2012/02/06 Por Mishaj Budowsky Dejar un comentario
J.J ha vuelto. Y lo ha hecho más Abrams que nunca. El well known productor -creo que no hace falta citar sus archiconocidas obras-, ha terminado por convertirse en un producto de sí mismo. Todo lo que toca lo transforma en oro. O al menos, durante el laborioso proceso que tarda en echar a perder una buena idea. Con Alcatraz le ha pasado exactamente lo mismo. La nueva aventura de Abrams sobre un grupo de presos que desaparecen misteriosamente de una de las prisiones más seguras del mundo, ha tardado cuatro capítulos en alcanzar la categoría de epic fail. En my opinion, claro está. De nada ha servido la participación de Sam Neill, la repesca de Jorge García como el nuevo wannabe de Hurley, ni los destartalados acordes de Michael Giacchino. Abrams ha vuelto a hacer lo que parecía imposible; crear un nuevo producto a partir de la fusión de su más conocidos oldies. Alfrinlost, ya está aquí.
Abrams es un tipo de costumbres. Nadie diría que estamos delante de un producto de su bolsillo si no fuera por la cantidad de interrogantes por minuto que es capaz de generar. ¡Y qué me aspen si luego no los echamos de menos! En Alcatraz, como ya sucede en Lost, la isla vuelve a ser el centro neurálgico y principal mcguffin de la historia. ¿Qué secretos encierra la famosa prisión americana? ¿Qué ha llevado a los presos encarcelados en ella a poder saltar en el tiempo hasta el siglo XXI? ¿Te entregan a Mew al final de la serie cuando atrapas a todos los fugitivos? En medio de este brebaje de preguntas sin sentido aparece Rebecca Madsen (Sarah Jones, Sons of Anarchy), una joven hecha a sí misma e intrépida detective, que llevará a cabo una concienzuda investigación para desvelar la causa de estos extraños acontecimientos. Para ello contará con la ayuda de Diego Soto (Jorge García, Lost), un docto experto en cómics, que posee unos vastos conocimientos sobre los presos encarcelados en Alcatraz. Hurley, digo Soto, accederá a ayudar a Madsen a repatriar a los fugitivos a la isla bajo la atenta supervisión de Emerson Hauser (intepretado por Sam Neill), que ya ha demostrado en varias ocasiones que no es un tipo de fiar.
Firmado por Steven Lilien, Elizabeth Sarnoff y Bryan Wynbrandt, el guión de Alcatraz se nos presenta desordenado. Como un puzzle de inabarcables piezas que el espectador debe montar con las escasas pistas que la serie le va dando. Utilizando nuevamente el flashback como leitmotiv principal de cada capítulo, Abrams y su equipo saltan a su antojo de los años 60 a la actualidad para descubrirnos las duras condiciones en las que debían subsistir los presos de Alcatraz. De sobras es sabido que no hay quien le tosa a Abrams en cuanto a saltos temporales se refiere, pero considero que en Alcatraz se ha pasado de listo. La estrategia, ya aplicada anteriormente en Lost, termina por herir de muerte a a una idea que aparenta potencial pero que se queda en la cuneta. Esta no es la primera vez que Abrams se queda a medio gas, teniendo en cuenta sus anteriores trabajos en Super 8 o Undercovers. A todo esto, hay que añadirle la música de un Michael Giacchino que parece que no sabe hacer otra cosa. Cansa y lo convierte todo en homogéneo. Sin vida. Con esa sensación que transmite de no haberle sabido decir que no a Abrams.
Y si la trama principal no termina de sustentar la serie, el background de los personajes o las subtramas que puedan generarse entre ellos, tampoco son mucho mejores. Para empezar, Rebecca Madsen es una Olivia Dunham reciclada. Encubierta en una falsa e inexperta juventud, que la convierten en el prototipo de protagonista que tanto le gusta a Abrams. Desvalida, sin familiares cercanos a los que acudir, Emerson Hauser se convierte en lo más parecido a un padre que Madsen ha tenido nunca. Ese alter ego de Walter en el mundo alternativo de Fringe y en el que difícilmente se puede confíar. Sam Neill borda a la perfección un papel que le viene como anillo al dedo y quizás único reclamo de la serie, más allá del nombre de Abrams en el póster. Una persona terriblemente inteligente, que esconde un secreto lo suficientemente grande como para encerrarlo bajo llave en medio de un frondoso bosque. Emerson es la clave y Abrams lo sabe. No hay más que ver la cantidad de giños que le da al espectador para que no le quite ojo de encima. Por otro lado, Jorge García es el único personaje que no ha logrado despertarme ningún tipo de emoción. Es hermético. Sin detalles. Repasando concienzudamente las líneas del guión que siguió en Lost y que le han valido la fama que tan fácilmente ha conseguido. Diego Soto es Hurley, aunque sin Hurley. Alejándose del prototipo Peter Bishop y su posible relación amorosa con Madsen, Soto simboliza el nuevo grupo social conocido como nerd y que tan bien ha sabido caracterizar The Big Bang Theory.
A nivel de realización, Alcatraz es correcta. Posee este toque aneblinado y tan poco formal con el que ya nos sorprendió Fringe en su momento (salvando mucho las distancias) y que parecen respirar todas las obras firmadas por Abrams. En los 40 minutos aproximadamente que dura cada capítulo, la serie busca impactar al espectador. Atraparlo en una serpenteante sucesión de acontecimientos inconexos entre si que terminan desembocando siempre en el mismo punto; el arresto y devolución de uno de los presos fugados a la nueva Alcatraz. Y ya está. No hay una evolución dramática, ni tampoco estética. Se trata de un copy paste de esa atmósfera de misterio e intriga que no convence a nadie, pero que a los fans de conocido productor no les termina de desagradar. El montaje abrupto y precipitado nos expulsa muchos momentos de unos episodios marcados por una encorsetada estructura que pide a gritos un cambio radical.
Recapitulando y a título propio, Alcatraz me ha parecido una gran decepción. Una nueva muestra de que Abrams sólo sabe hacer lo mismo y hay gente que le aplaude por ello. Es cierto que una premisa como la que contaba la serie, era un diamante en bruto para cualquiera que tuviera un poco de sensatez y ganas de innovar. Pero capítulo a capítulo, Alcatraz se reafirma como un wannabe de Lost, pasando por Alias y que no llega ni a la altura de Fringe. No obstante, me he propuesto aguantar la primera temporada. Quizás porque me gusta sufrir o simplemente porque la mera presencia de Neill me fascina, pero lo cierto es que nunca se sabe cuando un producto va a dar la campanada del siglo. Sólo tendremos que esperar para saber si es Alcatraz o no.