Revista Cultura y Ocio

Alejandro Navas, sobre zoofilia e ideología de género

Publicado el 05 noviembre 2012 por Noblejas

AlexnavasAlejandro Navas me hace llegar el texto que hoy publica en La Gaceta, acompañado de un breve comentario que por sí solo da razón del asunto tratado:

Sobre la noticia alemana que lo inspira -que me parece bien notable- ya escribí otro artículo, relativo al amor a los animales y al desprecio a los humanos. Con el mismo arranque hablo ahora de la ideología de género.

Encuentro cierto placer en denunciar las incoherencias de la corrección política. Pienso que esa es una de las funciones útiles de los que trabajamos con textos: llamar la atención sobre tanto emperador desnudo.

Como yo mismo me encuentro también trabajando con textos y comparto cierto placer en la misma denuncia funcionalmente útil de las mismas incoherencias de la corrección política, sigue a continuación el texto de Alejandro:

Por recomendación de la segunda cámara (Bundesrat), el Gobierno alemán ha encargado al Ministerio de Agricultura que prepare una ley para penalizar la sodomía con animales.

Esta modalidad de zoofilia se juzga inaceptable por obligar al animal a una práctica sexual contraria a su naturaleza.

Al igual que en gran parte de Occidente, el bestialismo se consideró en Alemania durante siglos una práctica inmoral e ilegal. En el contexto de la revolución sexual de los años sesenta y del llamado “uso alternativo del derecho”, esa conducta se despenalizó en 1969. ¿Cómo se explica ahora esta aparente marcha atrás en la liberalización? ¿Reaparecen tal vez viejos tabúes que creíamos superados?

Para más inri, el mismo Gobierno alemán está tratando de conceder a las uniones homosexuales las ventajas fiscales que disfrutan los matrimonios. Por una vez, hemos sorprendido a los concienzudos alemanes en un flagrante delito de incoherencia: igualar las diferentes “orientaciones sexuales”, de la que el reconocimiento del “matrimonio homosexual” sería el primer paso, implica negar la existencia de una naturaleza humana.

No habría una forma normal, canónica, de vivir la sexualidad. Las diferentes “orientaciones sexuales” se vuelven equivalentes, cada uno elige la que más le conviene. Pero si todo vale y no hay naturaleza que me condicione, ¿cómo se justifica entonces la invocación de esa misma  naturaleza en el caso de la sexualidad animal? Va a resultar que también en este ámbito hay comportamientos moralmente aceptables y rechazables.

España va muy por delante de Alemania en la implantación de la ideología de género, que fue el núcleo del programa de Zapatero.  De modo coherente, el presidente declaraba en junio de 2011, poco después de anunciar el fin de la legislatura, que el logro del que se sentía más orgulloso era precisamente la ley del matrimonio homosexual. Durante los siete años de su presidencia  “los gays de Europa y América veían en las ciudades españolas los epicentros del ambiente” (titulaba un periódico en la cobertura del festival Loveball de 2007), y gobernantes que se autoproclamaban progresistas, como Bachelet en Chile o Fernández de Kirchner en Argentina, reconocían a Zapatero como su modelo.

Nuestro Gobierno central no estaba solo, pues algunas autonomías iban todavía más allá. La Cataluña del Tripartito creaba la figura de un Fiscal Coordinador Contra la Homofobia, se adhería a la ILGA (International Lesbian and Gay Association) o promovía un novedoso reparto de juguetes: muñecas para los niños y coches o balones para las niñas, bajo el lema “Cuando jugamos todos somos iguales”. 

La Junta de Andalucía no se quedaba atrás: financiación pública para la cirugía de cambio de sexo o envío de inspectores para impedir el uso sexista del patio en los recreos escolares (en Andalucía, como en el resto del mundo, los chicos tienden a ocupar la mayor parte del espacio para jugar a la pelota o a policías y ladrones; por su parte, las niñas charlan en corros a los lados del patio. Un gobierno sensible a la igualdad no podía tolerar ese régimen discriminatorio).

En el ámbito municipal, ciudades como Barcelona, Sitges o Sevilla compiten por el liderazgo del turismo gay. Mientras Sevilla apunta a la captación de eventos, Sitges se vende como “el balneario gay de Europa”. Ideología y economía se dan la mano, pues se sabe que los homosexuales tienen un nivel de ingresos y de gastos superior a la media; de ahí la creciente importancia de la “economía rosa”.

¿Qué pasará con esas “conquistas” de la ideología de género bajo el nuevo ejecutivo del PP? ¿Tendrá Rajoy la fortaleza necesaria para aplicar su programa? El lobby gay sigue muy activo, y también se hace notar en las filas populares.

El Tribunal Constitucional deberá decidir sobre la ley del matrimonio homosexual. Y aunque esa sentencia no signifique el final del debate, constituirá un hito importante -salvo que el TC haga una chapuza -. Pero más allá de políticas circunstanciales, está en juego un elemento central del proyecto cultural moderno: la emancipación y el control de la naturaleza.

El hombre moderno, borracho de saber -la ciencia- y de poder -la tecnología-, cree que puede imponer su voluntad arbitraria al medio físico, a la sociedad e incluso al propio organismo humano. En un acto de soberanía voluntarista podemos decretar que la homosexualidad y sus variantes “trans” y “bi” -y hasta las veintitrés orientaciones sexuales que reconoce el Gobierno australiano- son igualmente naturales y, por tanto, válidas, pero el episodio alemán nos demuestra que la realidad natural es tozuda y reaparece por la puerta de atrás en cuanto nos descuidamos.


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