Alejandro Legaspi me recibe en su casa para hablar sobre su último trabajo, La Última Noticia, una ficción ubicada en los Andes durante los años de violencia política que se ha estrenado recientemente en los cines comerciales. El largometraje, protagonizado por un periodista que se ve envuelto en el fuego cruzado de la guerra interna, ha sido producido por el mítico Grupo Chaski. Esta propuesta es un reto personal para alguien acostumbrado a contar sus historias desde la perspectiva del documental, y que supone su primer largometraje de ficción realizado en solitario, tras codirigir hace ahora tres décadas películas clásicas de la filmografía peruana como Gregorio (1982) y Juliana (1898).
P. ¿Por qué regresar ahora a los años de violencia política?
R. Hemos sentido la necesidad de dejar pasar el tiempo antes de trabajar en una historia sobre la guerra interna para dejar que se cerrasen algunas heridas. Pero, al mismo tiempo, no queríamos que todo aquello que pasó caiga en el olvido. De hacerlo, corremos el riesgo de tropezar con la misma piedra. También me preocupa que la gente joven no sepa lo que pasó.
P. ¿La peruana es una sociedad olvidadiza?
R. Hay de todo. Hay gente que prefiere pasar página, olvidarlo todo y empezar de cero. Yo no comparto esa postura. Creo que hay que seguir adelante, pero sin dejar de mirar atrás. Debemos saber afrontar ese debate sobre lo que pasó. Ahora, por ejemplo, en Alemania existe la discusión sobre si se debe estudiar en las escuelas el libro Mein Kampf, de Adolf Hitler. En una sociedad donde no se puede ocultar ningún libro, lo mejor es que los jóvenes puedan discutir sobre este tipo de información con un profesor en la escuela.
P. ¿La película está basada en hechos reales?
R. El personaje principal, que es un periodista de pueblo que empieza a recibir presiones de ambos bandos enfrentados a medida que el conflicto se va intensificando, está inspirado en una historia real. Nos hemos basado en libros, en testimonios, en fotografías, en informes… Pero luego hemos ido interpretando libremente la historia, transformándola para construir una ficción, en cuyo proceso de escritura he trabajado con René Weber.
P. ¿Cuál fue el papel del periodismo durante el conflicto?
R. Yo fui corresponsal de guerra en Nicaragua en 1979, y también trabajé en Ayacucho. Por eso sé que era muy distinto el trabajo del periodista que estaba de paso, que iba al interior del país solo unos días para cubrir un reportaje y luego regresaba a Lima, y otra cosa era el periodista que vivía en la zona de conflicto, y en donde todos conocían cuál era su casa, quién era su mujer… Ese periodista sufrió en carne viva la presión de estar entre dos fuegos, y la suya fue una actitud heroica.
P. ¿Qué recuerdas de tu trabajo como periodista de guerra en Ayacucho?
R. Fue una experiencia de miedo. Muy distinto fue en Nicaragua, donde los guerrilleros querían tener una buena imagen pública y trataban con cierta cortesía a los periodistas. Sendero, en cambio, nunca fue amigo de los periodistas. Para ellos, tú también eras el enemigo.
P. Este es tu primer largometraje de ficción dirigido en solitario, ya que las anteriores producciones que realizaste fueron documentales o, en el caso de películas de ficción, fueron creaciones codirigidas con otros colegas del Grupo Chaski. ¿De dónde surge esta motivación ahora?
R. Yo siempre he tenido un pie en el documental y otro pie en la ficción, y mis historias han tenido un poco de ambos géneros. Me siento cómodo en ambos formatos. En el caso de La Última Noticia, opté por la ficción porque esta historia quería contarla a mi manera. Además, también es cierto que queríamos llegar a más gente, lograr alcanzar al gran público a través de los cines, y eso es algo que con los documentales no te lo puedes permitir. En Perú, se maltrata al documental. Resulta muy difícil meter una obra de no-ficción en una sala comercial, y a las televisiones tampoco les interesa. Con la repercusión mediática es lo mismo: presentas un documental y nadie te da bola; en cambio, si haces una película la prensa te llama, te entrevista, sales en los periódicos.
P. ¿Qué pasó con el Grupo Chaski estas últimas décadas, ya que La Última Noticia es la primera producción de un largometraje de ficción desde Juliana en 1989?
R. En los noventas, después de Juliana, hicimos una serie de documentales de producción propia. Luego llegó el gobierno de Fujimori y sacó la Ley del Cine, que era fundamental para las producciones de cine nacional. Por otro lado, en esa época el Perú se volvió un país en ruinas como consecuencia de la violencia política. El miedo, los apagones, la inseguridad a la hora de salir a la calle… Aquel fue un periodo oscuro para todo el país, y también para el cine. Todo esto unido a algunas discrepancias internas me llevó a retirarme del Grupo Chaski, que finalmente se disolvió en el año 1993.
Posteriormente, en 2004, Grupo Chaski se reactivó y lanzó la iniciativa de la Red Nacional de Microcines. Este fue un proyecto impulsado por Stefan [Kaspar], uno de los fundadores de Chaski, quien luego me invitaría a unirme de nuevo al grupo y empezar a mover el área de producción. Esta nueva etapa se inició con la realización del documental Tiempo de memoria [2005], al que siguieron Sueños lejanos [2007] y El azaroso camino de la fe de Otto Brun [2012]. Y finalmente, trabajando junto a René Weber, nos lanzamos a la realización La Última Noticia, que era una historia que estaba esperando su momento. Como lo que estamos presentando ahora es una película de ficción, que es lo que hace ruido, la gente ha vuelto a empezar a escuchar sobre el Grupo Chaski, pero nosotros ya llevamos varios años trabajando en la producción de nuestras propias obras.