Revista Sociedad
Se ha encendido la alerta roja sobre la suerte de las disciplinashumanísticas en los diversos niveles de enseñanza.Como si respondieran a un toque de trompeta, casi todoslos países occidentales han emprendido reformas de susplanes de estudio, con una orientación sospechosamentecoincidente: encaminar toda la educación formal hacia elrendimiento económico, a base de implantar instrumentosestereotipados de evaluación y control regidos por elpragmatismo, disminuyendo así drásticamente la presenciade la literatura, la historia y la filosofía en la escuela yla universidad. El resultado es desolador y –a pesar de ladocilidad característica de las sociedades tecnificadas– seestán escuchando, cada vez más altas, voces de protesta demuy variadas procedencias.
Ha llamado especialmente la atención el duro alegatode Martha Nussbaum,1 porque –si bien se trata de unadestacada especialista en el pensamiento griego– ha publicadovarias obras, muy difundidas, en las que se ocupa decuestiones sociales y culturales con una orientación claramenteliberal (en sentido estadounidense), sin abandonaren ningún momento su posición «políticamente correcta». Defender hoy día la enseñanza de las «letras» sueleser, en cambio, una actitud que merece reproches de pesimismoo melancolía, y suele castigarse con la marginaciónacadémica y la inopia social.
Desde las primeras líneas de este libro, Nussbaumlanza casi a la desesperada su llamamiento:
Estamos en medio de una crisis de proporciones gigantescay de enorme gravedad a nivel mundial. No, no me refiero ala crisis económica global que comenzó a principios del año2008 […]. No, en realidad me refiero a una crisis que pasaprácticamente inadvertida, como un cáncer. Me refiero auna crisis que, con el tiempo, puede llegar a ser mucho másperjudicial para el futuro de la democracia: la crisis mundialen materia de educación.2
Para mí –matizaría– la democracia no es el valor másalto, pero sí que lo es para Nussbaum, que se refiere a estaconfiguración política como procedimiento para enfatizarlo mucho que está en juego.
El creciente abandono de las asignaturas humanísticasdeteriora el dominio del lenguaje y, por lo tanto, dificultala comunicación entre personas de diversas convicciones,culturas o niveles sociales. Afecta, desde luego, a lacapacidad de la deliberación en cuestiones prudenciales,que constituye la espina dorsal de la actividad política. Y,desde el punto de vista moral, comienza a hacer casi inviableel atenimiento a valores que trasciendan lo materialo lo puramente procedimental. En momentos en los que,presuntamente, la riqueza de las naciones aumenta, resultaque el alma de las sociedades se empobrece con unarapidez espectacular. Y empieza a sospecharse que este vaciamientoético está en la raíz de los grandes escándaloseconómicos y de la dificultad para deshacer los entuertosa los que tales irregularidades han abierto camino.
Lo que se está imponiendo es el modelo del mercado,especialmente en el nivel de la educación superior. Exceptoalgunas univesidades de Estados Unidos, muy pocas,que se siguen orientando hacia el fomento de la «vida delespíritu» (Life of mind), lo que los gestores imponen a losacadémicos es que la medición de resultados arroje unsaldo positivo, medido casi exclusivamente en términoseconómicos y, si acaso, de prestigio social. Según señalaMartha Nussbaum, una de las numerosas consecuencias de este cambio es laevaluación obligatoria de investigación y docencia, que estimade manera mecánica el rendimiento de los profesores[...]. El aspecto más insidioso es la exigencia, antes implícitay hoy más abierta, de que se demuestre el impacto de las investigaciones,es decir, su aporte a los objetivos económicos de la nación.3
Si la gran helenista, autora de este libro, comenzaraahora su carrera académica, se encontraría con la desagradablee injusta sorpresa de que su excelente libro Lafragilidad del bien no añadiría méritos a su empeño depromoción universitaria, porque lo que hoy día se valorason los papers con impacto, es decir, publicados en revistaspreseleccionadas por una empresa privada, entre las que–por ejemplo– no se incluyen algunas de las mejores delmundo, por ser quizá de procedencia alemana y no estareditadas preferentemente en inglés, la nueva lingua franca(popularmente denominada globish).
