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Alfonso X, el Sabio. Reinado
Nada más acceder al trono, Alfonso X convocó Cortes en Savilla. Donde se tomó la decisión de devaluar la moneda ante la escasez que sufría el erario público, lo que trajo los efectos indeseados de la especulación y la subida de precios, por lo que el Monarca vio a obligado a fijar las valías, lo que empeoró mucho más la situación. Finalmente tuvo que revocar esa medida, pues todas las gentes se vieron en gran afincamiento, y permitir la oscilación de los precios en el marcado.El propósito de Alfonso X de llevar la guerra al Norte de África se vio truncado por la negativa del Monarca portugués, Alfonso III a entregarle el Algarve, que Sancho II de Portugal le había cedido en agradecimiento por la ayuda que le había prestado para recuperar su reino. Gracias a la intervención del Papa Inocencio IV no estallaron las hostilidades; Alfonso III aceptó que el Algarve quedara como feudo castellano. Con este motivo, se concertó el matrimonio del Monarca portugués con Beatriz, hija bastarda del Rey Castellano y de Mayor Guillén de Guzmán, a pesar de que el portugués ya estaba casado, lo que acarrearía disturbios políticos en el Reino luso. Más tarde, a ruegos de su hija Beatriz, Alfonso X cedería el Algarve a su yerno (1253).
La muerte de Teobaldo I de Navarra en 1253, abrió un nuevo conflicto. Alfonso X, preocupado por la influencia que los franceses ejercían en Navarra, se dispuso a intervenir para apoderarse del Reino. Margarita, viuda de Teobaldo I, temerosa de la amenaza castellana se acogió a la protección del Rey aragonés Jaime I, el Conquistador. Cuando Alfonso X amenazó la frontera navarra, se encontró con la decidida oposición del aragonés. Gracias a la intervención de los prelados se pudo evitar la guerra, y así, Teobaldo II, hijo de Teobaldo I y Margarita, pudo comenzar a reinar en Navarra.
Las diferencias entre Alfonso X y Jaime I se prolongaron hasta 1256. La desconfianza que el aragonés guardaba hacia Castilla se basaba en que ésta mantenía en Murcia más tropas de las necesarias. Por estas fechas, comenzaron los abandonos y las rebeldías de los nobles, que amargaron los últimos años de Alfonso X. Jaime I acogió gustoso a los rebeldes, entre los que se encontraba el poderoso Diego López de Haro, que se puso al servicio del Monarca aragonés. Lo más grave fue que Enrique, hermano de Alfonso X, después de sublevarse en Andalucía, se refugió en Aragón, en 1255. La reunión que ambos Monarcas mantuvieron en Soria (1256) puso fin a las desconfianzas y Jaime I retiró su apoyo a los nobles rebeldes.
A partir de 1256, el interés de Alfonso X se centró en lo que entonces se llamó “el fecho del imperio”. Con la muerte de Fernando III[2] en 1250, la Corona del Imperio quedó vacante y Alfonso X, ahora Jefe de la casa de Suabia[3], tenía un derecho teórico a la Corona, ya que su madre, Beatriz, era hija de Felipe de Suabia, Príncipe electo del Imperio. La República de Pisa presentó la candidatura de Alfonso X, quien, obsesionado por el sueño imperial, aceptó, asegurando a los pisanos sustanciosas ventajas comerciales. Sin embargo, el Imperio era electivo y Alfonso X debía conseguir la voluntad de los electores alemanes, lo que suponía cuantiosos gastos. Los siete electores nominaron a Ricardo de Cornualles[4], hermano de Enrique II de Inglaterra, y a Alfonso X como posibles “Emperadores”. Desde 1257 hasta 1275, se sucedieron interminables y complicadas negociaciones, que originaron elevados gastos, para los que hubo que arbitrar subsidios extraordinarios. Todos los esfuerzos de Alfonso X para obtener la Corona Imperial fueron inútiles. En 1273, muerto Ricardo de Cornualles, fue elegido candidato Rodolfo de Habsburgo[5].
