Ayer se confirmó el rumor que venía recorriendo las redacciones de todos los medios de comunicación españoles, deportivos o no: La RFEC ha decidido archivar el caso contra él y contravenir la decisión inicial de proponer un año de sanción por el positivo que dio en el pasado Tour de Francia de unos pocos picogramos de clembuterol.
Más allá de la alegría del momento, hay que pararse a pensar en las consecuencias que esta polémica decisión puede traer. De momento, los medios de todo el mundo se despachan a gusto contra España, su sistema antidopaje, el presidente del gobierno, el líder de la oposición y el propio Alberto. La UCI y la AMA también tienen, seguro, algo que decir en este asunto. Si se hubiera refrendado la sanción de un año al de Pinto, probablemente no habrían dicho nada, pero ambas instituciones querían "sangre" -y no precisamente la de los controles- y no van a estar nada contentas con lo que pasó ayer. Tienen un mes para recurrir al TAS y puede que lo hagan, y si lo hacen, no van a pedir un año, sino que pedirán dos. Después de todo lo que ha pasado con la Operación Galgo, los organismos internacionales necesitan un chivo expiatorio para dar ejemplo y Alberto es el ideal. Así que no se debe cantar victoria antes de tiempo.
Dice Alberto que si finalmente la UCI y la AMA recurrieran al TAS, él iría a la justicia ordinaria, con los riesgos que eso conlleva de eternizarse en los juzgados, y la posibilidad de no volver a correr más. Para él es una cuestión de honor, y me parece bien que piense así. Pero yo sigo pensando que ningún deportista de élite llega a las cotas que consiguen sin más que agua, sales minerales, algún complejo vitamínico y dieta equilibrada. El dopaje está a la orden del día, y todos los que quieren superar límites están al borde de la legalidad. Juegan con cantidades, rangos, etc., de manera que el día que aparecen los "vampiros", no sobrepasen el límite de lo que se considera normal. Y cuando los laboratorios consiguen métodos de identificación de sustancias, los gurús de la trampa ya tienen nuevas sustancias o nuevas formas de eludir la legalidad. Esto es así, ha sido y será siempre. Por eso no exculpo a Alberto, que me parece un tío genial y me encanta verle en la carretera subiendo puertos y ganando carreras. Pero él sabe mejor que nadie cómo funciona este mundo y que todos están en el mismo juego. La cantidad de clembuterol encontrada en su organismo está claro que entró artificialmente en él, porque es una sustancia que no produce el cuerpo humano. Es tan insignificante que probablemente no sirva para mejorar ningún aspecto del rendimiento de un deportista, pero lo que es objetivo es que alguien la puso ahí. Si fue o no un filete, lo saben Alberto, los médicos de Astana y su director, pero la duda va a estar ahí siempre.
Le deseo lo mejor a mi paisano, y espero que este capítulo, por su bien, se cierre con la decisión de no sancionarle por parte de la RFEC. Y espero, sobre todo, que vuelva a demostrar sobre las carreteras de Francia, Italia, España o cualquier otro pais del mundo, que es el mejor.