La vida seguía y crearon una relación epistolar mientras no se disfrutaban en viva piel. Como dejó caer entrelíneas el escritor, en Los adioses, “… apretando la carta con aprensión y necesidad de confianza, como si le fuera imposible prever la forma, el dolor y las consecuencias de sus heridas.” La vida seguía.
Sitges, octubre '18.
Idea Vilariño tenía conciencia de la realidad, aunque el amor sí fuera suficiente. El amor poderoso ante cualquier vivencia, como un credo, una misión, un anhelo. Se llamaba a ella misma ansianhelante. Pura intensidad para desear, amar y esperar, sobre todo esperar. “Te estoy llamando / amor / como al destino / como al sueño / a la paz / te estoy llamando / con la voz / con el cuerpo / con la vida / con todo lo que tengo / y que no tengo / con desesperación / con sed / con llanto / como si fueras aire / y yo me ahogara / como si fueras luz / y me muriera.” Idea: entrega, carne, sangre y lágrimas. Le dijo adiós en innumerables ocasiones. Como si fuera un huésped “No sos mío/ no estás en mi vida / a mi lado /…/ ni vivís para mí.” Decidió que Ya no, “No me abrazarás nunca / como esa noche / nunca. / No volveré a tocarte. / No te veré morir.” Pero aun así sabía que seguiría esperando, “ven / o no vengas / yo / me estoy aquí / esperando.” Reconociendo y “pensando no pensando / en tu amor / en la vida / en la soledad que es / única certidumbre.” Porque sabía que ese era el amor de verdad, el amor de su vida. Aunque Onetti pusiera un océano de por medio. Aunque dictaminara los silencios. Aunque echara el insecticida anti-taladro, para acabar con la oruga verde del geranio, aunque luchara para que no se comiera sus hojas; la oruga resurgiría, siempre, siendo simplemente oruga o mariposa. Porque no se puede luchar contra ese hambre. Porque Vilariño fue incondicional. Porque a mí me dijeron que con el amor no bastaba, pero sí bastaba. Me dijeron que con el amor no bastaba y se fueron. También se fueron, Idea.Idea decía que no es lo mismo el silencio con mar que sin mar. Sitges, octubre '18.