Justo en el centro de la Bebelplatz de Berlín, flanqueada por los edificios de la ópera y la Universidad Humboldt, se abre un agujero acristalado que permite ver unos pocos metros más abajo una serie de estanterías vacías. Tal alegoría sirve para recordar la quema de 20.000 libros que allí ocurrió en mayo de 1933, probablemente una de las imágenes más simbólicas de la represión nazi. A no mucha distancia, en las cercanías del edificio del Reichstag, otro monumento hace lo propio para recordar a los gitanos exterminados durante el nazismo; a su vez, a pocos metros, un gigantesco soldado soviético recuerda a los berlineses quién ganó la guerra.
Pero los alemanes están empezando a olvidar. O, al menos, a desligarse de aquella historia. El asesinato en junio del político Walter Lübcke, miembro de la CDU —el partido de Merkel—, fue, a efectos de atención mediática, la gota que colmó el vaso. Primero, por la gravedad que supone un asesinato con tintes políticos en un país democrático; segundo, por lo simbólico, ya que supone el primer asesinato de un político a manos de la extrema derecha en el país desde la época nazi. Sin embargo, Alemania ya había estado cerca de vivir este escena...
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Alemania tiene un problema creciente con la violencia de la extrema derecha fue publicado en El Orden Mundial - EOM.