En 1274, el Papa Gregorio X reconoció a Rodolfo como Emperador e invitaba a Alfonso X a renunciar a su candidatura, porque el Papado siempre se mostró contrario a la elección del Monarca castellano. Alfonso X no se resignó y solicitó una entrevista con el Papa, que se le concedió debido a su insistencia. Dejando como Regente del Reino a su hijo Fernando, Alfonso X partió para Avignon sede del Papado en 1275, se entrevistó con el Papa en Beaucaire[6]. Tras unas largas conversaciones, que se prolongaron durante junio y julio, fueron rechazadas todas sus peticiones, por lo que Alfonso X regresó a Castilla totalmente derrotado y desmoralizado.
Mientras se desarrollaban estos acontecimientos, Alfonso X tuvo que hacer frente a otros problemas mucho más graves. Algunas de las plazas conquistadas por Fernando III durante la conquista de Sevilla a los moros, se volvieron a perder, así que Alfonso X tuvo que hacer un nuevo esfuerzo para recuperarlas. La ciudad ovetense de Niebla, que venía pagando tributo, se sublevó en 1261, confiando en sus poderosas murallas y en lo escaso de recursos en que andaba el Monarca castellano. Pero Alfonso X, aunque con mucho esfuerzo, pudo superar las dificultades y sitiar la ciudad. Mientras los castellanos batían las altas murallas de Niebla con sus viejas máquinas de guerra, los musulmanes respondían con su Artillería, que hasta entonces no se había empleado en la Península. A pesar de todo, Niebla se rindió en 1262.
Apenas calmado el fragor de Niebla, tuvo lugar la sublevación de los mudéjares de Murcia en 1263, que contaron con el apoyo de los granadinos, cuyo Rey, Muhammad I, fue el verdadero instigador del levantamiento. En muy poco tiempo, los sublevados tomaron numerosas poblaciones de Murcia y Andalucía. Alfonso X se vio obligado a movilizar todos sus efectivos para sofocar la rebelión andaluza. Incapaz de sofocar el levantamiento de Murcia, tuvo que solicitar la ayuda del aragonés Jaime I. Con grandes esfuerzos, pudo Alfonso X ir pacificando Andalucía, mientras el aragonés recobraba Murcia. En 1266, la guerra había terminado y el Monarca aragonés devolvía al castellano la pacificada Murcia. Con este acto quedaba ratificada la concordia entre ambos Soberanos. Muhammad I de Granada se comprometió a pagar 250.000 maravedís, con lo que seguía siendo tributaria de Castilla.
Los elevados gastos que exigía la candidatura de Alfonso X al Sacro Imperio Romano, las liberalidades del Rey y la suntuosidad de su Corte obligaron a bajar la ley de la moneda y a imponer nuevas tasas. Medidas que acrecentaron la impopularidad del Monarca. La nobleza, que ya venía manifestando su descontento, tomó estos motivos como pretexto para sublevarse, aunque sus razones eran otras. En el fondo, subyacía su disgusto por las pretensiones absolutistas de la Monarquía, cuando lo que ellos querían era compartir el poder con el Rey. El conflicto tuvo como protagonista al hermano del Monarca, Felipe, Arzobispo de Sevilla, al que se fueron sumando Nuño González de Lara, Lope Díaz de Haro, etc. Pidieron los nobles rebeldes la ayuda de Jaime I, el Conquistador, deseando mantener la paz con Alfonso X, más éste no aceptó. Si Alfonso X hubiera actuado con más energía habría acabado con la rebelión, pero al limitarse al envío de mensajeros provocó que los nobles se hicieran más exigentes en sus demandas. La necesidad que tenía el Monarca del apoyo de los nobles para su causa imperialista, máxime cuando había fallecido su opositor, Ricardo de Cornualles, le llevó a otorgar concesiones más allá de lo que la prudencia aconsejaba. En 1273 se llegó a los acuerdos de Almagro, en los que la nobleza consiguió lo que quería y en donde la intervención de su mujer, la reina Violante, hija del Rey Jaime I el Conquistador, fue decisiva.
