A partir de 11 años.
Autora: Sara Bertrand
Ilustradora: Amanda Mijangos
Editorial: El Naranjo
Año: 2021
ISBN: 978-607-8807-04-8
Cant. de páginas: 120
El libro comienza mucho antes de abrirse. La tapa traslúcida nos deja adivinar lo que se va borrando, lo que desaparece empañado por el paso del tiempo, lo que no puede retener la memoria. Si quitamos la cubierta semi transparente lo que queda está incompleto, algo se ha perdido. Si la volvemos a poner, no todo se ve con la misma nitidez.
Ya en la primera o segunda página descubrimos lo que sería la tesis si el texto fuera un ensayo: “recordarás lo que has sido”, dice Elena, la narradora. Sin lugar a dudas es un libro que habla de la MEMORIA y la PERMANENCIA, que se oponen al OLVIDO y a la DESAPARICIÓN.
Aparece entonces una madre que olvida. Primero, olvida los detalles triviales. Finalmente, olvida a los hijos y sus historias. Una madre que destruye los recuerdos al destrozar las fotos de la infancia.
Frente a ella surge la hija, ya adulta y madre también, que ante la amenaza del olvido se impone la tarea de recordar y de reconstruir ese álbum de fotos familiares.
Cada texto es una imagen: una anécdota, un instante, un paisaje, personas, un detalle (“los pies en la arena”), como eran las fotos de su padre, “una parte de la historia que no logramos retener”. Algunos son casi una pintura: “nueve niños karatecas frente a un ejército de hombres camuflados”.
Todos ellos dejan ver una realidad de opresión, un régimen que transforma a los hombres. Al abuelo lo vuelve gris; al tío Hernán lo enmudece y lo convierte en un alcohólico; al tío Juan, en peligroso y subversivo.
En casi todos, la sensación de orfandad invade el relato: “estábamos solos, era eso. No teníamos a nadie más que a nosotros mismos”. Frente al silencio y la violencia, solo los nueve primos en una cofradía, tal como los vemos en la tapa.
El temor a olvidar recorre el libro: “un día cualquiera comenzaría a olvidar” y cada foto, cada texto, es una lucha por recordar. “cualquier imagen, finalmente, era una forma de intervenir la realidad, definirla”, de fijarla y retenerla, de recordarla.
Y el recuerdo se presenta caprichoso, como es la memoria, y así también el lector debe reconstruir la historia, clasificar y ordenar los fragmentos que van surgiendo para armar la línea del relato.
Frente al diagnóstico que se cierne sobre la protagonista como una amenaza, ella se rebela y se traza un plan: “me propuse recordar. Cada detalle.”
Frente al olvido, la rebelión es recordar, recordar, recordar…