Alcohol
Fin de semana con Estefanía.
Decidimos pasar un fin de semana distinto, así que hicimos un breve viaje de tres días para las playas de oriente. Específicamente Puerto La Cruz, las playas de allá son tranquilas y lujosas, además en Lechería hay sitios con vista al mar donde quedarse y en la noche hay botes y lanchas con compartimientos que ofrecen paseos marítimos, algo parecido al paseo en góndola italiana. Paradójicamente con más lujo y con menos clase.
No nos preparamos demasiado cuando ya el reloj marcaba las 8:45 AM el viernes que acordamos la salida al puerto. Llevábamos una tranquila hora de viaje cuando de pronto…
— Te tengo una sorpresa. Dice Estefanía, sospechosa.
— ¿Una sorpresa? Pregunté curioso.
— Te va a gustar. Dice Estefanía mientras sonríe, pícara.
Esto me incomodó, pero no me molestó. Sólo despertó en mi una intriga de ilusiones, comenzando a imaginarme de que se trataba esa sorpresa. Como los inocentes niños que imaginan sus regalos de navidad antes de abrirlos, sin saber qué pueden llegar a ser. Pero realizando ideas variadas dentro de su positiva pero inocua imaginación.
— ¿De qué se trata? Pregunté, insistiendo.
— Bebé, tienes que esperar a que llegue el momento de la sorpresa. No la arruines. Me dice Estefanía con esa perenne cara que parecía haber hecho alguna travesura que me involucraba.
No sabía realmente qué esperarme, pero intenté no darle muchas vueltas al asunto y enfocarme en el trayecto de viaje. Íbamos en la misma cherokee gris en que fui a buscarla cuando vino de Valencia a Caracas y fuimos a comer tequeños. Atrás teníamos una caba con tres botellas de ron y dos de Coca-Cola.
Seguimos nuestro trayecto haciendo a penas dos paradas en toda la carretera y llegamos más pronto de lo esperado al hotel que nos esperaba cerca de una zona llamada El Morro.
Azul resort era el nombre del sitio en el que nos alojaríamos durante el próximo fin de semana. Era un edificio alto, amarillo con azul que contaba con piscinas y un muelle nos acercaba al paseo de botes nocturnos. Un restaurante que ofrecía almuerzos y cenas y llegamos almorzando ahí antes de salir a hacer un par de compras básicas.
El calor de Anzoátegui abrigaba nuestros cuerpos así que luego de comer, nos fuimos a la habitación del hotel y era una habitación no tan espaciosa pero con aire acondicionado y una pantalla grande más una cama lo suficientemente amplia y cómoda. Quejas ninguna. El reloj ya marcaba las 2:30 y veníamos cansados, teníamos dos días más para acercarnos a la playa así que para descansar fuimos brevemente a la piscina del resort. Estefanía estaba sensual como siempre, tenía un sombrero grande para evitar el sol, una blusa escotada que permitía ver la atractiva piel de sus senos exteriormente y dejaba un espacio visible entre ambos pero cuando poco a poco se fue quitando la ropa, para eventualmente quedar en bikini para su descanso, no sé si fue una sensación que únicamente sentí yo pero creía que todos la miraban. Principalmente yo, que la apreciaba con el mismo fervor con el que la aprecio cada vez que se desnuda, desde la primera vez ese placentero momento no cambia.
Estefanía nota que estoy perdido en ella y me da un tierno beso, casi como premio. Sintiéndose halagada de la admiración que albergaba mi mirada al contemplarla.
Luciendo su esbelto cuerpo en un bikini tradicional de color negro, se acuesta a mí lado en una de esas sillas de piscina para recostarse y ambos yacemos ahí mientras que la tarde se asoma.
Yo hice lo mismo que ella para descansar y me puse unos lentes de sol. Realmente, no quería apresurar el viaje con mis intensos deseos sexuales por eso me abstuve de decirle algo pero con mis lentes de sol puestos la miraba y la imaginaba en diez mil formas distintas, mi pene se endurecía por si solo mientras mi mente desglosaba escrituras eróticas inspiradas en el cuerpo de mi mujer. Llegó un momento en el que tuve que detenerme porque sentí que se me brotaba el deseo.