En 1275, Alfonso X partió para Avignon, otra vez, a entrevistarse con el Papa y negociar su candidatura al Imperio. Su primogénito, Fernando de la Cerda, quedó como Regente del Reino. Los benimerines del Norte de África, de acuerdo con el Rey de Granada, desembarcaron en Algeciras. A fin de evitar el peligro, Fernando partió de Burgos hacía Andalucía, deteniéndose algunos días en Villa Real (Ciudad Real), para dar tiempo que el Ejército se agrupase. Desgraciadamente, cayó enfermo falleciendo a los pocos días. El segundo hijo de Alfonso X, Sancho, acudió a Villa Real, que con rapidez y energía asumió el mando del Ejército. En Sevilla ordenó el aparejamiento de una Armada para impedir la llegada de abastecimiento a los benimerines de Marruecos. Esta medida hizo temer al emir benimerín, Yakub ibn Yussuf, la posibilidad de quedarse incomunicado, por lo que antes de que la flota cristiana estuviese dispuesta, embarcaron rumbo a sus bases marroquíes a finales de 1275.
El éxito militar de Sancho complicó la sucesión al trono. Alfonso X hundido por su fracaso en Avignon, tuvo que enfrentarse a otro litigio, que su sempiterna vacilación complicó de una forma increíble. La descendencia que dejaba Fernando de la Cerda, de acuerdo con la Ley de las Siete Partidas[7] que establecía el nuevo sistema de primogenitura, tenía derecho al Trono. Esto lo sabía Alfonso X, pues fue él quien mandó recopilar estas leyes, aunque no entraron en vigor hasta el Reinado de Alfonso XI. Sancho, que sabía todo esto, no estaba dispuesto a dejarse arrebatar el Trono por su sobrino Alfonso de la Cerda. En 1276, convocó el Rey Cortes en Segovia haciendo reconocer y jurar como heredero del Trono de Castilla a Sancho. Violante, la Reina madre, que defendía el derecho de sus nietos a la Corona, temía que les pudiera ocurrir algún percance, huyó con ellos y con la viuda de su hijo Fernando, Blanca, a Aragón. Allí se puso al amparo de Pedro III, que por la muerte de su padre Jaime I, el Conquistador acababa de heredar la Corona. Sospechando Alfonso X que su hermano Fadrique fue el organizador de la huida, ayudado por Simón Ruiz, Señor de los Cameros[8], ordenó a su hijo Sancho que los mandara detener y los ejecutara por el delito de alta traición que habían cometido. Sin juicio previo, el Señor de los Cameros fue condenado a la hoguera y a Fadrique lo ahogaron.
Durante varios años la cuestión sucesoria emponzoñó la política castellana. Metido en un callejón sin salida, Alfonso X quiso pactar una solución intermedia y propuso la división de su Reino entre Sancho y los infantes de la Cerda. Pero Castilla y Sancho se negaron a la partición y aceptaron la guerra civil como mal menor. Por otra parte, Sancho mantuvo una entrevista con Pedro III de Aragón, en Requena, consiguiendo que la Reina madre regresara a Castilla y que firmara una concordia de paz con el aragonés.
Los errores y desaciertos de Alfonso X acabaron por enajenarle la voluntad del pueblo. Incapaz de convencer a su hijo Sancho para que aceptara sus proposiciones, decidió hacer testamento en favor de sus nietos, los infantes de la Cerda, y desheredar a Sancho. Recluido en Sevilla, abandono de todos y falto de recursos económicos, Alfonso X tuvo que recurrir a enviar su Corona al emir de Marruecos para solicitar un préstamo; que el Príncipe musulmán se lo concedió por valor de 60.000 doblas de oro.
Alfonso X falleció en Sevilla, en abril de 1284, siendo enterrado, de acuerdo con su voluntad, junto a su padre, Fernando III, el Santo. Muerto el Monarca, nadie quiso continuar la guerra civil, por lo que Sancho IV se convirtió en Rey de Castilla y León.