Los pormenores de esta tendencia se multiplican ycomienzan a adquirir aspectos ridículos.
Actualmente, en los casos en que los departamentos de humanidadesno se cierran por completo, se los fusiona conalgún otro departamento cuya utilidad económica es másevidente, lo que supone un grado mayor de presión sobre ladisciplina humanística para colocar el acento en los aspectosde su campo que más se acercan a la rentabilidad, o almenos pueden aparentarlo. Por ejemplo, cuando el departamentode filosofía es fusionado con el de ciencias políticas,el primero recibe presión para hacer hincapié en las áreasmás útiles de su campo y en aquellas que tienen más probabilidadesde ser aplicadas, como la ética empresarial másque el estudio de Platón, la lógica, el pensamiento crítico ola reflexión sobre el sentido de la vida, que en última instanciaserían más valiosas para ayudar a los jóvenes a entendersu propio interior y el mundo en que viven.4
Tiene toda la razón la autora cuando insiste que loque se está dilucidando es todo un modelo existencial,que –con muchas inflexiones– ha marcado el rumbo denuestras culturas desde hace veinticinco siglos, y del quenos estamos desembarazando con la ligereza con la queuno se quita el abrigo al llegar la primavera. Por ejemplo,el estudio de las lenguas clásicas, que durante casi dos milaños se ha considerado imprescindible en la educación de lasjóvenes generaciones, se ha reducido –con suerte– aun par de asignaturas optativas para alumnos pintorescos.
De los grandes autores literarios y de los pensadores decisivos,muchos universitarios recientes no conocen ni elnombre, y ya no falta quien –absorbido por las nuevas tecnologías–entra en la vida profesional sin haber leído unsolo libro.
Nussbaum se carga de argumentos para obtener unaconclusión que parece solemne y casi patética, pero que sequedaría corta para quien fuera capaz de asomarse a lasperspectivas trascendentales que el estudio de lo humanoimplica:
Si el verdadero choque de las civilizaciones reside, comopienso, en el alma de cada individuo, donde la codicia y elnarcisismo combaten contra el respeto y el amor, todas lassociedades modernas están perdiendo la batalla a ritmo acelerado,pues están alimentando las fuerzas que impulsan laviolencia y la deshumanización, en lugar de alimentar lasfuerzas que impulsan la cultura de la igualdad y el respeto.
Si no insistimos en la importancia fundamental de las artesy las humanidades, éstas desaparecerán, porque no sirvenpara ganar dinero. Sólo sirven para algo mucho más valioso:para formar un mundo en el que valga la pena vivir, con personascapaces de ver a los otros seres humanos como entidadesen sí mismas, merecedoras de respeto y empatía, quetienen sus propios pensamientos y sentimientos, y tambiéncon naciones capaces de superar el miedo y la desconfianzaen pro de un debate signado por la razón y la compasión.5*Con cierto retraso, como suele suceder, el toque deatención ha llegado hasta nosotros. Y la espera ha merecidola pena, porque ha desembocado en un libro lleno deerudición e ingenio y que, sobre todo, es una refrescantemanifestación de libertad intelectual y de valentía cívica.El autor es el catalán Jordi Llovet, Catedrático de Literaturade la Universidad de Barcelona –jubilado anticipadamente–y el libro se titula Adiós a la universidad. El eclipsede las humanidades.6
El autor sabe que pisa un terreno minado, en el quese ha impuesto un silencio que hiela la sangre, porque casinadie ha osado decir que el rey está desnudo. Cuando laverdad es que lo está.