Finalmente se hacen las 6pm y Estefanía y yo nos ponemos de acuerdo para ir a cenar pero antes, regresamos a la habitación del resort.
Estoy sentado en un banquillo, concentrado, con la atención puesta en mi celular porque buscaba un buen sitio en donde pudiéramos cenar para que saliéramos temprano y lleguemos de regreso antes de las 10pm.
Estefanía me ve, frunciendo el ceño con la cara de ocupado, ella aún luciendo su bikini negro, se acerca a mí y sujeta la parte inferior de mis mejillas con su mano y gira mi boca hacia la suya para darme un beso. Yo seguía haciendo _scroll down_ en la pantalla de mi celular buscando opciones para cenar mientras la besaba y mis ojos seguían en la pantalla.
Estefanía con intenciones claras, abriendo su boca y acercándola a mi oído, emite un gemido con el propósito de captar mi atención. ¡Zorra! Como sabe excitarme y hacerme pasear por la palma de su mano cuando ella quiera. Dejé el celular de lado en una mesa estrecha que formaba parte de la habitación que alojábamos. El robo de atención fue tal que ni siquiera caí en cuenta de si podía caerse o no el celular.
Mi reacción instantánea ante su controlador gemido fue cerrar los ojos y abrir la boca para soltar un gemido que comunicaba mi debilidad ante ella.
Me regaló una leve sonrisa y rápidamente volvió a mi oído para provocarme otro gemido controlador. Cuando sentí su piel deseosas ganas incitándome a pecar, dejé salir la bestia que venía tranquilizando desde el minuto uno del viaje. Me volteé hacia ella y mis manos como imanes de dirigieron a sus tetas para sentirlas. Las apretujaba con propiedad, sentía que tenía permiso para faltarle el respeto.
Me levanté del banquillo y mi pantaloncillo corto de piscina fue a toda gravedad hacia el piso, dejando a Estefanía ver la gran erección que me había cansado. Me mordía los labios observando los senos de Estefanía mientras con la mano derecha me masturbaba frente a ella y con la izquierda seguía apretujando sus pechos.
Me senté de nuevo en el banquillo con el pene al aire, agarre su mano y la acerqué a mi pene para que fuera ella quien me tocara mientras yo seguía manoseándola toda. Su mano derecha con mucha suavidad agarró el hilo fácilmente y comenzó a masturbarme mientras que yo desanudaba la parte superior de su bikini para que esté cayera al suelo y los pechos de Estefanía pudieran por fin saciar mi sed de observarlos, besarlos, lamerlos, acariciarlos.
Estefanía me tenía muy descontrolado, incluso llegué a sentir que una violencia placentera se apoderaba de mi. Contuve está violencia entre dientes apretados y gestos de no poder más acompañados de un aire caliente que recorría por partes a Estefanía. Primero pasaba cerca de sus hombros, luego cerca de sus senos, luego en el medio de ellos y a medida que la recorría, Estefanía más se excitaba.
Llegó un momento en el cual no pude contener más esa violencia placentera y me levanté nuevamente del banquillo para con una agresividad estimulante la lleve hacia un sofá que estaba pegado a una de las paredes de la habitación, la acosté de espaldas con las nalgas levantadas, posándose en sus rodillas con el pecho pegado al mueble, le di una nalgada en su glúteo derecho seguida de una mordida que le hizo saber que ya no había vuelta atrás y con mis dientes tome una parte lateral de la pieza inferior de su bikini y comencé a desplazarla lentamente hacia el medio de sus muslos, una vez teniendo la imagen de las nalgas de Estefanía con sus bragas a medio quitar, premedité mi siguiente paso porque sabía que lo que se venía era intenso:
Comencé a besar su vagina una vez más, sus ojos estaban cerrados y sus gemidos aumentaban mi deseo por ella sin ningún límite, sus humedad llenaba toda mi lengua de cálidos y espesos fluidos producidos por el pleno placer en el que la estaba haciendo entrar.
Cuando mi mandíbula se cansa un poco, pude notar que Estefanía no quería por nada del mundo que yo me detuviera, así que seguí unos segundos más hasta que me detuve pero seguí haciendo mi trabajo, la tocaba mientras ella seguía en la misma posición y yo me empapaba los dedos de su deliciosa humedad mientras mi maldad producida por su picardía, aumentaba y comencé a decirle cosas al oído.
