Revista Cultura y Ocio

Aleatorio – @Netbookk

Por De Krakens Y Sirenas @krakensysirenas

Buenos días señoras y señores,

Como todos ustedes ya sabrán, la aleatoriedad se asocia de forma errónea la mayor parte de las veces, a todo proceso cuyo resultado no es previsible y en el cual la razón o motor principal, dicen los legos en la materia, es la intervención del azar.

Si bien es cierto que el resultado de cualquier suceso llamado aleatorio no puede determinarse en ningún caso antes de que este se produzca, si enmarcamos el estudio de los fenómenos aleatorios dentro del ámbito de la teoría de la probabilidad y, dentro de un marco más amplio en el de la estadística, podremos llegar a demostrar que lo que los humanos llaman “el azar” no existe.

Como podrán ustedes comprobar a lo largo del seminario, la palabra aleatorio se usa para expresar una aparente carencia de propósito, causa, u orden. El término aleatoriedad se usa a menudo como sinónimo con un número de propiedades estadísticas medibles, tales como la carencia de tendencias o correlación y por lo tanto es medible y comparable a otros fenómenos.

Les recuerdo que también estudiaremos el lugar que la aleatoriedad ocupa en la ciencia, la filosofía y en el alma de los hombres. Muchos de los cuales todavía creen ciegamente en lo que ellos llaman azar y que tal y como les demostraré a lo largo de este máster, sencillamente no existe.

Treinta minutos exactos de discurso, para la inauguración del Máster. Perfecto.
Las 23:49, hora de imprimir, recoger la maleta y descansar. Mañana es el gran día.

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– Son las 6 de la mañana – la voz alegre de la locutora intentado disimular lo intempestivo de la hora, lo despierta con un cierto malestar, un regusto amargo en la boca.

– ¿Quizá no me lavé los dientes duraré dos minutos? – piensa López en voz baja mientras se destapa y saca las piernas de la cama para meter, primero el pie izquierdo y luego el derecho en sus zapatillas y levantarse.
-Las 6:05, procedemos a referirles el parte meteorológico – sigue relatando la locutora, justo antes de que López apague el despertador.

Entra en la cocina y enciende la luz, sobre el banco alineados están el café y la cafetera esperando cumplir su función. Una vez encendido el fuego, pasa al baño y mientras se hace el café a fuego lento (5 minutos exactos) López se ducha y afeita. Dos galletas, la pastilla para la tensión y guardarlo todo en el lavavajillas. Las 6:20.

Los dientes, enérgicamente forrados durante los dos minutos de rigor. La cama hecha y un último vistazo al reloj. Las 6:30.

Todo recogido y ordenado. López sonríe satisfecho y abre la puerta comprobando todo con la mirada por última vez. Cierra despacio, para asegurarse de que toda su ordenada vida, queda dentro de su minúsculo y pulcro refugio, lejos y apartada del caos que es la vida del resto de la humanidad.

Abajo le espera el taxi que lo llevará en doce minutos y medio exactos a la estación por la ruta que usa siempre y que le detalla poco a poco al taxista para que no se despiste. una vez ocupado su asiento habitual, comprueba con una media sonrisa como el tren, puntual, parte hacia el norte a las 7 de la mañana, en busca de esa semana que durará el seminario sobre Estadística y Azar que impartirá a los doctorandos de último año y que son sus únicas vacaciones anuales.

Antes de dejarse mecer por el traqueteo del tren durante treinta minutos, ni uno más, para lo cual escoge la alarma adecuada en su móvil, le da un último repaso a su discurso mientras fuera, amanece un nuevo día.

Al llegar a la estación de destino, le espera el ayudante del catedrático que le deja en el hotel. El resto de ese día lo pasa disfrutando del paseo alrededor de la Catedral y cena en el bar al cual acude año tras año, aunque ahora haya bajado su calidad y los camareros no sean los mismos y se parezcan mucho unos a otros.

Un último paseo hasta el hotel, pasando por la calle de los locales de moda, siempre cambiantes, pero siempre en el mismo sitio comprobando, como cada año, la belleza de las mujeres del lugar. Se ha dado el lujo de quedarse mirando a una morena con una melena rizada que, con una mirada desafiante, salía de uno de los locales de moda, perdiéndose entre la multitud.

Las 23:49 refleja el reloj de su móvil, justo antes de que López, después de su aseo, compruebe, por última vez, la alarma del despertador antes de apagar la luz.

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-Muy descriptivo López. Escueto, sencillo y claro. Me ha gustado, como siempre, su capacidad de síntesis – le felicita el director del Máster mientras afectuosamente le palmea la espalda en la recepción posterior a la inauguración del Máster.

López agradecido, le estrecha la mano de forma ceremoniosa, porque sabe que es el precio a pagar para ser invitado por la Universidad del Norte al año que viene y disfrutar de estos siete días de asueto a costa de ellos.

Declina amablemente, como siempre la invitación a la comida oficial alegando unos inexistentes compromisos familiares y al salir, se despide de todos con una amplia sonrisa. Las 10:45.

María no ha dormido. Ha pasado la noche de Bar en Bar por culpa del cabrón de Víctor que, en un arrebato de celos, la dejó plantada en la entrada del garito de moda en el centro de la ciudad. Lleva el rímel corrido, ya casi no le queda maquillaje ni brillo en sus sensuales labios y el no haber dormido nada, después de haber decidido darle celos de verdad al hijo de su madre, unido a su rabia contenida, hace que su mirada sea la de una fiera enjaulada.
Lleva los zapatos en el bolso y no se ha dado cuenta de que un traicionero botón de su escote había decidido proclamar sus encantos a los cuatro vientos.

López, camino del hotel, decide entrar a un supermercado a comprar colutorio, por si acaso la pasta de dientes no es suficiente. Y, al ir a entrar, tiene que desviarse porque un camión está descargando mercancía para reponer las estanterías.

María, furiosa, despeinada y agotada, se da cuenta de que todos los hombres con los que se cruza se le quedan mirando fijamente. Al llegar a la puerta del supermercado se tropieza, casualmente, con López que salía de comprar su colutorio y se queda embobado mirándole, de forma alternativa al escote y a los ojos.

Tres segundos. Los ha contado mentalmente, tres segundos ha tardado ella en darse cuenta, al verse reflejada en el cristal de la puerta del supermercado que llevaba la blusa mal abrochada.

Se ha puesto tan guapa al mirarme, hacía tanto tiempo que nadie me miraba así, piensa López cerrando los ojos lentamente…

María petrificada delante del supermercado ve pasar a su lado a los empleados que acuden corriendo a ver si pueden hacer algo por el hombre que ha sido aplastado por un palet que el camión estaba descargando. No se ha dado cuenta de nada el pobre. Ni siquiera ha escuchado el grito del camionero que le advertía del peligro, absorto como estaba, prendado de la mirada de María mientras ella se desabrochaba la blusa para volvérsela a abrochar bien.

Qué casualidad. Tres segundos me he despistado, sólo tres, pero han sido unos segundos tan hermosos… – piensa López, justo antes de abandonarse, cerrando los ojos.

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