Fecha del Viaje: Abril 2013
Extracto de Mi Diario de Viajes:
Llegamos por fin a Gjirokastra, que se encuentra ubicada al
sur de Albania, en el valle del río Drinos. El viaje desde Korça ha durado unas
seis horas más dos de espera, ha sido tortuoso pero hemos disfrutado de los
paisajes, la música exótica típica del país y hemos mantenido conversaciones
con curiosos pasajeros.
Disponemos de alojamiento reservado para asegurarnos de poder
disfrutar del Hotel Kalemi, ya que dispone de pocas habitaciones. Es una
antigua casa tradicional de estilo turco, donde uno se adentra de inmediato al
pasado.
La mayoría de las casas se construyeron en pleno periodo del Imperio
Otomano. Nuestra habitación es preciosa, tiene una gran cama con chimenea, los
techos de madera artesonados y unos largos asientos con ventanas que nos
recuerda a las casas antiguas de Safranbulu en Turquía. Dispone de buenas
vistas a las montañas y al castillo. En la terraza que hay arriba, se ve una
bonita panorámica de Gjirokastra y su Ciudadela.
Una vez acomodados, la señora que regenta el hospedaje nos entrega
un mapa del pueblo y nos indica donde estamos ubicados. Aprovechamos el día
para visitar la Ciudadela
que impresiona por lo bella y grande que es, pues fue declarada Patrimonio de la Humanidad en el 2005 junto con Berat.
Nos acercamos al castillo que nos ofrece magnificas vistas
pues desde aquí se domina toda la ciudad. Fue construido alrededor del siglo
VI y se utilizó como prisión, luego fue
ocupado por los nazis y finalmente por los comunistas hasta el 1971. Dentro
podemos visitar el Museo Nacional de Armamento de Albania, donde hay expuesta
una amplia exhibición de cañones y todo tipo de armas.
En uno de los recintos
exteriores hay restos de una antigua avioneta de combate.
Las casas y edificios que rodean a la Ciudadela son también de
estilo clásico otomano. Son caras de mantener pues a pesar de que existen más
de cuatrocientos edificios protegidos, estos se encuentran colapsados para su
restauración en los últimos años.
Bajamos de vuelta para pasear por el pueblo y comprar algún que otro souvenir, la gente es amable y nos sonríe, nos preguntan de donde somos y
cuantos días nos quedamos. Nos ayudan para poder cambiar euros, pues no existen
las casas de cambio, así que en una de las carnicerías nos cambian moneda.
Las
pequeñas tiendas de recuerdos nos seducen por los textiles típicos, hay unos
calcetines gruesos tejidos de lana, son dignos de museo. Me los quedo pues están tejidos con alegres colores y con formas romboides.
Buscamos un lugar para cenar, pues ya está anocheciendo…
Probamos unos mejillones fresquísimos de Saranda rebozados, bolas de arroz con
carne y pimientos verdes fritos. Acompañamos con vino tinto de la casa, todo delicioso.
Nos sentimos entusiasmados por lo que hemos visto y compartido en el dia de
hoy... Pero mañana comienza una nueva aventura…