— ¿Eres una zorra? Pregunté con tónica de castigo con voz de excitado cerca de su oído.
— Mmm, sí. Respondió Estefanía poseída por el placer, con su mente plena totalidad de lo que ocurría.
— ¿Sí? ¿Te gusta provocarme? ¿Ah? ¿Te gusta cuando caigo en tus manipulaciones y te termino cogiendo duro como te gusta, perra? Pregunté ya a sabiendas de que se me estaba yendo la mano, pero no me importaba y a ella tampoco. De hecho, le agradaba saber que provocaba ese descontrol en mi.
— Sí, sí, me gusta tentarte y que no te resistas a mí y me lo termines metiendo mientras que me tratas así como una perrita, me vuelve loca. Respondió Estefanía con una voz que me demostró que nuestro descontrol funcionaba por retroalimentación.
Quería decir más, quería seguir interactuando, seguirla corrompiendo aunque en realidad es ella la que siempre me corrompe a mí, la que se hace la inocente pero sabe muy bien que puede abusar del deseo que ocasiona en mi y básicamente hacer conmigo lo que le da la gana una vez me tiene bajo sus riendas. Pero no pude decir más nada, ya en mi mente no habían palabras y de ser así, de todas formas mi cuerpo no iba a poder emitirlas. Estaba incluso empezando a temblar levemente por la excitación así que procedí a explorar su interior.
Mi pene estaba tieso y lubricado. Mis encuentros sexuales con Estefanía todos son deliciosos e intensos, pero pocas veces había estado tan excitado como aquella joven noche. Así que, con Estefanía en la misma posición en la que se encontró mientras me comía su vagina y la tocaba, me puse de pie atrás de ella y poco a poco fui sintiendo como sus fluidos me satisfacían.
Me mantuve silencioso mientras cogía a Estefanía unos cuantos segundos, cuando de pronto caigo en cuenta de lo mucho que estaba disfrutando el momento y me salgo. Dejo un intervalo de unos tres segundos antes de volver al interior de Estefanía y durante ese intervalo, las nalgas de Estefanía se acercaron a mi abdomen, parecían pedirme que no fuera cruel, que continuará cogiéndome a esa sensual y traviesa mujer tentadora.
Agarré sus nalgas con mucha fuerza y comencé a hacerla gritar. La cogía con furia. Estefanía comenzó a morder un cojín para disimular los ruidos que emitía que parecía que todo el hotel iba a escucharlos. Eso me volvió loco y comencé a subir el ritmo hasta que eyaculé.
Eyaculé en la espalda y en las nalgas de Estefanía. Dios mío, como me gusta ver su caucásica y delicada piel llena de esperma fresca.
Estefanía se dejó caer boca abajo en el sofá mientras volteaba los ojos hacia atrás y emitía un sonido de satisfacción absoluta. Busqué unas servilletas y comencé a limpiar mi esperma de las nalgas y espalda de Estefanía y finalmente después de habernos complacido uno al otro a un nivel jamás antes alcanzado, recogí mi celular del suelo mientras Estefanía se vestía y yo marcaba la dirección del sitio donde iríamos a comer. Una vez Estefanía terminó de vestirse, le di un beso que me gusta darle religiosamente posterior al sexo. Siento que es un beso de amor, que recalca que a pesar de que la trate de mil maneras y le diga mil insultos durante el sexo, la quiero y la respeto en nuestra vida cotidiana.
Me di una ducha de vaquero para dejarle la ducha libre a Estefanía que suele tardarse más. Esto antes de salir a cenar. Estefanía y yo nos tenemos confianza, obviamente. A veces me quedo sentado afuera la ducha pero dentro del baño para hablar con ella, no me había vestido aún para no sentir intensificado el vapor que se concentraba en el baño.
Estefanía entra al baño desnuda y a pesar de haber tenido una reciente, intensa y placentera jornada de sexo ella es capaz de despertar en mi un deseo infinito. Antes de que entrara a la ducha la detuve colocando mis manos en su cadera y me acerqué a sus nalgas para darles besitos. Le di unos cinco o seis besitos en las nalgas, luego me levanté, apreté su nalga con intenciones de marcar territorio y le di dos besos en la mejilla derecha y uno en la boca y luego de eso siguió a ducharse.
