En mi última columna "Espejo y tinta", publicada en Culturamas.es reflexionaba sobre la escasa propensión de las editoriales de poesía más consolidadas a apostar por autores, jóvenes o maduros, con propuestas no convencionales que o no venían acompañadas de un premio institucional o carecían de garantías de contar con grandes posibilidades de vender muchos ejemplares. Añadía, y eso es lo que me parece más importante, que si eso ocurría con nuevos libros de autores nuevos, el vacío era clamoroso cuando se trataba de recuperar autores con obra de alto voltaje que había sido muy poco conocida (o nada conocida) por circunstancias diversas o que habían quedado marginados en razón de las modas, de las tendencias dominantes o de la mala suerte. Sabemos de la hondura y la calidad de la obra de un poeta como José María Millares Sall, Premio Nacional de Poesía 2009 porque hubo un pequeño editor, Emilio Torné, de Calambur, que se arriesgó a recuperar un libro irrepetible como Liverpool, perdido en el olvido de los años cuarenta del pasado siglo y a editar su obra póstuma. No sabemos cuántas editoriales supieron de la existencia de esas obras antes de llegar al despacho de Torné, ni cuántas decidieron no publicarlas: no se sabrá nunca. Lo que sí sabemos es que si no llega a ser por Calambur, los libros de Millares Sall seguirían durmiendo el sueño de los justos. Publicar a Benedetti, o a Blas de Otero, o a Gil de Biedma, o a Antonio Gamoneda, o a Ángel González, por no hablar de Gelman o de José Emilio Pacheco es, sin duda meritorio. Pero no requiere valor alguno: sólo contar con los derechos.
Lo complicado y a la vez valiente es la búsqueda. Intentar hacer justicia. Y en esa labor de búsqueda está la colección de poesía de Bartleby Editores desde su propio origen. Una labor que ha rendido algunos magníficos frutos, que en breve pondrá en los anaqueles de las librerías el primer tomo de la poesía completa de Javier Egea y que en un plazo muy corto publicará Las palabras perdidas, la poesía cuasicompleta de Alfredo Buxán, un poeta prácticamente desconocido (su nombre es seudónimo) y autor de una obra de un alto nivel de calidad, llena de capacidades emotivas y fronteriza con una poesía experiencial con una fuerte tensión lírica. Alfredo Buxán es poeta raro y exigente, ajeno a los círculos literarios, al mundo de los cócteles, de la farándula y de las presentaciones, un poeta preocupado por mantener su intimidad y, sobre todo, por el rigor en la escritura. Aquí os dejo una pequeña muestra de Las palabras perdidas
UNA PEQUEÑA MUERTE
Una pequeña muerte sucede cada día
muy lejos de nosotros, o nos pasa rozando,
en una aldea persa o a la orilla de un río.
Abajo, en la cantina donde compras tabaco,
o en el andén del metro que tomas cada día
para ir al trabajo rodeado de gente
que también va cansada.
Una pequeña muerte que tiene su reflejo,
aunque tú no lo entiendas, en la cama deshecha,
en una bombilla que de súbito se apaga
a media tarde y lo envuelve todo en el silencio,
en tus ojos cerrados y en el día que acaba,
en el triste lamento que los muebles exhalan
cuando llega la noche. Una pequeña muerte
que te llena de asombro
cuando aceptas con pena que también es la tuya.
Con el telón de fondo de la Galicia costera (algunos de sus poemas respiran en Corcubión y cobran sentido a la luz de los recuerdos de infancia del propio poeta), Buxán construye un mundo hecho de instantáneas de la propia vida, de detenciones en el camino para meditar acerca de la memoria, sobre el amor, sobre la soledad y sus asedios, sobre la vida más personal y el paisaje de pérdidas (la casa vacía, los lugares vividos, las lecturas), que, con el paso del tiempo, uno va contemplando al echar la vista atrás, sobre el muerte del padre (con un par de poemas estremecedores) y sobre lecturas que lo han marcado y que marcaron a su generación. Buxán es novelista al que publicamos, hace una década, E. y yo en la efímera colección El Umbral que codirigimos (formaba parte del "sello" valenciano Germanía). Pero es, sobre todo, un gran poeta que, espero, saldrá de la zona de sombra en que habita cuando Las palabras perdidas esté en librerías.
El libro saldrá poco después de la "movida" mediática que ha acompañado (y acompaña) la aparición del último poemario del granadino Luis García Montero. No cuestiono esa movida. Sí cuestiono la discrecionalidad de los medios de comunicación, especialmente de los diarios, a la hora de abordar determinadas novedades. A mi juicio, Las palabras perdidas es un libro de peso, muy por encima, en nivel de calidad, de muchos otros libros que se publican con una aparato mediático más que significativo (sin llegar, por supuesto, al caso de García Montero, cuyo último libro cerró un telediario de La 1 de TVE en fin de semana). Creo que es extraordinario que determinadas cadenas de radio, que la televisión incluso, apoyen a la poesía y a los poetas.El problema, sin embargo, es que ese apoyo, con la excepción de algún programa de la radio pública, siempre deriva por los mismos nombres (bueno, por el mismo nombre), lo cual traslada al lector una idea superficial y deformada de la riqueza y la pluralidad de la poesía española de hoy.
Alfredo Buxán es un exponente rotundo de la buena poesía que hoy se escribe en España. En este blog he venido dando cuenta de algunos otros grandes poetas desplazados de la actualidad literaria por razones de lo más diverso. Buxán, con la publicación de Las palabras perdidas, va a salir de esa zona de sombra. No tendrá una página en los suplementos culturales de los grandes diarios del país; tampoco tendrá múltiples entrevistas en radios y foros de Internet vinculados a los grandes grupos, ni cerrará el telediario del fin de semana. Pero llegará a muchos más lectores de los que ha podido llegar hasta ahora con algunas de sus pequeñísimas (y casi perdidas) ediciones casi clandestinas. Porque es un gran poeta. Porque es, además, un hombre, digámoslo con palabras machadianas, "en el buen sentido de la palabra, bueno". Os dejo con un poema de Alfredo Buxán, en galego, musicado por Xaquín Lera con el telón de fondo del universo emocional, en imágenes, del poeta.