Revista Cultura y Ocio

Alfonso IX de León

Por Manu Perez @revistadehisto

Alfonso IX de León, (1171-1230). Hijo de la primera esposa de Fernando II de León, Urraca de Portugal, tuvo que enfrentarse a las intrigas de su madrastra, Urraca López de Haro, que deseaba ver a su hijo Sancho en el Trono de León. En vida de su padre, Alfonso tuvo que exilarse en Portugal para evitar grandes alteraciones en el Reino. Avisado de la muerte de Fernando II se apresuró a regresar a León, donde los magnates le reconocieron como Rey. Sin embargo, Urraca López y sus partidarios persistieron en sus reclamaciones. Para combatir a sus oponentes y afianzar su autoridad, Alfonso IX convocó una Curia Regia[1], en 1188, que reunía por vez primera, además de la nobleza y el clero, a los representantes de las ciudades, es decir, a las clases obligadas al pago de los tributos. Esta fue la primera convocatoria a Cortes. De esta Curia emanó una serie de disposiciones encaminadas a evitar los abusos del poder contra la seguridad de las personas y los bienes, conocida como la “Carta Magna” leonesa. Siete años le llevó a Alfonso IX someter la resistencia de los partidarios de Urraca López, hasta que el hijo de ésta, Sancho, murió despedazado por un oso durante una cacería. Urraca López se retiró al monasterio de Vilena (Burgos), en 1123, que ella había fundado.

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Alfonso IX de León

Alfonso IX, joven de 17 años, tuvo una entrevista con Alfonso VIII de Castilla en Soto de Hermoso para arreglar sus diferencias en 1118. Poco después, Alfonso IX se presentó en Carrión, donde celebraba Cortes su primo Alfonso VIII, por la necesidad que tenía de buscar alianzas contra el Rey de Portugal. Allí, Alfonso IX fue armado caballero por su primo Alfonso VIII, al que rindió vasallaje; se arrodilló ante él y besó su mano. Esta ceremonia, que Alfonso IX encontró humillante, le engendró un gran rencor y sería una de las causas de las posteriores desavenencias entre los dos Monarcas.

Decidido a arreglar sus diferencias con Sancho I de Portugal, no encontró mejor medio que contraer matrimonio con la hija del Monarca luso, Teresa, sin importarle el grado de parentesco que les unía. La madre de Alfonso IX, Urraca, era hermana de Sancho I de Portugal, por lo que Teres era prima del Monarca leonés. La boda se celebró en Guimarães (Braga), en 1911. La potencia castellana preocupaba al resto de los Reinos castellanos peninsulares y dio origen a una coalición anticastellana que culminaría en el pacto de Huesca, en mayo de 1191, en el que intervinieron Alfonso II de Aragón, Sancho I de Portugal y Sancho VI el Sabio, de Navarra.

Preocupado Alfonso IX por asegurar las fronteras de su Reino con Al-Ándalus, que habían retrocedido hasta Coria por la pérdida de Alcántara durante el Reinado de su padre, firmó una tregua con los almohades de cinco años de duración.

Mientras, el Papa Calixto III anulaba su matrimonio con Teresa de Portugal, a causa del parentesco que les unía, excomulgando a los dos cónyuges. Aunque ya habían nacido tres hijos: Sancha, Fernando y Dulce, los esposos tuvieron que separarse, en 1194. Teresa regresó a Portugal ingresando en el monasterio de Lorvaon (Coímbra), donde vivió hasta su muerte en 1250.

Una vez más, se reunieron Alfonso VIII de Castilla y Alfonso IX en Tordehumos (Valladolid) en 1194, firmando un nuevo tratado que ninguno tenía intención de cumplir. Alfonso IX no ayudó a su primo en su lucha contra los almohades, y el castellano fue derrotado en Alarcos en 1195. Alfonso IX se apresuró a concertar una alianza con el califa almohade Abu Yusuf Ya`qud, en virtud de la cual éste se comprometía a proporcionarle tropas para invadir Castilla. Navarra también pactaría con los almohades. A pesar de tanta adversidad, Alfonso VIII, ayudado de la Iglesia, de Aragón y de Portugal, hizo frente a sus enemigos invadiendo León, poniendo a su vez en grave aprieto a Alfonso IX, que había sido excomulgado por el Papa Calixto III por sus tratos con los musulmanes.

Al año siguiente, los leoneses amenazaron de nuevo a Castilla, pero castellanos y portugueses penetraron de nuevo en León y Galicia. Alfonso IX, acosado, buscó la paz concertando su matrimonio con su sobrina Berenguela, hija de Alfonso VIII de Castilla. Pese al grado de parentesco que les unía, pues Sancho III de Castilla era hermano de Fernando II de León, padre de Alfonso IX, el Monarca leonés persistía en sus matrimonios endogámicos. La boda se celebró en la iglesia de Santa María de Valladolid en octubre de 1197. Otro Papa, Inocencio III, condenaría con su anulación este matrimonio, resultando inútil los ruegos que Alfonso IX y la Reina Leonor, madre de la desposada, elevaron al Pontífice, que se mostró inflexible y excomulgó a los cónyuges. En 1203, Berenguela accedió a separarse de su esposo y regresar a Castilla, por lo que el Papa les levantó la excomunión. De esta unión ya habían nacido: Fernando, que reinaría en Castilla y León; Leonor, Constancia y Berenguela. Después de separarse de Berenguela, Alfonso IX tuvo amores con Teresa Gil, de que tuvo cuatro hijos.