Mientras se duchaba estuvimos hablando un rato y acordamos que iríamos por algo sencillo, decidimos ir a Lechería Pizza, una pizzería que quedaba cerca del hotel.
Salí del baño hacia la habitación para vestirme y esperar por Estefanía. Estefanía es muy coqueta, eso me mata de ella. Incluso cuando va sencilla, va coqueta así que cuando salió del baño sentí en el pecho esas cosquillas de orgullo que sientes cuando sabes que tu mujer es una bomba y que tienes suerte de que ella te haya elegido a ti.
— Hermosa. Dije antes de darle un beso en sus pícaros labios.
Sentí que comencé a estar encima de ella, así que evité ponerme más cariñoso al menos durante lo que restaba de esa noche. Pero es que sentí la estaba queriendo más que de costumbre.
Fuimos a por la pizza y no sucedió mucho más. Al menos no nada destacable, así que luego de comer fuimos a reposar al hotel y prepararnos para disfrutar de nuestro viaje al día siguiente.
Luego de haber reposado acostados en la cama listos para dormir, a pesar del cansancio que ambos teníamos, creo que el deseo era mayor. Algo tenía haber salido de la rutina, que nos hacía desearnos más, aprovechar ese momento de escape que tuvimos.
Nos encontrábamos acostados en la cama de la habitación, Estefanía dormía con un pantaloncillo corto, como esos pantaloncillos que utilizan las tenistas y un top. Ella dormía dándome la espalda y yo abrazándola lateralmente. Era inevitable que mi pene erecto reposará sobre el medio de sus nalgas y que esto resultara estimulante para mí. Así que en medio del agotamiento, mi mano, traviesa, comenzó a deslizarse hacia su cadera mientras mi pene seguía reposando sobre sus nalgas y cada vez se endurecía más. Básicamente está pidiendo permiso para tocarla pues sabía que estaba cansada y no quería molestarla pero tenía tantas ganas de ella, tantas ganas de sentirla que incluso diría que fue un impulso de instinto más que de decisión propia.
Estefanía, seguía dándome la espalda y con la parte superior de su cuerpo inmóvil, utilizó tan sólo una de sus manos para deslizar lo suficiente su pantaloncillo hacia abajo y dar luz verde a mis intenciones.
Introduje mi mano por la parte trasera de sus bragas y mi dedo medio llegó a su vagina. Sentí esa humedad nuevamente, qué delicia. Esa sensación de logro desbloqueado cuando ella me permite explorarla, no tiene comparación.
La toqué brevemente con algo de incomodidad pero sin que esa incomodidad afectara en el placer que ocasionaba. Me acerqué a su oído para hacerle una sumisa petición:
— Quiero hacerte sexo oral.
Estefanía, para mi sorpresa seguía con la parte superior de su cuerpo inmóvil pero sabía gracias a su abundante humedad que estaba disfrutando el momento tanto como yo. Así que, con una de sus manos suavemente rodeó mi cabello y luego lo sujetó y presionó mi cabeza hacia abajo en señal de que mi petición había sido aceptada.
Bajé lentamente hacia el medio de sus piernas, termine de deslizar el pantaloncillo y sus bragas hasta un punto cómodo para que mi cara entrara en su entrepierna y ahí di inicio a lo que fue el mejor postre que pude haber tenido. Suculento manjar, Estefanía no se hace una idea de cuánto disfruto introduciendo mi lengua hasta el fondo de ella para luego con la punta de la misma rodear la superficie de sus labios vaginales y estimular su clítoris. Es un ciclo que repitiría cien veces o más sin aburrirme.
Y efectivamente estuve en ese plan hasta que logré que Estefanía tuviera un enérgico orgasmo que terminó de cerrar su día con broche de oro. Me gusta tanto complacer a mí mujer que ni siquiera tuve necesidad de llegar a la penetración. Me satisface saber que ella está satisfecha.
Quedé postrado junto a ella y dormimos hasta las 8:30 AM que teníamos planeado despertarnos para ir a la playa temprano.
Nos dirigimos en una lancha semi lujosa hacia Mochima. Una tranquila playa a la que sólo se puede llegar por vía marítima.