Sorprende [dice Llovet] que ciertos aspectos de nuestra vidauniversitaria, que se arrastran desde hace décadas, sobretodo los más negativos, apenas hayan movido a los profesores[…] a discutir en voz alta lo que se dice por lo bajo cuando,por azar, se encuentran en el claustro de la universidado por la calle [...]. Es la propia impotencia de la clase profesoraldel país, el cansancio quizá –a veces la indiferencia– laresponsable de que se corra, sobre la vida universitaria, unvelo que oculta verdades muy gordas y que explica, asimismo,que por puro sentido de supervivencia –mañana seráotro día– muy poca gente de la que se dedica a este nobletrabajo se haya tomado la molestia de airearla en sus aspectosmás sofocantes.7
No deja Llovet de vincular el cultivo de las letras ala suerte de la democracia, como había hecho Nussbaum:Todo obliga a concluir, pues, que hacer hincapié en el retornoa las formas de educación basadas en el arte de la palabray en la discusión intelectual podría convertirse en un aliadomuy eficaz para volver a ofrecer a las democracias el sentido,o el valor, que nunca deberían haber perdido.8
Y llega incluso a acercarse más certera y profundamenteal corazón de este tema:
No puede construirse ningún sistema democrático propiamentedicho si la ciudadanía no está preparada intelectualmentepara el necesario discernimiento de todos los hechosque se le presentan a diario ante sus ojos y su conciencia [...].
Si una democracia no posee esta fons salutis que significadisponer de una capa social muy bien preparada intelectual,política y cívicamente, entonces cae, a menudo de manerabeatífica, en las formas más perversas del regimiento de lacosa pública: la plutocracia, la burocracia, la mercadocraciay, en el límite, los totalitarismos disfrazados con las máscarasmás sofisticadas. El papel de las humanidades, en estesentido, no tiene parangón.9
También hay que resaltar que el autor introduce en sudiscurso un factor que quizá la helenista americana habíaconsiderado demasiado delicado mencionar: el abuso delas nuevas tecnologías, en el contexto del empobrecimientodel pensamiento y la debilitación de la palabra.
Al autor le parece observar, como lo haría un sociólogo, quelas nuevas generaciones buscan más la fama que precian lagrandeza; desean el éxito por encima del mérito; quierenantes la aclamación que el reconocimiento. Construyen pequeñassociedades autosuficientes a través del teléfono móvil,el chat y el Facebook, todas ellas Ersätze [sustituciones]de la vida social y política en un sentido global. Todo elloobedece a una ley de la historia presente según la cual el pasadoqueda completamente desacreditado y toda hipótesisde futuro resulta una probabilidad en la que es preferibleno pensar. Por ello, el autor considera importante retrocederhasta formas pretecnológicas de la enseñanza, de lainformación y de la discusión intelectual, en las que hayaquedado incólume la dignidad de la palabra y la posibilidadde generar razonamiento, conocimiento, conversación y sabiduríacomunal.10
Gran parte de la nueva pedagogía se encuentra lastradapor un equívoco fundamental: la creencia en que seaprende haciendo. Parece que algunos acaban de descubrirel learning by doing de los pragmatistas americanos. Yse olvidan de la vieja distinción entre praxis y poíesis. Paraaprender, no hay que hacer: hay que actuar, en el sentidoradical de «estar en acto»: actualizar. Se trata de una operaciónvital –la más alta– que no puede ser sustituida porningún ingenio técnico. Y es preciso, además, caer en lacuenta de que el tempo del aprendizaje intelectual no es elde los ordenadores o dispositivos semejantes, que fueroninventados para organizar, informarse, almacenar datos y,más recientemente, distraerse.
