El viernes, Alberto Contador dio una rueda de prensa para valorar la prpuesta de sanción de un año que ha hecho el Comité de Competición de la Real Federación Española de Ciclismo. Le vi afligido e indignado. Volvió a insistir en su versión del filete contaminado, y me pareció demagógico su discurso de que no puede analizar cada carne que coma en un restaurante cuando tiene una celebración familiar, porque Alberto sabe perfectamente qué puede o no comer y cuándo hacerlo.
Ahora se siente desprotegido y solo. Hubiera querido que sus compañeros, los profesionales del ciclismo, le apoyaran y salieran todos en los medios de comunicación denunciando el trato que está recibiendo. Pero la realidad es que sólo sus más íntimos, sus amigos, son los que le apoyan y han salido en su defensa. De la misma manera que él lo hizo en su día con otros compañeros, de la misma manera que él no apoyó ni defendió a Rasumssen cuando fue desposeído de un Tour que había ganado. Y es que este mundo es así. Sólo se acuerda uno de Santa Bárbara cuando truena, y sólo hablamos de lo malo que es el sistema antidopaje cuando nos toca.
De todos modos, en este pais en que vivimos, nos encanta crear ídolos para luego derribarlos, y en esta ocasión le ha tocado a Alberto. Lo va a tener muy difícil para volver las tornas, y deberá tener cuidado de que al final no le doblen la sanción, que es lo que quieren. Ya he dicho muchas veces que ningún deportista profesional puede llegar a las cotas que alcanzan sólo con agua o alimentación equilibrada. Los médicos juegan con los límites y utilizan sustancias y métodos que están en el filo de la navaja. A unos los pillan, a otros no. En el caso de Alberto, él insiste en un filete y a mí me cuesta mucho creerlo, pero tampoco tengo pruebas de que no lo sea. Así que lo mejor, como ya he dicho otras veces, es esperar a que decidan quienes tienen que hacerlo. Y mi consejo a Alberto sería que se defienda todo lo que quiera, y que si finalmente deciden ir adelante con la sanción, que la acepte y trabaje para limpiar su imagen en el futuro.
A mí, que me ha emocionado muchas veces, ya no podrá emocionarme más, como otros muchos deportistas que tras carreras exitosas, se vieron manchados por la lacra del dopaje. Pero quiero que vuelva a competir, porque da espectáculo, y porque como persona merece una segunda oportunidad.