Estuvimos ahí de 9:30 a 11:30 bebiendo Cuba Libre y simplemente charlando. Estefanía no es sólo un objeto sexual. Es una mujer interesante con la que vale la pena interactuar. Yo admiro a Estefanía y sí, es muy sexy, está muy buena. Tiene un cuerpo capaz de motivar a cualquier hombre.. Y seguramente a mujeres también. Pero eso no lo es todo. De hecho creo que sí eso fuera todo, mi deseo por Estefanía no sería tan vehemente ya que mi deseo a ella es proporcional a su actitud como persona y así como amo desnudar su cuerpo, también amo desnudar su mente y su corazón.
¿Que mejor sitio para hacerlo que en una playa tranquila con la naturaleza conectándose a nosotros y unos oportunos tragos que harían relucir su espíritu? Disfruté mucho ese momento con mi mujer. Creo que ambos los necesitábamos.
A las 11:30 la lancha nos llevaría de nuevo al hotel y estábamos algo borrachos. Lo suficiente como para hacer un montón de locuras pero no tanto como para no tener el control necesario sobre nosotros.
El viento y el sol adornaban el avasallador semblante de Estefanía, yo la apreciaba en silencio durante el viaje mientras inconscientemente disfrutaba del sonido del mar y del alcohol que había en mi cuerpo.
Llegamos al hotel y de pronto recordé que Estefanía me había dicho el día anterior algo sobre una supuesta sorpresa y se lo recordé:
— ¿Me habías hablado sobre una sorpresa? Pregunté con una leve ebriedad.
— Ven acá. Ordenó Estefanía con el mismo nivel de ebriedad.
Tomó mi mano y me hizo seguirla hasta la habitación, me dió un leve empujón hacia la cama y quedé tendido allí, confundido mientras Estefanía había salido del cuarto y me dijo que no me moviera de ahí.
Pasaron unos diez segundos o quizás algo más, mi noción del tiempo era cuestionable. Pero luego de esos segundos entró Estefanía nuevamente con una lencería nueva la hacía ver cómo una auténtica zorra dominante. ¡Dios mío! La erección que ocasionó en mi fue inmediata. Me cautivó tanto verla con aquello puesto, que diría que incluso mi ebriedad bajó su nivel gracias la atención que me hizo prestarle. Sentía mi pene prensado y brotando lagrimillas de líquido pre-seminal. Adoro ese tipo de sorpresas. Estefanía sabe que yo no necesito nada material, que con su cuerpo y con su creatividad puede regalarme gratas sorpresas eternamente.
— ¡Ven acá y arrodíllate! Ordenó Estefanía.
Doblegado ante ella obedecí sin objetar.
Estefanía colocó uno de sus pies sobre la cama e hizo un gesto como para ordenarme que comenzará a besarlo. Esto fue otra paradoja, ya que era una especie de orden permisiva. A Estefanía no le gustan sus pies, no sé porqué, a mí me encantan. Me encanta todo de ella. Siempre se lo digo y muchas veces tengo ganas de masajearlos y besarlos. Pero ella no me lo permite porque no le gusta mucho. Sin embargo, esta vez me estaba ordenando que los besara. Por eso digo que es una orden permisiva, porque ella sabe que hacerme besar sus pies es hacer que me humille ante ella, pero también sabe que lo voy a hacer con todas las ganas del mundo.
Así que llené de aire mi pecho antes de comenzar a hacerlo y luego di inicio a mí inminente humillación, besando sus pies con adoración. Me tomé el tiempo suficiente para besar su pie dedicándole la atención que merecía y luego hice lo mismo con su otro pie.
Estefanía puso su pie nuevamente en el suelo y me agarró la barbilla y subió mi rostro hacia ella y me miraba con una cara de castigadora que me dió hasta miedo. Era un miedo disfrutable, representaba su jerarquía en el sexo y con esa lencería que llevaba puesta, intensificaba esa sensación. La miré a los ojos con sus manos sujetando mi barbilla y ya sabía lo que seguía. Así que cerré los ojos y no pasaron ni dos segundos cuando ya mi mejilla estaba siendo fuertemente bofeteada por la palma de Estefanía.
