Alfonso VII de León, El Emperador, (1105-1157). Rey de León. Hijo de Urraca, Reina de León y Castilla, y del conde Raimundo de Borgoña. Con él comenzará una nueva dinastía, llamada de Borgoña, que pervivirá hasta el advenimiento de la Casa de Trastámara en 1369.
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Alfonso, criado y educado en Galicia, en la pequeña aldea de Caldas de Reis (Pontevedra), bajo la tutela del conde de Traba, Pedro Froilaz, y de Diego Gelmírez, Obispo de Santiago, había sido proclamado Rey de Galicia en 1111. Tenía 20 años cuando falleció su madre en 1126, fecha en que comenzó su reinado al ser recibido solemnemente el 10 de marzo en León, como Rey de León-Castilla.
Durante nueve años había estado asociado con su madre en la Gobernanza del Reino y, en teoría, el Reino de Toledo había estado bajo su dirección desde 1117. Los comienzos del reinado de Alfonso VII, tras las luchas civiles acontecidas durante el Gobierno de su adre, no fueron fáciles ni pacíficos. En 1127, Alfonso VII firmó el pacto de Támara[1] con su padrastro Alfonso I el Batallador, que si bien, no dio satisfacción el leonés, al menos evitó la guerra, aunque el aragonés no tenía intención de cumplirlo y menos aún de devolver las plazas fuertes y fortalezas que sus soldados ocupaban en Castilla. Como consecuencia de esto, cuando Alfonso VII contrajo matrimonio en 1128 con Berenguela, hija de Ramón Berenguer III, El Grande, conde de Barcelona, no fue posible que la novia cruzara tierras aragonesas, teniendo que hacer un viaje por mar hasta un puerto del Cantábrico y de allí conducirla a Saldaña (Palencia), donde se celebraron los esponsales. Con este matrimonio selló Alfonso VII una alianza que iba dirigida contra Alfonso I de Aragón, aunque el objetivo más inmediato era el nacimiento de un heredero que reforzara su posición contra sus rivales dinásticos.
Alfonso VII de León, el Emperador
La primera tarea de Alfonso VII fue la pacificación de su reino, que no fue posible sin luchar contra los condes y señores que le eran hostiles, a los que fue sometido. No dudó en aprovechar cualquier circunstancia que pudiera robustecer los apoyos que necesitaba, y así, tras la invasión de Asturias en 1132, para luchar contra sus opositores, con el conde Gonzalo Peláez a la cabeza, no dudó en tomar como concubina a Guntroda, hija del todopoderoso e influyente conde Pedro Díaz. Tampoco descuidó la recuperación de los territorios castellanos que aún se encontraban bajo el dominio de Alfonso I el Batallador, pero sería hasta la muerte de éste acaecida en 1134 cuando el Monarca leonés pudiera ver cumplidas sus aspiraciones. Al morir sin hijos, Alfonso I de Aragón legó su Reino a las Órdenes Religiosas, lo que asumió a Aragón y Navarra en el desconcierto, pues nadie estaba dispuesto a cumplir semejante testamento.
Los aragoneses proclamaron Rey a Ramiro II el Monje, hermano de Alfonso I el Batallador, designación que no fue aceptada por los navarros, quienes eligieron por Rey García Ramírez IV, hijo del infante navarro, Ramiro, con lo que se separó de Aragón. Alfonso VII actuando con rapidez ocupó las tierras castellanas, puso cerco a Vitoria, tomó Nájera y otras plazas navarras. Invadió luego Aragón y se posesionó de Zaragoza, obligando a Ramiro II a refugiarse en San Juan de la Peña (Jaca). Alfonso VII no pudo mantener la antigua taifa de Zaragoza, pues el compromiso matrimonial de Petronila, hija de Ramiro II, con el conde Ramón Berenguer IV de Barcelona, le obligó a entregársela éste.
