y socialmente por la pandemia. Ya sabemos lo que sucede con el acceso a estos fármacos, el acaparamiento de los países más ricos, el incumplimiento de muchas farmacéuticas y el fracaso de algunos mecanismos que debían asegurar el acceso de las naciones en desventajas a la inmunización. Si bien las estadísticas que muestra Cuba hoy son muy favorables (el país es segundo a nivel mundial, solo detrás de los Emiratos Árabes Unidos), no es el mismo cuadro que presentan otros integrantes de la Alianza, como Venezuela y Nicaragua. En este aspecto, la ALBA tiene músculo que enseñar, tiene soluciones a la mano cuando uno de sus miembros ha desarrollado tres vacunas y dos candidatos vacunales con excelentes resultados y cuenta con potencial científico probado para enfrentar nuevos desafíos.
Sin vacunación no hay recuperación económica posible, es una ecuación sencilla, demostrada y sustentada en conocimiento y datos a nivel mundial.
El económico será otro punto importante en este evento, que reúne a economías muy vulnerables, muchas de ellas cargadas de sanciones y presiones impuestas por Estados Unidos. Lo cotidiano hace que en ocasiones olvidemos los números: más de 240 medidas impuestas a Cuba por Trump que han intensificado la guerra que es el bloqueo, y persisten bajo Biden; el enorme paquete de sanciones contra Venezuela, que incluye el robo de empresas vitales y de miles de millones de dólares y de reservas de oro; las sanciones contra Nicaragua. Las sanciones que están y las que vendrán. ¿Cómo lidiar con todo eso? Por supuesto que moviendo fichas en lo interno, pero también estrechando relaciones con los aliados, buscando soluciones en conjunto a través de las fortalezas individuales y articulándolas. ¿Cómo lidiar con una brutal campaña mediática? ¿Cómo enfrentar las estrategias de guerra no convencional que se aplican contra muchas de estas naciones? ¿Cómo enfrentar las presiones internacionales, que no solo proceden de la Casa Blanca, sino también de sus aliados que funcionan como repetidores de la lógica imperial y autoritaria de Washington?
En ese escenario acontece la cumbre de este 14 de diciembre en La Habana, 17 años después de que naciera la ALBA. Vivimos en un mundo en el que las relaciones internacionales se caracterizan por la creación de bloques y alianzas. Lo hacen los grandes para fortalecer su poder, para imponer sus intereses o apuntalar una hegemonía en crisis. Y lo mismo hacen –aunque, la verdad, no con el nivel de definición y alcance con que deberían– los países más pobres para amplificar su mensaje y enfrentar mejor los embates. Hay un destino común, hay desafíos comunes, y en ese contexto la ALBA sigue siendo, sencillamente, el camino a transitar y defender.