Me dió una bofetada fuerte. No llegué a ver mi mejilla en un espejo ni nada por el estilo pero estoy casi seguro de que su palma quedó marcada en mi piel. Seguía de rodillas en el piso con una erección inexplicable y un dolor en la mejilla que por alguna extraña razón quería sentir.
Estefanía sujetó mi barbilla nuevamente y con voz de regaño preguntó
¿Te gusta así?
Asentí con la cabeza. Sumiso.
Estefanía abrió una botella de ron y me hizo abrir la boca para vertir en ella un trago extenso y caliente.
Sentí mis orejas calentarse de euforia mientras el ron viajaba por mi garganta.
Comenzamos a besarnos y Estefanía teniéndome bajo su mando, me hacía seguirla sin yo siquiera darme cuenta. Ella destapó sus senos y dejó de besarme. Puso su mano en mi pecho para apartarme un poco y de pronto vuelve a agarrar la botella de ron y vierte un poco en cada uno de sus senos. Yo estaba fuera de mi. Sólo obedecía a todo lo que Estefanía hacía y seguía su juego. Acerqué mi boca a sus senos y con mi lengua limpié el ron que en ellos había vertido. Alcancé a leer un tatuaje que tiene en su pecho. _Be yourself_ Sé tu mismo. Me hizo feliz leerlo, pues era lo que estábamos ejerciendo en el momento y no hay sensación como la de poder ser tú mismo con tu pareja.
Así que no pude evitar emitir una efímera sonrisa antes de continuar con lo que hacíamos.
Estefanía me detuvo nuevamente con su mano en mi pecho y volvió a cubrir sus senos. Fue estimulante para mí. Me dió una sensación de que me estaba poniendo límites. Me resultó excitante verla tan mandona. Siempre es así y nos encanta, pero esta vez estaba desfasada de niveles.
Di un tierno beso en su mejilla antes de acercarme a su oído para hacerle saber lo que sentía.
— ¡Que rico! Exclamé con mi voz acompañada de descontrolados gemidos.
— ¿Te gusta ser mío? Preguntó Estefanía a sabiendas de mi respuesta.
— Soy tuyo y amo ser tuyo. Respondí decretando.
De pronto Estefanía lleva su mano hasta el final de mis testículos y comienza a acariciarlos para eventualmente deslizar sus dos dedos hasta la superficie de mi pene y sentir como las pequeñas lagrimillas de líquido pre-seminal se habían convertido en un charco.
Estefanía vulgarmente empapó su mano con mi líquido y comenzó a masturbarme. Parecía que ya no nos importaba nada. Estábamos ambos borrachos y dispuestos así que luego de ella masturbarme durante aproximadamente un minuto, ya ninguno de los dos nos aguantábamos las ganas así que encima de ella comencé a penetrarla.
La conexión que había en nuestros cuerpos era cuando menos vigorosa. Así que, entre gemidos emitidos involuntariamente y un aliento a licor, Estefanía comenzó con el palabreo.
— ¿Te gusta obedecer? Pregunta con intenciones de intensificar el placer, si es que eso era posible.
— Me encanta obedecerte a ti. Respondí para recalcar que ella es la única persona a la que felizmente me doblego.
— ¿Sí? ¿No te importa que tu mujer sea una zorra? Preguntó estimulante.
— Lo que me gusta de mi mujer es que es una zorra. Respondí con seguridad.
Estefanía ya estaba muy húmeda pero sentí que su humedad aumentó al escuchar eso último.
—Uh. ¡Dame duro! Ordenó Estefanía a ojos cerrados mientras seguidamente mordía la parte derecha de su labio inferior.
Comencé a cogerla con fuerza como suele suceder cuando llegamos a estos puntos de intensidad en donde el respeto desaparece y sólo queda el deseo y las ganas que fisiológicamente tenemos que sacarnos de encima. Seguí cogiéndola con fuerza hasta que me vine dentro de ella y sincrónicamente ella se vino también. La ahorcaba mientras le dejaba todo mi esperma en su interior y con más lentitud pero con las fuerza seguía introduciéndole mi pene. Cuando eyaculo luego de una jornada así de intensa, la rabia se apodera de mi y comienzo a enloquecer hasta vaciarme completo. Así que eso hice.
