Me viene a la cabeza un viejo recuerdo. ¿Quién no tuvo en su infancia unas zapatillas Joma Alfonso? Que gran revolución aquella. Quien tenga menos de veinte años o no conozca el fútbol español es posible que no termine de entenderlo.
Allá por mediados de los noventa, en un golpe casi visionario, bueno, y sin el casi, Joma revolucionó el mercado de zapatillas de fútbol introduciendo una simple innovación: ¡botas de distintos colores! En un mundo futbolístico marcado por el color negro alguien decidió que había que romper con esa tendencia. Lo que ahora nos parece normal y cotidiano, entonces era todo un break con los establecido. Y el encargado de hacer visible esa nueva moda fue una de las perlas deportivas de aquel entonces: Alfonso Pérez Muñoz.
El bueno de Alfonso puede ser recordado por mil cosas, pero para los chavales de aquel entonces era sobre todo las Joma blancas con su firma en el talón. En aquella época, bien podías tener cualquier zapatilla del mercado ¡o! unas Joma Alfonso. Yo por supuesto tuve unas, pero no blancas. Eran moradas con la firma en amarillo. Simplemente me encantaban.
Morientes con las Joma rojas
Alfonso debutó con las Joma blancas en la temporada 96/97, coincidiendo con la mejor campaña de su carrera deportiva y su excepcional rendimiento con el Betis por aquellos años, forjó uno de sus principales apodos: El mago de las botas blancas. El gran éxito comercial de aquellas zapatillas se vio además reforzado aunque en menor medida con las Joma rojas de Fernando Morientes, que por entonces militaba en el Zaragoza. Luego surgirían infinidad de modelos y colores.
No se trata de hacer publicidad gratuita pero vaya, qué felicidad tenía cualquier chaval con sus Joma Alfonso recién estrenadas. Yo no se qué fue de las mías. Imagino que las destrocé de tanto usarlas, y eso que las zapatillas de entonces duraban una barbaridad. Al poco tiempo salieron las Adidas Predator de solapa roja que usó Zidane en el Mundial del 98 y, aunque nunca las tuve, no he vuelto a ver ningunas más bonitas, cuestión de gustos, obvio.
Añado que la estampa que mejor recuerdo de Alfonso con sus eternas botas blancas es la de aquel gol imposible en el descuento frente a Yugoslavia en la Eurocopa de 2000. No se podía ser más feliz en ese momento. Bueno, yo, y todo el País. Qué tiempos.
DAVID ABELLÁN FERNÁNDEZ