Concertada la paz con Castilla mediante su matrimonio con Berenguela, Alfonso IX volvió a Portugal para recuperar las plazas que Sancho I le había arrebatado. Más tarde, la anulación de su matrimonio con Berenguela reavivaría las luchas entre León y Castilla, hasta que ambos Monarcas acordaron entregar a Fernando, el hijo de Berenguela, las plazas que ésta había llevado como dote.

Alfonso VIII pidió al Monarca leonés que participara en la importante empresa que se estaba preparando contra los almohades; pero las exigencias de Alfonso IX, que pedía le fueran entregadas algunas plazas que consideraba suyas, fueron rechazadas por Alfonso VIII, por lo cual, el leonés se negó a participar en la cruzada. Mientras Alfonso VIII y el resto de los Monarcas peninsulares, excepto Alfonso II de Portugal, luchaban contra los almohades y alcanzaban la victoria en las Navas de Tolosa en 1212, Alfonso IX se dedicaba a recuperar las plazas que consideraba suyas. Alfonso VIII, tras su vuelta victoriosa, le invitó a mantener la paz; el leonés aceptó, y ambos se comprometieron a proseguir la guerra contra los almohades. En 1214, Alfonso IX lanzó una ofensiva y consiguió tomar Alcántara, pero fracasó ante Mérida y Cáceres.

La muerte de Alfonso VIII le llevó a mezclarse en los asuntos internos de Castilla a raíz de la minoría de edad del heredero Enrique. Los planes de una facción castellana, dirigida por el tutor del joven Monarca, Álvaro Núñez de Lara, que pretendía anular la Regencia de Berenguela y los derechos de Fernando, hijo de Alfonso IX y Berenguela, al Trono leonés, no prosperó. Alfonso IX tuvo que enviar a su hijo Fernando al frente de un contingente de tropas para auxiliar a su madre, que se hallaba sitiada en Autillo (Palencia). La prematura muerte de Enrique I de Castilla, en 1217 desbarató todos los planes de Álvaro Núñez de Lara. Berenguela fue nombrada Reina de Castilla, pero en la misma ceremonia de coronación renunció a favor de su hijo Fernando. Alfonso IX, influido por la idea de reunir las dos Coronas bajo se cetro, penetró en Castilla con su Ejército. Las repetidas peticiones de paz que le hicieron llegar Berenguela y Fernando no surtieron ningún efecto. El Monarca leonés continuó su marcha hacia Burgos. Allí, a las puertas de la ciudad, le esperaba su hijo dispuesto a no dejarle pasar, por lo que Alfonso IX, que no esperaba esa resistencia, tuvo que retirarse y reconocer a su hijo como Rey de Castilla. El 26 de agosto de 1218, en Toro, padre e hijo sellaron una paz definitiva. Es a partir de 1218 cuando Alfonso IX centra todos sus esfuerzos en la lucha contra los musulmanes. Serían sus años más gloriosos. Después de años de fallidos intentos, en los que se vio obligado a levantar el cerco a la ciudad, pudo conquistar la formidable plaza de Cáceres en el verano de 1227. En el invierno de 1229, Alfonso IX partió para su última campaña, apoderándose de Montánchez (Cáceres), Mérida, Badajoz y Elvas (Portugal), dejando el camino abierto hacia Sevilla.

Alfonso IX falleció en Villanueva de Sarriá (Lugo) el 24 de septiembre de 1230. Tras de sí dejaba una excelente labor de consolidación, destacando por su trascendencia la fundación de la Universidad de Salamanca. Durante sus últimos años se debatió en la duda de a quien legar el Reino. Fernando, el hijo que había tenido con su primera esposa, Teresa de Portugal, murió en 1214 a los 22 años de edad, sin dejar descendencia. Esa indecisión del Rey alentó las aspiraciones al Trono de su hermano Sancho Fernández. Sin embargo, sus esperanzas se vieron frustradas al testar el Monarca en favor de sus hijas Sancha y Dulce, habidas en su primer matrimonio. Las dificultades a las que tenían que enfrentarse estas dos mujeres rebasaban sus capacidades por lo que, en acuerdo posterior, entregaron la Corona de León a su hermanastro Fernando III, que ya era Rey de Castilla.

Con este pacto, volvieron a unirse definitivamente León y Castilla.

Autor: José Alberto Cepas Palanca para revistadehistoria.es

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Bibliografía

RÍOS MAZCARELLE, Manuel. Diccionario de los Reyes de España.

[1] La Curia Regia fue el nombre de una institución política que asesoraba y administraba determinados servicios (concilio et auxilium) a los Reyes cristianos de la Península Ibérica durante la Edad Media. El cuerpo documental de Los Decreta (o Decretos) de León de 1188 contiene la referencia al sistema parlamentario europeo más antiguo que se conozca hasta el presente. Estos documentos, cuyo origen se remonta a la España medieval, fueron redactados en el marco de la celebración de una curia regia, en el Reinado de Alfonso IX de León (1188-1230), reflejando un modelo de Gobierno y de administración original en el marco de las instituciones españolas medievales, en las que la plebe participa por primera vez, tomando decisiones del más alto nivel, junto con el Rey, la iglesia y la nobleza, a través de representantes elegidos de pueblos ciudades. En este conjunto normativo originario de León ya se reflejaron conceptos tan en vigor hoy en día como la protección de la persona y sus bienes, el escrupuloso cumplimiento de la ley a todos los estamentos sociales o la promesa del Rey de no hacer guerra, ni paz, ni pacto a no ser con el Consejo de los Obispos, nobles y hombres buenos”.

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