Seguía con mi pene dentro de ella y mi cuerpo automáticamente se derrumbó sobre el suyo y quedó ahí durante unos segundos hasta que cobré fuerzas para retirarlo.
Me acosté a su lado y seguido veo la hora y era la 1:30pm. No podía creer que todo eso había ocurrido tan temprano.
— ¿Te gustó mi sorpresa? Preguntó Estefanía, sabiendo que su sorpresa fue lo mejor del viaje.
Su sorpresa básicamente era la lencería. Como dije antes, ella no tiene necesidad de darme lujos ni detalles rebuscados para hacerme feliz. Con su creatividad, su picardía y su cuerpo tengo más que suficiente.
— Me encantó tu sorpresa. Respondí antes de darle un tierno beso de esos que nos damos siempre después del sexo, pues estamos acostumbrados a faltarnos tanto el respeto en el sexo que creo que esos besos nos recuerdan que todo forma parte de un juego sexual y que en nuestra cotidianidad nos queremos y respetamos.
Salimos a almorzar al restaurante del hotel luego de habernos vestido y luego de eso salimos a dar vueltas por el puerto hasta que llegó la noche.
Al siguiente día, ya teníamos que regresar a Caracas. Eso hicimos, algo destruidos, sí. Pero regresamos. Salimos a las 12:00m del hotel y llegamos a Caracas a eso de las 4:40 pm.
Llegamos a casa satisfechos con nuestro fin de semana y agotados. Quedaban aún dos botellas de ron, una tenía un poco más de la mitad y la otra estaba completa. Cuando llegamos a casa, Estefanía automáticamente se va a descansar, deja su calzado cerca del armario y queda postrada en la cama.
Yo por alguna razón quería tener una diversión extra. Pero mi prioridad es consentirla. Así que comencé a masajearle los pies. Sí, ya sé que dije antes que no le gusta que le toquen los pies, pero le gusta que se los masajeen cuando está agotada o estresada. No me pregunten qué lógica tiene eso, ni siquiera ella lo sabe. En fin, comencé a masajear sus pies, ella acostada en la cama con los pies sobresaliendo y yo sentado en el suelo haciendo lo que me correspondía.
Con ganas de comenzar una travesura, eventualmente besé uno de sus pies.
— Bebé, no. Advirtió Estefanía, negándose a comenzar otra jornada de sexo.
Me acerqué a ella y le dije
— ¿Sabes que cuando me prohibes cosas te ves más atractiva, no?
— Sí, mi amor, pero ahorita estoy muy agotada. De verdad.
La miré de arriba a abajo y tuve que respirar profundo para contener las ganas que tenía de cogerla. Pero ella es quien manda. Con mi pene a la expectativa de una erección, me detuve y regresé al suelo a masajear sus pies.
Sé quedó dormida y yo me acosté a su lado mientras me distraje escribiendo ideas en mi celular.
Se hicieron las 8:15 pm y Estefanía revivió.
La vi despertarse y..
— Hola mi amor. Dije para luego darle un beso de bienvenida a un nuevo día. Aunque era el mismo día, pero la sensación de despertarse sigue siendo igual.
Estefanía sorpresivamente se posó sobre mí y comenzó a frotar sus partes con las y yo con los brazos tendidos hacia los lados, sólo podía dejar que ella hiciera lo que quería hacer.
Coloqué mi celular a un lado y Estefanía se despojó de su ropa y yo de mis pantalones y mis calzoncillos para dar paso a que ella cabalgara sobre mi.
Fue una especie de sexo breve de llegada a la ciudad. No hubo tanto juego previo está vez, creo que ambos queríamos ir al grano y tener sexo hasta llegar y luego continuar con el resto del día para que al día siguiente pudiéramos seguir con nuestra rutina semanal.
Me vine dentro de ella y luego de eso ella se puso una bata y unas pantuflas para ir a la cocina a ver qué quedaba para cenar. Como siempre, la acompañé para ayudarla en lo posible y nos hicimos unos sandwich para matar rápidamente la cena y luego nos fuimos a dormir felices con nuestro inolvidable fin de semana.
Viendo televisión rutinariamente a las 9:45pm, acostado junto a ella volteé a verla y pensé una vez más cuan afortunado soy por tener semejante mujerón como compañía.
Daniel.