Alfonso X se había casado en 1246, siendo aún infante, con la hija del monarca aragonés, Jaime I el Conquistador, Violante de 12 años de edad, por lo que el matrimonio no se consumó hasta dos años más tarde. Alfonso X, preocupado por la falta de fecundidad de su esposa, decidió repudiarla y contraer matrimonio con Cristina, hija del Rey de Noruega. Más cuando ésta llegó a Burgos en 1254, Violante ya era madre de Berenguela. Alfonso X arregló tan delicada situación casando a Cristina con su hermano Enrique. Posteriormente vino al mundo Fernando, llamado de la Cerda porque nació con un largo mechón de pelo en el pecho, que sería el heredero de la Corona. Fernando se casó con Blanca, hija de San Luis de Francia, naciendo de éste matrimonio, Alfonso y Fernando, que, de acuerdo con el Código de las Siete Partidas, tendrían derecho a heredar el Trono a la muerte de su padre. El segundo varón de Alfonso X fue Sancho, que sería Rey de Castilla y León. Alfonso X tuvo más hijos: Pedro, Juan, Jaime, Beatriz, Violante, Isabel y Leonor.
Si en el contexto político, Alfonso X fue un Monarca irresoluto que hizo de él un desventurado hombre de Gobierno, en al campo cultural realizó una labor tan admirable que bien merece haber pasado a la posteridad como el Rey Sabio. Basta destacar en su producción literaria las maravillosas Cantigas e Loores de Santa María, y el impulso que dio a la Escuela de Traductores de Toledo. En cuanto a la labor legislativa, destaca el célebre Código de las Siete Partidas, que marcó el desarrollo posterior del derecho en Castilla.
El Código de las Siete Partidas
Las Siete Partidas son el código legal que más años ha estado vigente en lo que hoy es España: unos 600 años. El Código de las Siete Partidas abarca de forma unitaria todo el Derecho de la época: Derecho real y de instituciones públicas, civil, mercantil, penal, procesal civil y procesal penal.
Desde el reinado de Alfonso X de Castilla (1252-1284) se mantuvo como cuerpo legislativo general hasta el s. XIX. Su vocación de corpus iuris general ya lo reflejaba su nombre original “Libro de las Leyes”, si bien a partir del XIV se empezó a denominar como libro de Las Siete Partidas por estar estructurado en siete partes bien diferenciadas.
Sus citas van acompañadas de referencias a autores, ejemplos, exposiciones doctrinales y fundamentos en otras obras legales anteriores.
Su fuente principal es el “Corpus Iuris Civilis”, la gran compilación de derecho romano del emperador Justiniano. También utilizó las glosas y comentarios romanistas de autores como Acursio o Azzo, estudiosos que analizaban y comentaban en detalle los textos jurídicos romanos.
Así también se recogieron los Fueros, que eran normas jurídicas locales que regían una ciudad o comarca, y que otorgaban a la misma por su Rey. Junto a los Fueros se recogen obras jurídicas castellanas como Las Flores del Derecho, del autor Jacobo de las Leyes, que era el principal jurista de la Corte de Alfonso X, o La Margarita de los Pleitos, de Fernando Martínez de Zamora, que recoge jurisprudencia.
Pero esa vocación de generalidad y universalidad a la que antes nos referíamos hizo que no solo se recogiesen e integrasen cuerpos jurídicos o legales, sino también las principales obras filosóficas, religiosas e históricas: Aristóteles, Séneca, Cicerón, la Biblia, la Patrística, San Isidoro de Sevilla y Santo Tomás de Aquino. Así la obra integra todo el Derecho romano y castellano de la época junto al derecho canónico, al derecho feudal y a la filosofía.
Por esta universalidad se ha especulado que el objetivo que subyacía en su realización por parte de Alfonso X era el de crear un cuerpo jurídico general que poder aplicar a todo un imperio. Y es que una de las grandes pretensiones de este Rey fue la de ser elegido como Emperador, esto es, Rey de los Romanos del Sacro Imperio Romano-Germánico, en el episodio histórico conocido como “Fecho del Imperio”. Cuando en 1256 muere el Emperador y Rey de los Romanos, Guillermo de Holanda varios fueron los monarcas que se postularon a este título, entre ellos Alfonso X de Castilla. Así se cree que esta obra jurídica formaba parte de la candidatura a Emperador de este Rey castellano, que ofrecía al Papa el hecho de tener un cuerpo jurídico universal con que poder gobernar a todo un imperio.