No obstante, ya se había hecho coronar “Emperador” en León, el 26 de mayo de 1135, con lo que recibía el vasallaje de los demás Reyes sin que quedara menoscabada la independencia de cada uno de ellos, aunque reconocieron la dignidad suprema de Alfonso VII. Alfonso Enríquez de Portugal no asistió a la ceremonia de la coronación imperial, a la que sin duda fue invitado. Inevitablemente, estalló una nueva guerra fronteriza, para la que Alfonso Enríquez contó con la colaboración García Ramírez IV de Navarra. Alfonso VII, obligado a luchar en el frente navarro y en el portugués, al haber invadido Alfonso Enríquez el Sur de Galicia tomando Tuy; se dirigió al Oeste, devastó el Norte de Portugal recuperando Tuy, donde Alfonso Enríquez juró que sería un fiel servidor del Monarca castellano leonés, juramento que no tenía intención de cumplir, como lo demostraron sus posteriores acciones bélicas y políticas, que le llevaron a proclamarse Rey y a declarar a Portugal reino independiente. La hostilidad del Monarca navarro, García Ramírez IV, que había invadido Aragón y derrotado a Ramón Berenguer IV en Gallur, Zaragoza, mientras Alfonso VII arreglaba los asuntos portugueses, determinó que el Soberano castellano leonés y el conde catalán pactaran una alianza, en 1140, para conquistar y repartirse Navarra. Alfonso VII se apoderó de Pamplona, y el navarro, para salvar su apurada situación, concertó el matrimonio de su hija Blanca con Sancho, primogénito de del Rey leonés. Cuatro años más tarde, esta alianza se reforzó con el enlace del propio García Ramírez IV con Urraca, hija bastarda de Alfonso VII y de su atractiva amante Guntroda.
Aunque se produjeron algunas incursiones castellanoleonesas contra posiciones musulmanas, siempre contestadas por el declinante poder almorávide, es a partir de 1144 cuando Alfonso VII, ya liberado de los problemas internos, inicia sus campañas sistemáticas contra Al-Ándalus, que prosiguieron hasta su muerte en 1157. El hecho más destacado fue la toma de Almería. Naves genovesas y catalanas, interesadas en acabar con los focos de piratas que tenían su base en la ciudad dificultando el comercio marítimo, la bloquearon por mar, mientras que un Ejército compuesto por leoneses, castellanos, navarros, catalanes y aragoneses la sitiaban por tierra. Almería no pudo resistir tamaño ataque combinado y tuvo que capitular, quedando en poder de Alfonso VII.
Los últimos años de su reinado los pasó guerreando contra el creciente poder almohade, que vinieron a sustituir a los debilitados almorávides. En 1557, la única ciudad del Sur que no dominaban los almohades era Almería. El ataque almohade obligó a los defensores a refugiarse en la Alcazaba y a pedir ayuda a Alfonso VII. El 21 de agosto de ese año, cuando regresaba de socorrer Almería, sin poder evitar que volviera a ser musulmana, cayó postrado por unas fiebres muy fuertes. La muerte le sorprendió en Fresneda, cerca del puerto del Muradal, en Jaén.
De su matrimonio con Berenguela, le nacieron cuatro varones y dos hijas: Sancho, Fernando, García y Alfonso, falleciendo los dos últimos en la infancia; Constanza se casó con Luis VII de Francia y Sancha fue Reina de Navarra por su matrimonio con Sancho el Sabio. Berenguela murió en 1149, y dos años más tarde Alfonso VII contraía matrimonio con Rica, hija de los condes de Polonia: Ladislao y Cristina. De ella tuvo a Sancha, que se casaría con Alfonso II de Aragón y a Fernando. Tras la muerte de Alfonso VII, Rica se casó con Ramón Berenguer, conde de Provenza. Al enviudad nuevamente, cinco años después, se casó en terceras nupcias con Ramón, conde de Tolosa. Además de la ya citada Guntroda, Alfonso VII tuvo por concubina a Sancha Fernández de Castro, nieta de un bastardo de la Casa Real navarra.
Alfonso VII, respondiendo al concepto patrimonial que entonces se tenía de la Monarquía, dividió el Reino entre sus dos hijos. El primogénito, Sancho, recibió Castilla y Toledo, mientras que Fernando reinaría en León y Galicia. Una vez más, se procedió a la separación de los Reinos de León y Castilla.
Autor: José Alberto Cepas Palanca para revistadehistoria.es
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Bibliografía
RÍOS MAZCARELLE, Manuel. Diccionario de los Reyes de España.
[1] El Pacto de Támara o las Paces de Támara fue un tratado de paz firmado en Támara de Campos (Palencia) en junio de 1127 en que se delimita el territorio de Alfonso I el Batallador y de Alfonso VII el Emperador. Este pacto se celebró como consecuencia de las acciones llevadas a cabo por Alfonso VII el Emperador en abril de 1127 con la toma del castillo de Burgos. En junio, Alfonso I el Batallador, Rey de Pamplona y Aragón, le salió al paso encontrándose en el valle de Támara. Para evitar el enfrentamiento se negoció el acuerdo. Por él Castilla y León volvían a los límites de 1054, cuando ocurrió la batalla de Atapuerca con la muerte del Rey navarro García el de Nájera y de 1076, tras el homicidio de Sancho el de Peñalén. Devolviendo los terrenos conseguidos en ambas ocasiones por el reino de Castilla y León.
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