Por José Amesty
En pocas horas, Nicaragua celebra la toma de posesión de gobierno del Frente Sandinista de Liberación Nacional FSLN, en manos del presidente electo Daniel Ortega, será en la Plaza de la Revolución en Managua.
En las elecciones generales del 7 de noviembre último, la alianza encabezada por el FSLN alcanzó más de dos millones 93 mil votos, alrededor de 75 por ciento del total de las Juntas Receptoras de Votos (JRV) escrutadas, y consolidó como el máximo dirigente del país, al dirigente sandinista para el periodo 2022-2027.
En el acto se reafirmará el apoyo a la obra social impulsada desde hace más de 14 años en defensa del trabajo, la paz, el bien común y un modelo de democracia, complementariedad y solidaridad en Nicaragua.
Igualmente, en la toma de posesión se responderá a lo dispuesto en la Constitución nicaragüense, representando a su vez, la victoria sobre la maldad, el odio, la discordia, el conflicto y la separación, tras los acontecimientos violentos de 2018, y el intento de Golpe de Estado contra el presidente Daniel Ortega.
Así como estimulados, por Augusto Cesar Sandino, Rubén Darío, José Dolores Estrada, entre muchos/as otras/os.
A propósito del título de este artículo, desde finales del año 2021, luego del triunfo de Daniel Ortega en las urnas electorales, la oposición nicaragüense radicada fuera del país, comenzó a revolverse, nada conforme con los resultados legítimos que obtuvo el Frente Sandinista de Liberación Nacional FSLN.
Costa Rica fue uno de los países elegido para que el exilio nicaragüense, se organizara y como ellos mismos han declarado, planear estrategias para derrocar al presidente Daniel Ortega.
A finales del año pasado 2021, Benjamín Lugo, uno de los cabecillas opositores, organizó desde Costa Rica, la primera sesión de lo que han denominado, Congreso por la Unidad y la Restauración Democrática en Nicaragua, con el objetivo de conformar un gobierno de transición nacional, pidiendo el respaldo de instituciones internacionales, como la Organización de Estados Americanos OEA, para apoyar la supuesta «lucha cívica» del pueblo nicaragüense.
Pero no nos llamemos a engaños, como sucedió en el año 2018, cuando el objetivo real era provocar altercados con las fuerzas sandinistas y hacer creer que reinaba un clima de desestabilización en el país.
En este Congreso incluso, organizaron un «Estado Mayor» del Ejército, del nuevo gobierno, que facilitaría la transición, conociéndose ya que planifican dirigir, acciones armadas a lo interno de Nicaragua.
Recordemos que, en el año 2018, estos mismos «activistas sociales» trancaron las principales carreteras nicaragüenses, cometiendo delitos como robos, extorsiones, violaciones y lesiones contra ciudadanos, negociando con carteles de la droga regionales, para la entrada a territorio nicaragüense, entre otras atrocidades, que trataron de venderla como la «revolución azul y blanca».
En todo este entramado, la iglesia católica nicaragüense también juega su rol, por ejemplo, el obispo Silvio Báez, es la pieza que solicita más sanciones, para quienes apoyan a los sandinistas, olvidando todas las denuncias que recorrieron en las redes sociales en 2018, cuando el mismo obispo, exhortaba a mantener las trancas y cometer asesinatos, si fuera necesario, para sacar a Daniel Ortega del poder.
A esta estrategia se han sumado, la opositora nicaragüense Edipcia Dubón, tristemente célebre por sus vínculos con conocidos contrarrevolucionarios cubanos como, Rosa María Payá, y congresistas de origen cubano estadounidense como María Elvira Salazar.
Recordemos que, Dubón, salió huyendo de Nicaragua cuando la situación en el año 2018, se puso compleja, buscando encontrar, más que un lugar para su activismo político, un modo de vida a partir de los fondos de entidades como el Instituto Democrático Nacional NDI, Freedom House y la Fundación Arias de Costa Rica.
María E. Salazar, fue una de las congresistas que insistió altivamente, hasta que, en noviembre del año pasado, se aprobó en la cámara de representantes estadounidense, el Proyecto de Ley para reforzar el cumplimiento de condiciones para la Reforma Electoral en Nicaragua («Renacer» siglas en inglés), que le otorga Joe Biden amplios poderes para sancionar unilateralmente a al gobierno de Daniel Ortega.
No olvidemos que, Salazar, se ha calificado a sí misma como «una de las críticas más duras de la revolución cubana», y «yo la peor de todas», además de Venezuela y Nicaragua. Algunas de sus expresiones son: ¡basta ya de la represión contra el pueblo de Nicaragua!; ¡Toda mi solidaridad para los cubanos que están manifestando su apoyo a la libertad de Cuba!; ha denunciado a Nicolás Maduro como corrupto.
En general, Salazar resalta entorpeciendo en las relaciones de USA con América Latina. Así mismo, como republicana, su objetivo es dificultar la política exterior de EEUU, para facilitar la victoria republicana en 2024. Un ejemplo de ello es, sus vínculos con la oposición nicaragüense a la cual estimuló, para que no participaran en las elecciones en el país centroamericano.
Otras joyas de la corona cubano estadounidense son: Carlos Giménez, Nicole Malliotakis, Albio Sires, Mario Díaz-Balart, Alex Mooney, Anthony González y los senadores Marco Rubio, Ted Cruz y Bob Menéndez.
Es seguro que el apoyo de figuras políticas norteamericanas, viene acompañado de importantes sumas de dinero, que la oposición nicaragüense debe demostrar que está gastando y obteniendo resultados.
En este sentido, en redes sociales, andan circulando convocatorias lanzadas por los opositores internos y externos a Nicaragua, en conjunto con organizaciones, como la ya mencionada, Fundación Arias de Costa Rica, para que, durante la toma de posesión de Ortega, en los consulados en el exterior, y en la propia capital Managua, se realicen marchas y otras actividades de rechazo al evento.