En 1348 las Cortes de Alcalá establecieron para la Corona de Castilla unas normas jurídicas comunes en materia de contratos y herencias; y decreta que en todo lo no regulado expresamente en este llamado Ordenamiento de Alcalá se regirá por el Fuero Juzgo (traducción en lengua romance del Liber Iudiciorum, código legal visigodo que desde el año 654 había regido en gran parte de la Península Ibérica, y que tenía como fuentes el derecho romano postclásico) y en última instancia y con carácter general el Código de Las Siete Partidas. Así, al regular de manera muy amplia tan distintos ámbitos del Derecho como ya expusimos más arriba, Las Siete Partidas fueron el derecho general que se aplicó primero en toda España con los Reyes Católicos, y después en América y buena parte del Imperio español.Sin duda se trata de la gran obra jurídica que integró y unificó a nivel legal el Reino de España, y que rigió la vida y patrimonio de los grandes personajes de nuestra Historia.
Autor: José Alberto Cepas Palanca para revistadehistoria.es
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Bibliografía
RÍOS MAZCARELLE, Manuel. Diccionario de los Reyes de España.
Que aprendemos hoy. com
[1] El Tratado de Almizra es un pacto de paz firmado el 26 de marzo de 1244 entre la Corona de Aragón y la de Castilla que fijó los límites del Reino de Valencia. Lo acordaron Jaime I de Aragón y quien más tarde sería su yerno, el infante Alfonso de Castilla y futuro Rey Alfonso X el Sabio.
[2] Fernando III de Castilla, llamado “el Santo” (1201-1252), fue Rey de Castilla entre 1217 y 1252 y de León entre 1230 y 1252. Hijo de Berenguela, Reina de Castilla, y de Alfonso IX, Rey de León, unificó definitivamente durante su reinado las coronas castellana y leonesa, que habían permanecido divididas desde la época de Alfonso VII “el Emperador”.
[3] Los Hohenstaufen o Staufen, también conocidos como gibelinos, fueron una dinastía de Emperadores del Sacro Imperio Romano Germánico, Monarcas de Alemania y de Sicilia, originaria de la región de Suabia, en Baviera (Alemania).
[4] Ricardo de Cornualles fue el segundo hijo del Rey Juan I de Inglaterra – Juan sin Tierra -. Fue conde de Cornualles (desde 1225), de Poitou (entre 1225 y 1243) y Rey de los Romanos (desde 1257) y siendo uno de los hombres más ricos de Europa. Se unió a la Cruzada de los Barones, donde alcanzó éxito como negociador en la liberación de los rehenes y ayudó con la construcción de la ciudadela en Ascalón (Israel).
[5] Rodolfo I de Habsburgo nació en Holanda y fue conde de Habsburgo y Rey de los Romanos.
[6] Beaucaire es una comuna francesa situada en el departamento de Gard en la región de Languedoc-Rosellón. Se encuentra en la orilla derecha del Ródano cerca del centro del triángulo que forman Aviñón, Nimes y Arlés.
[7] Las Siete Partidas (o simplemente Partidas) es un cuerpo normativo redactado en la Corona de Castilla, durante el reinado de Alfonso X, con el objetivo de conseguir una cierta uniformidad jurídica del Reino. Su nombre original era Libro de las Leyes, y hacia el siglo xiv recibió su actual denominación, por las secciones en que se encontraba dividida. Esta obra se considera uno de los legados más importantes de Castilla a la Historia del Derecho, al ser el cuerpo jurídico de más amplia y larga vigencia en Hispanoamérica (hasta el siglo xix). Incluso se le ha calificado de “enciclopedia humanista”, pues trata temas filosóficos, morales y teológicos (de vertiente greco-latina), aunque el propio texto confirma el carácter legislativo de la obra, al señalar en el prólogo que se dictó en vista de la confusión y abundancia normativa y solamente para que por ellas se juzgara. La sexta partida posee 19 títulos y 272 leyes. Se ocupa del DERECHO SUCESORIO (sucesión por causa de muerte) y de las guardas. Asimismo, contempla normas sobre el estatuto jurídico del huérfano. Se refiere a la SUCESIÓN TESTADA Y AL TESTAMENTO; a la legítima y, brevemente, a la sucesión intestada.
[8] El Señorío de los Cameros fue un título nobiliario español. Pasó por algunas de las familias más ilustres de la nobleza española, como la Casa de Haro y la Casa de Arellano. La familia estuvo histórica y familiarmente ligada al señorío de Vizcaya.
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