Es maravilloso acercarse al cine de Carla Simón. (Por cierto, Vigo será parte del escenario de s +u nueva película). Una vez más despliega su facilidad para llegar a los más profundo de las emociones, de cada uno de los componentes de la familia protagonista. Hace que parezca sencillo y natural.
El abuelo abatido, e incapaz de comprender cómo han podido llegar hasta ese punto de no retorno. Antes no se firmaban escrituras de compra, eran pactos verbales. Su nieta adolescente a su lado, atenta al descalabro.
El padre desbordado, dolorido y furioso. La madre paciente, en medio. El hijo con deseos de recibir una palmada en la espalda. La tía con sus historias, recetas y rumores. La ruptura y diferencias con la familia extensa.
Las escenas de los juegos infantiles son preciosas. Las canciones casi susurradas.
Una lucha de perdedores. Utopías. La huerta, los melocotones que ya no son rentables. La aparición de las placas solares y el gran negocio de unos pocos.
Sinopsis La familia Solé lleva varias generaciones cultivando una gran extensión de melocotoneros en Alcarràs, una pequeña localidad rural de Cataluña. Pero este verano puede que sea su última cosecha: la fruta ya no renta y los paneles solares están sustituyendo a los árboles.
Dirección Carla Simón. Guion Carla Simón, Arnau Vilaró. Reparto: Jordi Pujol Dolcet, Anna Otín, Xenia Roset, Albert Bosch, Ainet Jounou. Música Andrea Koch. Fotografía Daniela Cajías. España 2022, 120 min. Premios: Festival de Berlín: Oso de Oro - mejor película. Feroz: Mejor dirección. Gaudí: 5 premios incl. mejor película, dirección y guion.
Además de estar bien narrado, con una mezcla sorprendente de registros, me ha dejado con unos cuantos interrogantes en relación al arte de escribir y a la vida misma.
Parte de una experiencia personal de su adolescencia. En la Nochebuena de 1995, su mejor amigo asesinó brutalmente a su hermana y se quitó la vida saltando por un barranco. Veinte años después siente la necesidad de escribir y reflexionar sobre lo sucedido y lo sentido.
Recuerdos, conversaciones, prensa y noticia de televisión, fotografías, como puntos de partida y avance en una investigación con aroma detectivesco.
Desnuda sus miedos e indecisiones. Desmenuza el proceso de creación.
Es lo primero que leo del autor y no ha podido ser un inicio mejor.
¿Qué era lo que estaba haciendo? Allí estaba la familia de mi amigo, ajena a lo que yo escribía, concentrada en un dolor privado que mi libro podría resquebrajar. ¿Cómo me sentiría yo si alguien escribiera sobre mis padres? ¿Hasta que punto nos pertenecen las vidas de los demás? ¿Quienes son en realidad los demás? ¿Los amigos, la familia? ¿Qué derechos tenemos sobre ellos y sobre su memoria? Mi amigo había muerto. Mi amigo había matado. Algo de ese sufrimiento también formaba parte de mí. En realidad, ese dolor propio era el sufrimiento sobre el que yo escribía. Eso fue lo que pensé en ese momento cuando todas las preguntas se dispararon de golpe. Así intenté justificarme. Pero no lo conseguí del todo. Mi sufrimiento y el suyo eran incomparables. Si yo podía hablar, si pasado el tiempo podía escribir como lo hago ahora, era precisamente porque había algo que me dolía menos de lo que a ellos les podía doler. Porque mi vida no se había roto de esa manera irrecuperable en la que seguramente se había destruido la de ellos
(...) a veces uno se sacia de querer saber.
Ahí residía la verdadera pregunta que me había movido a la escritura. No por qué Nicolás mató a Rosi, no cómo lo hizo, ni siquiera qué se le pasó por la cabeza. Eso jamás nadie lo sabría, aunque, al final, también yo hubiera cedido a la especulación. No, ese no era el interrogante de fondo. Si había comenzado a escribir, si había decidido remover el pasado, y me había pasado tres años de mi vida dominado por esta historia, era por otra razón. Por una pregunta que yo nunca había sabido cómo responder. Una emoción contradictoria y turbadora que de un modo u otro me ha perseguido durante todos estos años. Un sentimiento incómodo que nació la noche en que sucedió lo más terrible, y que jamás se ha desvanecido del todo. ¿Podemos recordar con cariño a quien ha cometido el peor de los crímenes? ¿Es legítimo hacerlo después de haber comprendido la parte del otro? ¿Podemos amar sin perdonar? ¿Es posible llevar flores a la tumba de un asesino?
Nunca he sabido qué contestar. El vacío, la zona de sombra, no deja espacio a las palabras. Tampoco al pensamiento.
Editorial Anagrama, Barcelona 2018. Número de páginas: 312. Tiempo de lectura: 7h 25m. Empezar a leer.