Sabéis que no soy de los que exageran, ni de los que les gusta alarma. Así que, por favor, hacedme caso, esto es un peligro mortal, como os podrán confirmar en este blog científico. El Monóxido de Dihidrógeno o R-718 vital en procesos industriales, y en el comercio dominado por las multinacionales está causando estragos. Mirad, la información la he corroborado por varias fuentes, en periódicos serios como ABC, El Mundo, El País, y el International Herald Tribune. He podido comprobar que este compuesto químico el Monóxido de Dihidrógeno:
- Ha sido un agente presente en los últimos Tsunamis, de forma que se puede aseverar que sin la presencia del R-718 no se hubiera desencadenado ninguna de estas catástrofes.
- Contribuye a la erosión, siendo su acción especialmente intensa en la piedra caliza.
- En forma de gas contribuye al efecto invernadero.
- Su acumulación excesiva en las presas podría dar lugar a su ruptura y posterior inundación.
- Es un componente fundamental de la lluvia ácida.
- Sin embargo es un medio ideal para la proliferación de bacterias peligrosas
- Puede disolver el surfactante de los pulmones.
- Su peligrosidad, de acuerdo al código RTECS. de riesgo de sustancias químicas es de ZC0110000.
¿Debería prohibirse el Monóxido de Dihidrógeno?
Pues si es así tendríamos un problema, porque el Monóxido de Dihidrógeno también se conoce como agua: agüita de la fuente y agua de la mar salada. Y no creo que ni a [sustitúyase por político que no se aprecie] se le ocurriera prohibir el agua.
El verdadero peligro
Un verdadero peligro de nuestro tiempo es el lenguaje pseudo-científico, en boca de estafadores y charlatanes de toda especie. A veces incluso de los que se engañan a sí mismos. Las consecuencias pueden venir de creencias en todo tipo de charlatanerías más o menos peligrosas, a caer en una estafa, a enfermar o a comprometer gran parte de tu vida en un inmenso montón de nada.
Opera de la siguiente forma y manera: yo menciono un par de palabrejas que tú casi entiendes, pero en realidad no estás muy seguro. Además hablo o escribo como si estuviera mencionando algo que sabe cualquier niño de primaria. A ti te cuesta reconocerlo y no me cuestionas mucho. Si lo haces te apabullo con nombres de científicos que jamás has escuchado, otros que sí conoces de oídas pero que nunca has leído y páginas de estudios que te costaría horas entender, amén de un montón de enlaces. Añadir al convite insinuaciones de conspiraciones por parte de la gente que no confiamos mucho: iglesia, políticos, “el gobierno”, la CIA –¿por qué nunca era la Stasii o la KGB en sus buenos tiempos?–, “la comunidad científica tradicional” –mis malos favoritos, claro, no creo en los científicos respetados y le voy a creer a un tipo que escribe en un blog– o el ejército. Por medio se sueltan algunos datos verídicos, pero sin el contexto necesario para interpretarlo o, peor, haciendo que sugieran lo que en realidad no dicen. Por último un par de falacias nunca vendrán mal.
¿A mí, me van a engañar?
Discúlpame, ¿pero qué sabes de ciencia? De verdad, quiero decir, cuando estás delante de nadie ante quien te puedas avergonzar. ¿Qué recuerdas del instituto? O incluso, ¿qué conocimientos tienes fuera de tu campo? Saber de ciencias no es sólo patrimonio de los científicos, ni tampoco un peaje a pagar para poder acceder a una carrera. Es nuestra única defensa contra las pamplinas.
Pero más que eso, forma parte necesaria del acervo del ciudadano. Sin ciencia, ¿cómo podrás votar a un ecologista? ¿o no votarle? ¿cómo sabes si lo de las radiaciones de los móviles es un espantaviejas o no? ¿cómo puedes juzgar si la Maravillosa Impresionante Enorme Ridiculez De Aluminio que pagan a nuestros científicos en España es suficiente o no? ¿Cómo saber que nos jugamos?
Oye, ¿y si te vengo este maravilloso medicamento con un 99,999% de Monóxido de Dihidrógeno? Son sólo €7,50…
Pues aunque sea por los otros, corre la voz. Si eres profesor, sobre todo de ciencia, por favor, aunque no aprendan nada más, que aprendan ésto.