La consecuencia ha sido que toda persona joven que seencuentra delante de un ordenador, dondequiera que seaincluyendo un aula–, se relaciona con él más según unapauta inmediata y lúdica que con arreglo a las premisas, muchomás rudas, de la adquisición mental y mediatizada deconocimientos.11
El profesor Jordi Llovet ilustra con ejemplos –quevan desde lo patético hasta lo cómico– las consecuenciasreales, en las facultades y departamentos, de la recienteimplantación de nuevos planes y métodos, que no hansuscitado el efecto pretendido –la movilidad de estudiantesy profesores en el espacio universitario europeo–, perohan conseguido burocratizar la actividad académica hastaunos niveles increíbles. No hay sosiego ni motivación paraque las inteligencias juveniles maduren en un trato serenocon lo mejor de las ciencias y las humanidades en cada unade las carreras. La interdisciplinariedad se ha convertidoen un tópico vacío de sentido. Y el sentimiento de frustraciónse extiende entre el profesorado, cuyo papel se hacetrivial, perdidos como están entre una administración quetodo lo quiere controlar y unos estudiantes que no acabande saber si son objeto de halagos o de manipulaciones.*No siempre fue así. Se acaban de publicar dos conferenciasque el poeta español Pedro Salinas pronunció ensu exilio americano el año 1940, y en las que se proponedefender al estudiante y a la universidad, que todavía nohabían sufrido unos atropellos que asomaban ya en el horizontey que hoy se han impuesto en casi todo el mundo.12
El autor de La voz a ti debida manifestaba su inquietud poralgo tan delicado como el proceso formativo del ser humano,fin esencial de la universidad. No consiste este [advertía]en una acumulación de datos o de leyes de la materia,sino en un delicado adiestramiento del alma para ir percibiendo,sintiendo directamente, toda la complejidad de losproblemas del hombre y del mundo, y hacerles cara conconciencia y sentido de responsabilidad o moral. Este procesode conquista de la conciencia de la vida, de formaciónde la personalidad para vivirla dignamente, bien mereceque se le dé el tiempo debido para que tenga mayores probabilidadesde cumplimiento. Ahí no cabe aceleración.13
A esta concepción humanista de los estudios superiorescorresponde un tipo de universitarios que hoy día seríanconsiderados como rara avis, pero que a Salinas le parecíanreales, sobre todo porque había convivido con ellosen la recién creada Universidad Internacional de Santandery en centros docentes de España y de Estados Unidos.
Un estudiante [decía esta vez en Puerto Rico] es un hombreque tiene fe en que por medio del estudio y de la ampliaciónde sus conocimientos va a mejorar y enriquecer su naturalezahumana, no en cantidad, sino en calidad, va a hacersemás persona, mejor persona, y a cumplir mejor su destino,va a entender mejor los problemas del hombre y del mundo.
El que toma el estudio como vía de acceso a beneficios deimprevisible grandeza, y no a la posesión de una habilidadque le permite ganar dinero. Lo que hay que fomentar en elestudiante es ese valor vital de la cultura, esa fe en su capacidadpara elevar la naturaleza del hombre.14
La valoración social de las humanidades oscila,según parece, al mismo ritmo de las ideas que las mujeresy los hombres albergan sobre sí mismos. Algunosverán en estas secuencias nada más que los consabidoscorsi e ricorsi de la historia. Otros, en cambio, tendránsu alma en vilo: no vaya a ser que, tras uno de esosbajones en la valoración de nuestro espíritu, se tornedemasiado difícil, casi inviable, la recuperación de lapropia dignidad.
Alejandro Llano
Es Catedrático de Metafísica de la Universidad de Navarra,de la que ha sido Rector (1991-1996). Su trayectoria se ha centrado en el estudio del idealismo alemán y en el establecimiento de un diálogo entre la ontología y la teoría del conocimiento de Aristóteles y Tomás de Aquino y los planteamientos lógico-lingüísticos contemporáneos. Entre sus publicaciones destacan: Fenómeno y Trascendencia en Kant (1973), Metafísica y Lenguaje (1984), El enigma de la representación (1999), y Caminos de la filosofía (2011).Es miembro de la Pontificia Academia de Santo Tomás de Aquino.
Notas:1. Martha C. Nussbaum, Sin fines de lucro. Por qué la democracianecesita de las humanidades, traducción de María Victoria Rodill,Madrid, Katz, 2010.2. Idem, pp. 19-20.3. Idem, p. 169.4. Idem, p. 171.5. Idem, p. 189.6. Jordi Llovet, Adiós a la universidad. El eclipse de las humanidades,Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2011.7. Idem, p. 14.8. Idem, p. 345.9. Idem, p. 357.10. Idem, p. 356.11. Idem, p. 322.12. Pedro Salinas, Defensa del estudiante y de la universidad, ediciónde Natalia Vara Ferrero, Sevilla, Renacimiento, 2011.13. Idem, pp. 61-62.14. Idem, pp. 49-50.
Fuente original: http://www.filosofia.mx/index.php?/portal/archivos/ocaso_de_las_humanidades